jueves, noviembre 11, 2010

Octavio Rodríguez Araujo : La Iglesia no cambia

La Iglesia no cambia
Octavio Rodríguez Araujo

Cuando Benedicto XVI, jefe mundial del catolicismo, declaró hace unos días que España atraviesa un periodo de laicismo agresivo y lo comparó con los tiempos de la Segunda República, lo que hizo fue ratificar el aval y el apoyo que su Iglesia le dio a la dictadura de Francisco Franco, caudillo de España por la gracia de Dios”.

La Segunda República, me permito recordarlo, instituyó la separación de la Iglesia y el Estado en su Constitución de 1931, y en su artículo 26 señaló que “todas las confesiones religiosas serán consideradas como asociaciones sometidas a una ley especial” y, más importante aún –por su significado en México después de que el vocero de la Arquidiócesis dijo que por encima de nuestras leyes estaban las de Dios–, fue que explícitamente señalaba que quedarían disueltas las órdenes religiosas “que estatutariamente impongan, además de los tres votos canónicos, otro especial de obediencia a autoridad distinta de la legítima del Estado”.


Esto y más lo echó abajo el franquismo y al Papa alemán le ha molestado que ese laicismo de la República Española haya sido retomado por los gobiernos posteriores a la larga noche de la dictadura que no sólo fue fascista sino favorecedora de las órdenes religiosas más reaccionarias del siglo XX, entre ellas el Opus Dei y la Legión de Cristo, ahora tan de moda por los crímenes de Marcial Maciel.

La Jornada (6/11/10) citó una significativa declaración de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, que reúne a víctimas y familiares de la represión de Franco: “Es lamentable que Benedicto XVI haga esas declaraciones en uno de los países donde se han producido más abusos de todo tipo por religiosos católicos”, y que “haya desaprovechado la oportunidad de pedir perdón por el apoyo de la Iglesia católica a la dictadura”.

No conforme con esas reaccionarias declaraciones, que nos recuerdan el nefasto papel de la Iglesia católica en la persecución de judíos y musulmanes, la Inquisición y las bendiciones papales al fascismo europeo y latinoamericano, Benedicto volvió a la carga en contra del Estado laico, del aborto, de los anticonceptivos, del condón, de la homosexualidad y de los matrimonios entre personas del mismo sexo. Y, por si no fuera suficiente, en el colmo de la chabacanería estética, consagró la feísima iglesia diseñada por Antoni Gaudí que ni siquiera está terminada.

En México sabemos muy bien lo que significan declaraciones como las mencionadas, realizadas por el jefe mundial de la Iglesia católica. Las padecimos en los tiempos de Calles y el maximato, cuando hubo encíclicas directamente dirigidas a incitar a la rebeldía contra nuestra avanzada Constitución (previa, hay que decirlo, a la de la Segunda República española) y a desobedecer a los gobiernos de nuestro país. Las padecemos ahora en voz de la alta jerarquía eclesiástica y de los grupos de católicos seglares que representan a las fuerzas más reaccionarias de nuestra maltratada nación, a la contrahistoria y a los valores cuasi fascistas que insisten en revivir.

En unos días saldrá a la luz un libro que titulé (provocadoramente, lo confieso) La Iglesia contra México. Este libro, con veintiún autores*, será una aportación al debate sobre el tema. Se abordan los problemas de la intervención de la Iglesia contra el laicismo y sus campañas no olvidadas contra el comunismo (aunque éste no esté de moda en la actualidad); sus ataques a las instituciones de la República y a las leyes que permiten el aborto y los matrimonios entre personas del mismo sexo y a las limitaciones para que curas y monjas se apoderen de la educación de los niños, por lo menos en las escuelas públicas. Se destaca también su oposición a los homosexuales, al condón, a la “píldora del día siguiente”, a las relaciones sexuales fuera del matrimonio, a la libertad de las mujeres, incluso católicas, para decidir sobre su propio cuerpo, a la democracia, a la ciencia y a la libertad de creencias. También hace referencia a otros temas de enorme importancia como la relación con el narco y al uso de la religión como fuente de poder.

La Iglesia católica (y no es la única) sigue insistiendo en la imposición de sus obsoletos valores religiosos en la esfera pública y, por quién sabe qué razones, continúa pensando colectivamente (como institución) que el hecho de que en algunos países tenga seguidores (su famoso “rebaño” de fieles) la autoriza a meterse en el reino del César en lugar de conformarse con el reino de Dios, que debiera ser bastante. ¿Habrá en la Iglesia católica otro papa como Juan XXIII? Bueno sería que hubiera otro aggiornamento como lo intentó ser el Concilio Vaticano II: buscar lo positivo de los tiempos nuevos y establecer un fructífero diálogo con el mundo de nuestra época con énfasis en lo que une a la humanidad y no en lo que la separa.

Benedicto/Ratzinger no ha querido reformar su iglesia ni entender lo que la mayoría de la gente, religiosa o no, desea en su vida cotidiana. Cree, neciamente, que sigue viviendo en la España de los reyes católicos del siglo XV y su limpieza religiosa. Piensa que vive todavía en la época de las conquistas y sometimientos de entonces, nada cristianos por cierto aunque se les llamara “evangelización”. La intolerancia sigue esparciéndose desde el Vaticano en similar proporción que sus nexos y complicidades con las fuerzas más conservadoras y poderosas del “mundo cristiano”, razón por la cual pierde adeptos y aceptación entre las nuevas generaciones.

* Los autores son: John M. Ackerman, Rafael Barajas (El Fisgón), Bernardo Barranco V., Roy Campos (Consulta Mitofsky), Fernando del Paso, Álvaro Delgado, Rodolfo Echeverría Ruiz, Javier Flores, Felipe Gaytán Alcalá, Antonio Helguera (Helguera), Juan Luis Hernández, José Hernández (Hernández), Marta Lamas, María Consuelo Mejía (Católicas por el Derecho a Decidir), María Marha Pacheco, Braulio Peralta, Samuel Ramos Palacios, Gonzalo Rocha (Rocha), Octavio Rodríguez Araujo, Pablo Serrano Álvarez y Josué Tinoco Amador.

http://rodriguezaraujo.unam.mx

5 comentarios:

Eduardo Palomar Baró dijo...

Antes de emborronar una página, sométase al control de alcoholemia, ya que seguro ha sobrepasado el límite permitido.
Más imbecilidades por metro cuadrado es imposible de realizar.
¡Encima la Basílica de la Sagrada Familia es horrible!... ¡De pena!

Anónimo dijo...

A Palomar: a mí no me gusta la obra de Gaudí. ¿Algún problema?
Octavio Rodríguez Araujo.

Anónimo dijo...

A Anónimo: El que debe tener un problema y grave es Vd. que no tiene ni puede tener la suficiente sensibilidad ante la obra de un genio universal reconocido por todo el mundo, cual es Gaudí. Con todo respeto Vd. no tiene ni pajolera idea de lo que es el Arte (con mayúsculas)

t.rex dijo...

Pues si usted lo dice, señor Palomar. Tal vez no sepa mucho de arte, pero no soy fascista ni colaborador de Fuerza Nueva como usted. Los franquistas como usted podrán saber mucho de arte, pero no se les quita su conservadurismo a ultranza. Si Gaudí no hubiera sido un católico consumado usted no lo estaría aplaudiendo.
Octavio Rodríguez Araujo

Anónimo dijo...

Sr. Rodríguez: Pues sí, tiene Vd. toda la razón, pues con 1,86 m. de altura disfruto de una muy buena facha. Los rojos como Vd. no se les quita su progresismo a ultranza, ni su odio ni su revanchismo. Permítame decirle que, usando una expresión vulgar, confunde la velocidad con el tocino, al intentar mezclar el catolicismo de Gaudí para 'aplaudir' su obra. Debido a mi formación universitaria no pienso perder un minuto más con ignaros como Vd. ¡Ah! y sepa que no ofende el que quiere sino el que puede.