La escalada y sus costos
Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes
El fatal accidente en que murió el joven secretario de Gobernación, José Francisco Blake Mora, junto a siete de sus colaboradores, obliga a reflexionar sobre los compromisos del ejercicio del poder, el principal de los cuales es el riesgo, siempre latente, de perder la vida. En una nación como la nuestra en la actualidad, tal situación se incrementa por la creciente descomposición del tejido social, que si bien afecta de manera dramática a las clases mayoritarias, indirectamente también lo hace en las capas altas de la sociedad, y hasta en las elites, como se ha visto con el trágico fallecimiento de dos responsables de la política interior del gobierno federal.
Aunque se tratara de meras coincidencias, la forma en que murieron Juan Camilo Mouriño y ahora Blake Mora, da lugar a especulaciones entre la opinión pública, sobre todo si se parte del hecho de que tanto el Lear Jet en que viajaba el primero, como el helicóptero que ayer se desplomó en un cerro del municipio de Chalco, eran aeronaves sin ninguna falla, perfectamente mantenidas, manipuladas por pilotos de indudable confiabilidad. Trascendió incluso que en este helicóptero viajaría hoy sábado Felipe Calderón.
Independientemente de los resultados de los peritajes que se lleven a cabo, quedará siempre la duda sobre las causas reales de ambos percances, como así ha sucedido en lo tocante al que le costó la vida a Mouriño. Por lo pronto, es un indicio para los investigadores que la aeronave en que se transportaba Blake Mora quedara hecha añicos en el sitio donde cayó. Para un experto, se trata de un hecho del que se debe partir para llegar a resultados objetivos y veraces. Cuando un helicóptero se desploma, sufre muchos daños pero no queda como chatarra irreconocible.
Apenas este miércoles el organismo Human Right Watch (HRW) daba a conocer un estudio en el que señalaba el fracaso de la estrategia de Calderón contra el crimen organizado. Apuntaba que el Ejército y la Armada de México “deben ser utilizados con total transparencia y rendición de cuentas, cosa que no ocurre actualmente”. Sin embargo, el secretario de la Defensa, Guillermo Galván Galván, pidió a senadores de las comisiones de Justicia, Seguridad Pública y Gobernación, que aprueben la Ley de Seguridad Nacional, que facultaría a las tropas a actuar discrecionalmente contra la población. Esto apuntalaría las tentaciones golpistas de la extrema derecha.
El desplome del helicóptero de Gobernación no escapa a la posibilidad de que tal hecho se enmarque en la estrategia de enfrentamientos contra los cárteles, sobre todo en las últimas fechas el de Joaquín “El Chapo” Guzmán. Si Calderón afirma que su lucha es con toda la fuerza del Estado, que no ha buscado “nadar de muertito”, la respuesta violenta es de igual magnitud de parte de los cárteles, como así lo demuestran los hechos.
Con todo, la actitud del inquilino de Los Pinos sigue siendo ajena a la realidad, como si lo que buscara es precisamente una confrontación más salvaje contra las bandas delictivas, a fin de crear las condiciones que justificaran el establecimiento de un Estado policíaco, pues la respuesta de aquellas va en aumento. Es preocupante la declaración de Calderón en el sentido de que la parte más relevante de su estrategia, “es construir nuevas instituciones, porque las actuales no están adaptadas para enfrentar la fuerza del narcotráfico”. Como si el narcotráfico no fuera un gravísimo problema de vastas repercusiones y causas muy profundas, sino un simple capricho de unos cuantos capos.
¿De qué ha servido su “guerra”, cuando los resultados son absolutamente contraproducentes, como lo demuestra la realidad? Sin embargo, para Calderón esto es muy secundario, como lo es también para la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), máximo organismo eclesial, el cual reiteró su apoyo a Calderón en su “guerra” contra el crimen organizado, porque aun cuando ha habido “algunas víctimas, son muchos más los males que se han evitado”. Por supuesto, no explicó a qué males se refería. Tampoco dijo por qué minimizó el saldo trágico de las aberrantes y sangrientas confrontaciones entre fuerzas armadas del gobierno federal y cárteles del crimen organizado. Tal parece que está de acuerdo en la escalada de violencia.
La “guerra” de Calderón ha venido como anillo al dedo para los planes de la extrema derecha de instaurar un régimen fascista, donde se revivieran los fueros decimonónicos en favor de las fuerzas armadas y el alto clero católico. Con todo, lo más peligroso es que da amplio margen para una intervención más directa del gobierno de Washington en el Estado mexicano. ¿Cuántos muertos más quiere Calderón para entender que lo que hace falta en el país, para acabar con el crimen organizado, es democracia y justicia social? ¿No será que el móvil de su estrategia anticrimen es un asunto mercantil, de muchos miles de millones de dólares?
(gmofavela2010@hotmail.com)
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