Julián Andrade
Las próximas tres semanas serán cruciales para el futuro de Marcelo Ebrard. En noviembre debe haber un aspirante claro del PRD a la Presidencia de la República.
Las prisas no son casuales, y tienen que ver con otro de los enredos de la ley electoral, la que determina que los convenios de coalición entre partidos políticos sean presentados al Consejo General del Instituto Federal Electoral 30 días antes del inicio de las precampañas.
Esto es, en las próximas semanas el PRD, el PT y el Movimiento Ciudadano tendrán que definir si van juntos a la elección presidencial.
Acordar esto, antes de tener definido al propio candidato, parece difícil para organizaciones políticas sumamente desconfiadas y con apuestas no pocas veces antagónicas.
Los prospectos, por lo demás, sólo son dos: El propio Ebrard y el dirigente de Morena, Andrés Manuel López Obrador.
En cuestión de días los equipos de ambos políticos se tendrán que poner de acuerdo en la metodología para realizar la encuesta con que se definirá al aspirante.
La idea es que dos empresas levanten la medición y que una tercera sirva como supervisora. Es probable que se cuente con la participación de un par de expertos que den mayor certeza al asunto.
La clave, sin embargo, radicará en qué es lo que se quiere medir. Hay quienes insisten en que lo más importante es el potencial de crecimiento del candidato y más ante un escenario en el que el PAN está estancado y una parte de las simpatías por el PRI pueden cambiar en los próximos meses.
En el fondo, la izquierda tendrá que elegir entre agrupar el descontento, como ya lo hizo en el 2000, o seducir a la clase media.
La primera opción requiere de una gran crisis y de que los problemas se profundicen; la otra, en cambio, tiene que ver con arrebatarle a los priístas el discurso de mejoría en seguridad y economía.
López Obrador y su equipo insisten en el primer modelo, aunque con matices cada día más evidentes, y Ebrard apuesta por el segundo.
Uno de los riesgos más grandes para la izquierda es su división. Si bien partidos como el PT y Movimiento Ciudadano estarían encantados de postular a López Obrador sin el PRD, esta posibilidad es remota por el alto costo que tendría.
Una aventura de este tipo los podría colocar por debajo del 18 por ciento de la votación y con el evidente riesgo, ya de suyo latente, de perder la capital del país.
Las encuestas señalan, además, que el 75 por ciento de los electores potenciales de esta opción piensa que tiene que haber acuerdo y que la encuesta es una buena forma de lograrlo.
En las próximas semanas sabremos qué tan sólidos son los acuerdos y hasta dónde pueden llegar.
Serán los días de Ebrard, sin duda, y de las posibilidades de la izquierda para aspirar a sacudirse la enorme carga que le dejó lo que ocurrió después de la elección de 2006.
julian.andrade@razon.com.mx
Twitter: @jandradej
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