Condicionamiento operante
María Teresa Jardí
El condicionamiento operante que se usa para la conversión del miedo al otro en certeza, a partir de una mentira, se aplica como las campañas de publicidad, que también se suman, por cierto, al control de la libertad. De ahí el uso de cuestiones como la del aguinaldo adelantado invitando el propio usurpador al consumo que también se aplica en los Estados Unidos de Norteamérica.
La primera vez que se ofrece un producto milagro que claramente es chatarra, así lo entiende el televidente. Pero al cabo de escuchar mil veces sobre sus maravillas marcan el número para recibir en su casa la oferta o corren los más pobres que no tienen tarjeta de crédito a comprarlos, en las Plazas, donde los gobernantes permiten su venta, a pesar de que es obvio que sólo se trata de un timo. Un timo negocio de una empresa solapada por los gobiernos a sabiendas de que lo que se publicita es mentira.
Podemos tomar también como ejemplo, digamos, los detergentes para clarificar el sentido de la idea que me parece que es importante. Todos deben tener más o menos la misma composición y todos funcionan más o menos de la misma manera. Pero a mayor publicidad es obvio que mayor búsqueda del nuevo producto encarecido por el pago de la publicada para su venta.
Pero... ¿Por qué no habría de permitir la clase política, a la empresarial mentir, si ella miente de la misma manera, para con base en la manipulación ir creando el miedo que le permite llegar o mantenerse en el gobierno?
De ahí vienen los acuerdos establecidos sobre la complicidad de los empresarios metidos a políticos y de los políticos que salen, en el caso mexicano, convertidos en tan solo seis años en riquísimos dueños de empresas y de hoteles y de desarrollos inmobiliarios, etc., en dueños de casas de bolsa y de casinos, en dueños de todo aquello que deje dinero, aplicando aquel dicho famoso, de un político de mala memoria para los mexicanos, pero de gran aceptación para el grupo político del Estado de México, de que “un político pobre es un pobre político”. Dicho de un político corrupto, como el que más, con hijos que ni el diablo quisiera tener. Cuando además es exactamente la mesura en las aspiraciones económicas lo que convierte en Estadista a un gobernante. Y el entender está última parte es lo que convierte a AMLO en la esperanza de aquí las cosas cambien.
La corrupción es, sin duda, el mayor problema de los mexicanos. Porque tenemos una clase política corrupta, el imperio ha podido establecer aquí su actual guerra de exterminio. La corrupción, convertida en pilar del sistema político, llevando la mentira de la publicidad a la mentira en el manejo de la cosa pública. Sí, de la cosa pública, que es a final de cuentas lo que vincula a los gobernados con los gobernantes.
Si de cambiar las cosas se trata, el análisis que tenemos que hacer los mexicanos es la corrupción basada en la mentira repetida, como la manera de entender la política y de hacer política en el caso mexicano.
Dado que la publicidad llevada al campo de la política se ha convertido en terrorismo de Estado a través de condicionar las ideas alentando contra el pensamiento propio del gobernado. Y porque la mentira de la publicidad está siendo usada también como control ciudadano. Terrorismo de Estado basado en el horror de lo que contemplamos como la perversidad al extremo interiorizada en el ser humano, previamente deshumanizado, por el poder. Porque mentira también es que puedan deshumanizarse por sí solos tantos seres humanos, al mismo tiempo, al punto de cortar cabezas de otros seres humanos. Puede darse el caso en aislado, de uno por uno, que seres con graves afecciones mentales lleguen a esos excesos. Pero llegar al punto de cortar las cabezas, luego de bestialmente torturar personas, por muchos juntos, sólo se da luego del entrenamiento al estilo kaibil en la Escuela de las Américas.
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