Carlos Fernández-Vega
CCE: asfíxienlos
Informales: 3 x 1
Barones rabiosos
La única vía para generar empleo de forma sostenible es
el crecimiento económico, pero éste, desde hace tres décadas, se mantiene como
una oprobiosa asignatura pendiente del régimen. Destazar la ley laboral con el
supuesto ánimo de incrementar el número de plazas disponibles y mejorar
las condiciones de vida de los mexicanos (ello sin alterar un milímetro la
estructura concentradora del ingreso y la riqueza prevaleciente en el país) es
no sólo una muestra de humor negro, sino una tomadura de pelo en tanto el
citado crecimiento se mantenga ausente, como hasta ahora.
¿Qué ha sucedido en 30 años?: en promedio, México ha crecido a
un ritmo anual que apenas roza el 2 por ciento, tres veces menos de lo mínimo
necesario para salir del hoyo y comenzar a generar empleo suficiente. Sin el
primero, ausente permanecerá el segundo, por mucho que los representantes
populares se esmeren en destazar la ley laboral y en meter la realidad a
golpes para que quepa en el discurso oficial. Pero el balance, por donde sea
vea, es terrorífico. Como ejemplo, de 1994 a 2012 la población económicamente
activa se incrementó en 18 millones de mexicanos, pero en ese periodo sólo se
generaron 5.6 millones de plazas formales (incluidas las eventuales), de tal
suerte que el déficit en la materia sobrepasa los 12 millones.
Entonces, independientemente de la acelerada
precarización de las plazas laborales, en los tres tristes gobiernos de
Zedillo, Fox y Calderón, sólo uno de cada tres mexicanos en edad y condiciones
de trabajar logró colarse al mercado de empleo formal; el resto, a la
informalidad, el desempleo, el crimen organizado o el exilio económico. En esos
tres sexenios se generó empleo formal suficiente sólo para uno de ellos.
La información es contundente, pero los jilgueros del
régimen toman el micrófono para asegurar que lo anterior es producto de
una Ley Federal del Trabajo obsoleta, y de allí la necesidad de cambiarla. Y
con eso, dicen, es más que suficiente. Lo demás se queda tal cual: crecimiento
raquítico, precarización del empleo, salarios de hambre y concentración del
ingreso a galope. El problema, según ellos, era la LFT, cuando en realidad lo
obsoleto e inservible, para efectos sociales (y ejemplos sobran), es el modelo
económico al que se ha aferrado el régimen, sin olvidar la cultura
patronal, arraigada al porfirismo y no a los tiempos modernos que
tanto cacarean los voraces empresarios, a quienes de plano nadie les dan gusto:
el Consejo Coordinador Empresarial exige que se instituya el outsourcing
total y que se eliminen los candados innecesarios en esta
modalidad depredadora. Y para el organismo patronal lo anterior tiene razón de
ser, porque, asegura, de otra forma estarán en riesgo cientos de miles de
empleos.
Entonces, lo moderno, siempre según el CCE, es flexibilizar aún
más el mercado laboral, apretar las tuercas y seguir abaratando la mano de obra
(ser competitivos, como le llaman). Pues bien, antes de las modificaciones a
la Ley Federal del Trabajo, México resultaba supermoderno, pues de acuerdo con
el Banco Mundial antes de la (contra) reforma aprobada por la Cámara
de Diputados el empleo informal en el país representa de 52 a 62 por
ciento del empleo total, lo que equivale a que entre 27 y 32 millones de
mexicanos en edad y condición de trabajar (dos de cada tres) sobreviven en la
informalidad. La pretensión empresarial es modernizar al 100 por
ciento de la población económicamente activa (51 millones de personas,
aproximadamente), y mantenerla en la informalidad. Para ellos, pues, más
modernidad es igual a mayor informalidad y precarización del empleo.
El mismo Banco Mundial (La Jornada, Roberto González
Amador) advierte quela pobreza y el desempleo se han incrementado en México en
años recientes, mientras los salarios, medidos a través de su poder de compra,
se mantienen estancados. Una de las causas de esta combinación radica en que
dos terceras partes de la fuerza de trabajo del país se emplean en el sector
informal. Modificar la legislación laboral o fiscal no es una medida que, en
automático, contribuya a reducir el universo de personas que trabajan fuera de
los canales formales del mercado laboral.
De igual forma, el organismo financiero multilateral (Informe
sobre el desarrollo mundial 2013) celebra que en los últimos 35 años se
duplicó la ocupación en México, aunque olvidó mencionar que en
igual periodo la población económicamente activa se multiplicó por cuatro, es
decir, que sólo en el mejor de los casos en esas tres décadas y media apenas
uno de cada dos mexicanos logró colarse al mercado laboral, y la mayoría de
ellos terminó en la informalidad. También advierte sobre el precario salario
mínimo que perciben los mexicanos, pues los coloca en el escalón 55 de 125
posibles.
El anterior no es el único logro. En materia de
crecimiento económico, para el presente año la Cepal (Estudio económico de
América Latina y el Caribe 2012, divulgado ayer) coloca a México en el escalón
número 12 de 20 posibles, y para 2013 en el 14 de 20. Cómo estará la cosa que,
una vez más, Haití crecería mucho más que México, y en la isla caribeña se
pueden presumir muchas cosas, menos modernidad.
Entonces, no hay crecimiento económico; tampoco
generación de empleo formal ni justa remuneración a los trabajadores; la
precarización laboral avanza de forma contundente, y la concentración del
ingreso y la riqueza es brutal, y van por más; gobernarán con el mismo manual
que ha garantizado el fracaso, y no piensan alterar el estado de cosas. Pero,
eso sí, los jilgueros aseguran que con la aprobación de la (contra) reforma
laboral el país avanzará vigorosamente, la justicia social se
ampliará y se garantizará el futuro de los mexicanos. ¿En serio?
Las rebanadas del pastel
Rabiosos, los barones de la minería, con Germán Larrea a
la cabeza, quieren impedir a toda costa el retorno del dirigente sindical
Napoleón Gómez Urrutia. Once veces lo demandaron penalmente, y perdieron las
once. Los tribunales lo exoneraron de cualquier conducta ilícita, pero los concesionarios de
la riqueza nacional insisten. Ahora utilizan a Agustín Acosta Azcón (hijo de un
ex gobernador veracruzano ylitigante mercenario sin escrúpulos que se vende al
mejor postor, como fue la defensa de René Bejarano en 2004-2005, de acuerdo con
el sindicato nacional de minero) con la intención de revivir casos juzgados,
como el del extinto fideicomiso minero, asunto que desde marzo de 2006 la
Comisión Nacional Bancaria y de Valores dio por concluido, al documentar que no
había delito que perseguir. ¿Quién apadrina a losbarones para que vivan
mejor?
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