Apuntes
Por Guillermo Fabela Quiñones
Todo lo quieren arreglar a balazos
Muy poco puede esperarse de un gobierno que no tiene entre sus prioridades el desarrollo social, como es el caso del que encabeza Felipe Calderón. Así patentiza que se hizo del poder, de manera ilegítima, con el solo propósito de apuntalar privilegios de una minoría a la que interesa menos que un ápice el futuro del país. Es asombroso cómo se pone empeño en fortalecer la capacidad ofensiva de las fuerzas armadas y de las policías, mientras que la política social sufre penalidades por falta de estímulos. Todos los días vemos cómo se incrementa el número de efectivos que luchan contra el crimen organizado, mientras que no se hace nada para paliar los efectos negativos de la pobreza y la marginación en el país.
Por Guillermo Fabela Quiñones
Todo lo quieren arreglar a balazos
Muy poco puede esperarse de un gobierno que no tiene entre sus prioridades el desarrollo social, como es el caso del que encabeza Felipe Calderón. Así patentiza que se hizo del poder, de manera ilegítima, con el solo propósito de apuntalar privilegios de una minoría a la que interesa menos que un ápice el futuro del país. Es asombroso cómo se pone empeño en fortalecer la capacidad ofensiva de las fuerzas armadas y de las policías, mientras que la política social sufre penalidades por falta de estímulos. Todos los días vemos cómo se incrementa el número de efectivos que luchan contra el crimen organizado, mientras que no se hace nada para paliar los efectos negativos de la pobreza y la marginación en el país.
Es realmente absurdo que se pretenda solucionar los graves problemas de México, tan solo incrementando la capacidad ofensiva de las tropas del Ejército y la Marina, mientras que por otro lado se desatiende totalmente el imperativo de mejorar las condiciones de vida de las dos terceras partes de la población que viven en la pobreza. Otra cosa sería este país si al menos se hiciera igual hincapié en reforzar la lucha contra la pobreza y la marginación, que el que se pone en el supuesto combate a la delincuencia organizada. Vale tal señalamiento, pues en vista de los nulos resultados de cuatro años de combatir a los cárteles del narcotráfico, se sigue insistiendo en que no hay otra opción que esa.
Como si no hubiera sido un rotundo fracaso el envío masivo de tropas a Ciudad Juárez en meses pasados, ahora se hace lo mismo en Tamaulipas y Nuevo León, de acuerdo con el anuncio que hizo a ese respecto el secretario de Gobernación, José Francisco Blake Mora. Anunció que serán enviados “miles de efectivos” a dichas entidades federativas, con el fin de fortalecer el operativo de seguridad en los dos estados que las últimas semanas han sido escenario de una escalada de violencia sin precedente. ¿No sería mejor que se anunciara la puesta en marcha de una estrategia que fortaleciera el desarrollo social del noroeste del país?
Es inexplicable el afán gubernamental de pretender solucionar un gravísimo problema con acciones que habrán de agravarlo aún más. No otra cosa puede esperarse del envío de miles de soldados a una región donde lo que hace falta son miles de maestros capacitados y con firme vocación, que contribuyan a elevar el nivel educativo de una población muy afectada por la descomposición social, fenómeno producido por las profundas contradicciones en que se desarrolla la sociedad nacional, y la del Norte en particular. Si al menos se pusiera el mismo empeño en luchar contra las causas de la descomposición social, que el que se pone al “combate” al crimen organizado, otros muy distintos serían los resultados.
Tampoco cabría esperar resultados positivos de la panacea de Calderón: el mando único policial, sí en cambio un incremento de los problemas entre la sociedad y las fuerzas represivas, toda vez que el mando único complicaría aún más las relaciones interinstitucionales entre las distintas policías del país, situación que se reflejaría inevitablemente en los operativos de dichas fuerzas contra la delincuencia organizada. De ahí que la Asociación de Municipios de México (AMMAC), se pronunciara a favor del mando único, pero sólo en casos de emergencia, y que sustente su labor en los mecanismos que ya contempla la Constitución. Al buen entendedor, esto quiere decir que más vale dejar las cosas como están.
Sin embargo, para Calderón es muy importante seguir avanzando en su proyecto de militarización de la vida pública, porque es la única opción válida para que la extrema derecha se mantenga en el poder. Además, cuenta con el visto bueno del gobierno estadounidense, como ha quedado demostrado en las frecuentes declaraciones de funcionarios de la Casa Blanca. Es coincidente el programa represivo de Calderón con los planes intervencionistas de Washington sobre nuestro país. De ahí las magníficas relaciones entre el embajador Carlos Pascual y el desgobierno de Calderón, cada vez más entregado a los designios de la extrema derecha estadounidense.
Si las intenciones de la Casa Blanca fueran positivas para los mexicanos, pondrían cuando menos igual empeño en que Calderón impulsara políticas públicas que detonaran un firme crecimiento económico, sobre todo a favor de las clases más desprotegidas. Como ese no es el caso, cabe concluir que su interés no es contribuir al progreso de México, sino a su gradual y firme deterioro.
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