miércoles, noviembre 30, 2011

Julio Hernández López : Jurisprudencia copetona



Julio Hernández López
Astillero


Los reconciliados
La coartada del amor
Poiré y Gil, fuera de lugar
Jurisprudencia copetona


La república del amor comienza a dar sus primeros frutos (reconocibles, por lo demás, en los rostros y conducta de algunas de las criaturas concebidas de manera similar seis años atrás). Obviamente necesitado de apariencias unitarias para transitar en mejores condiciones el minado trayecto rumbo a las urnas en 2012 (si es que el indignado de Los Pinos no decide seguir de ocupa), Andrés Manuel López Obrador se ha reunido de mañana, movido por propósitos negociados, con la facción perredista que por sistema se le ha opuesto y por conveniencia ha abierto las puertas del sol azteca a Felipe Calderón (unas horas antes del desayuno romántico, Marcelo Ebrard había acompañado a aquel a quien ahora reconoce y festeja como Presidente de la República, a escuchar en el Auditorio Nacional a la Orquesta Sinfónica Esperanza Azteca Nacional, ya sin pretextos de la Conago ni de actos oficiales ineludibles. De la velada con el michoacano al encuentro matutino con el tabasqueño: del odio electoral a la sintonía de oportunidad sólo hay un paso).

Chuchos y ebrardismo tomados de la mano con el pejismo que a falta de mejor análisis, explicación y propuesta se refugia en clichés presuntamente distractores del asunto de fondo, en el amor y paz como coartada y fuga. En 2006, los agrupados en Nueva Izquierda resultaron los principales ganadores del cúmulo de votos depositados en favor de AMLO. Dicho con crudeza: el movimiento en busca de la Presidencia de la República acabó en las cuentas legislativas de los chuchos que, en cuanto pudieron, trocaron esos depósitos en bonos contra el emisor original, López Obrador, y los metieron a inversiones diversificadas en el Banco de Calderolandia. Pero ellos son los dueños del aparato representativo del PRD y con ellos ha de arrear López Obrador hasta que las sabidas y esperadas traiciones lleguen a otro punto de escándalo discursivo, con rupturas o sin rupturas, y se reinicie el ciclo de las confrontaciones y las reconciliaciones hasta desahogar el plazo de contratación que vencerá en julio del año próximo, cuando se dé paso a una victoria presidencial en la que los chuchos aliados ocupen cargos importantes e influyan en el diseño del futuro bajo el lopezobradorismo gobernante, o se produzca una derrota cierta y aceptada, o forzada y bajo trampas, de la que esos aliados con textura de ortiga salgan con nuevas ofertas de contrataciones alternas y con fortalecidas bancadas legislativas.

López Obrador ha sido constreñido con la tesis obligada del candidato único de izquierda, y se mueve en la paradoja de difícil salida que proviene del hecho de que sólo con ellos, con los sabidamente nefastos, puede intentar la recuperación de un primer plano electoral, pero también con ellos, con esos aliados condicionantes, estará en peores condiciones de hacer el gobierno libre y diferente que pretendía hacer en 2006 y cuyas expectativas no aceptó ni siquiera dialogar, mucho menos negociar, con pesos pesados de la política y la economía, a los que no quiso oír para no llegar amarrado de manos a la Presidencia. Ahora negocia y concede ante un Ebrard al que artificialmente están haciendo crecer y ante los chuchos a la caza de candidaturas en lo inmediato –se habla de Jesús Ortega para diputado federal y Carlos Navarrete como fórmula de unidad para el gobierno capitalino–, en este episodio de falsos amores reconciliados. Amores perros.



Nada amorosos se ven, en cambio, los panistas que buscan la candidatura presidencial. Chepina Vázquez M. (por respeto a la Iniciativa Mérida se usará hoy sólo la inicial del segundo apellido) se niega a dar paso al retrasadísimo delfín que en realidad parece tortuga aunque se apellida Cordero, y el obstinado Chente Creel tampoco se retira de la contienda interna mientras Fox no negocie algo aceptable con el jefe de Neto Corderón. ¿Qué hacer?, se pregunta el controlador de un tablero de ajedrez que en realidad es de damas chinas o de una dama en chino. Y entonces, en una más de esas genialidades que han hecho famoso al sexenio de la muerte, se han aparecido en la sede del partido de blanco y azul los dos hombres que actualmente tienen la mayor confianza política del licenciado Felipe, es decir, el secretario de condolencias, discursos justificatorios y Gobernación, Alejandro Poiré, y el secretario particular de Los Pinos, Roberto Gil.

Los indudables enviados de Calderón llegaron a las oficinas del panismo, en la colonia del Valle de la capital del país, para dialogar con los tres que no reconocen que el dedo superior prefiere a Neto Caldero (se habla de los tres porque, conforme a la campaña que hasta ahora ha hecho, ni el propio Ernesto está convencido de que de verdad deba contender Cordero). Obviamente, esa abierta intervención de Los Pinos en asuntos partidistas encaja en las hipótesis de delincuencia electoral y el PRI de inmediato ha demandado investigación y castigo, aunque sería natural que el felipismo los tache de muchachos ocurrentes y amenace con explorar posibilidades de acción legal en su contra por andar difamando la cosecha tardía de Los Pinos (con pe, no con una de las últimas letras del alfabeto).

Lo bueno para los panistas es que, si consultan sobre el tema a Quique Candidato Virtual, éste podría responder como lo hizo cuando le preguntaron sobre el tema de la Corte Penal Internacional, la denuncia hecha por 23 mil mexicanos y la respuesta iracunda del acusado: no tiene sustento esa demanda, dijo apoyado en la jurisprudencia proveniente de su puro copete, y tampoco debe permitirse que haya quienes pretendan inhibir o coartar con denuncias el ejercicio de quien ocupa la Presidencia de la República. Temprano acomodo de casaca militar de talla impropia por parte del priísta que ya en el estado de México dio muestra de mano dura, como en Atenco. A Peña Nieto le convendría que las elecciones fueran ya, o que de aquí a julio próximo sólo debiera hablar en anuncios pagados o en discursos por escrito para no seguir mostrando con tanta contundencia su vacuo perfil. ¡Hasta mañana!

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