Calderón, el represor
ÁLVARO DELGADO
Cuidado: En la represión verbal de Felipe Calderón contra ciudadanos que tilda de “calumniadores” anida el manotazo para aniquilar a quienes, conforme a esa lógica, son apátridas.
Cuando, mediante el comunicado de la Presidencia de la República, Calderón expresa que se “exploran todas las alternativas para proceder legalmente” contra los 23 mil ciudadanos que recurrieron a la Corte Penal Internacional, por crímenes de guerra y lesa humanidad cometidos en el sexenio, se materializan represalias, pero también se neutraliza cualquier acción posterior, en este o en otro caso, aun de adhesión plena o de solidaridad.
Esa ya es represión: El acto, generalmente del poder, para contener, detener o castigar con violencia acciones políticas actuaciones políticas y sociales.
El tono inquisitorial del comunicado, que criminaliza una acción ciudadana pacífica y legal, es inequívoco: Define a las imputaciones que se le hacen a Calderón y a su gobierno –pero también a grupos criminales– como “verdaderas calumnias, acusaciones temerarias que dañan no sólo a personas e instituciones, sino que afectan terriblemente el buen nombre de México”.
Ese lenguaje no había sido usado, por la Presidencia de la República, desde Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría, los perpetradores del asesinato, desaparición y tortura de centenares de mexicanos, emblemas de la represión contra la que el Partido Acción Nacional (PAN) –en el que milita Calderón– se definió radicalmente en su momento.
Y es que algo pasó con Calderón del viernes 25, cuando el abogado Netzaí Sandoval presentó, en La Haya, Países Bajos, la demanda firmada por 23 mil mexicanos, a la tarde del domingo 27, cuando la Presidencia de la República emitió su violento comunicado.
El mismo viernes, el gobierno federal, a través de la Secretaría de Gobernación, había dado sus razones por las que no prosperaría la acusación, y otro fue el tono:
“Para que se configuren los crímenes de guerra y lesa humanidad que son competencia de la Corte Penal Internacional se requiere de la existencia de un contexto específico que no tiene lugar en el país. Por un lado, el Estado mexicano no está en guerra, y por otro, no existe un ataque generalizado o sistemático contra la población civil, ni una política de gobierno en este sentido.”
Parecería entonces que el gobierno de Calderón usaría todos los recursos económicos, jurídicos y políticos de que dispone contra la acusación, como lo hizo en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) contra el derecho de los mexicanos para tener acceso a las boletas de la elección de 2006.
Y en el último de los casos no pasaría de ser una muestra de la “vibrante” democracia y de la libertad de expresión. ¿No de eso se trata la sentencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) en el litigio a favor de la revista Letras Libres en la demanda del diario La Jornada?
Pero no: En vísperas de iniciar el último año de su estéril gestión, Calderón ha optado por la represalia que, si no vuelve a la cordura, puede tornarse sangrienta, porque el mensaje es darle un escarmiento a calumniadores que merecen por su osadía. Y ya se sabe: Formalmente es el jefe supremo de las Fuerzas Armadas.
Hay un dato que es preciso resaltar: El cambio de discurso oficial coincide con la dura crítica que le hizo el escritor mexicano de origen colombiano Fernando Vallejo a Calderón, el sábado 26, en el inicio de la Feria Internacional de Guadalajara (FIL).
Acometió: “Calderón es un hombre indigno del puesto que ocupa, él no puede presidir el destino de 110 millones de personas, porque no es nadie ni ha hecho nada por México, sino es un vivo de la política. Él como su antecesor (Vicente Fox) se apoderaron de un partido limpio, como era el PAN, de sus posibilidades electorales y dejaron impunes todos los delitos, todo el saqueo, todo el envilecimiento que el PRI provocó a México en 70 años.”
Este lunes, en su primera aparición tras su comunicado y cuando los firmantes de la demanda ante la CPI se presentarán ante la Procuraduría General de la República (PGR) el martes, a las 16 horas, para que se les procese por “calumniadores”, Calderón dijo una frase que le viene a la medida: “Si alguien amenaza la libertad de una persona es un criminal que pretende extorsionarla o abusar de ella”.
Apuntes
Enrique Peña Nieto es, desde ayer domingo 27, precandidato presidencial único del PRI y, a partir del 17 de diciembre, será candidato. Pero, además de mostrar el boato del primitivismo priista que jamás se han ido –y que practican también el PAN y el PRD–, el exgobernador del Estado de México va consolidando su perfil de candidato de la corrupción. En ninguna de las 547 palabras de su discurso de 16 párrafos aparece la palabra corrupción y su combate, por lo menos como retórica. Y, por si alguien duda de que los priistas ven a México como botín, junto a él se pavoneaba el emblema de la deshonestidad: su tío y antecesor Arturo Montiel. Y una perla de Peña Nieto: “Con la condena que se hace al PRI sólo se está atentando contra la democracia, porque cuando se busca que haya un sólo partido, pues eso ya no es democracia (¿?)”.
Comentarios: delgado@proceso.com.mx y Twitter: @alvaro_delgado
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