jueves, noviembre 25, 2010

María Teresa Jardí : Frentes de guerra del usurpador panista

Frentes de guerra del usurpador panista
Por María Teresa Jardí


Una buena investigación empezaría con las denuncias presentadas contra el ex gobernador de Colima. Analizar al muerto al mismo tiempo que a los beneficiados con el crimen indican los principios jurídicos de la investigación penal que debe hacerse de inmediato.
Pero aquí, ya se sabe, que incluso desde antes de que se llegara al desarme ético de todas las instituciones, antes de López Portillo, por poner nombre y apellido a uno de los destructores de esas instituciones; antes de que el responsable del fin de los cuerpos policiacos desgobernara el país; antes de que, debido a ese desarme, substituido con el rearme corrupto, las instituciones procuradoras de justicia se hubieran convertido en cobradoras de venganzas personales de los políticos de turno, lo que viene sucediendo desde que Ernesto Zedillo llegara como sustituto y sin investigar a quién beneficiaba el asesinato de Luis Donaldo Colosio, desde siempre el muerto desaparecía de la investigación y del expediente, en general luego de un mal levantamiento de cadáver seguido de una peor autopsia.
Lo que poco aportaba al esclarecimiento del crimen. Asesinato que cuando era esclarecido se debía más a los chivatos, con los que las procuradurías trabajaban, que a buenas investigaciones que sólo existían de manera aislada. La opción de convertirse en policía demanda vocación y siempre tuvimos policías que lo eran por vocación. Cosa que también se ha perdido en medio de la corrupción como regla del sistema político.
Lo primordial es investigar al muerto y a quien se beneficia con su muerte. Lo primero que se tendría que hacer en el caso del asesinato del ex gobernador de Colima. Pero investigando, al alimón, de entrada, la visita ¿tan conveniente? del funcionario del actual gobernador colimense. Imposible descartar la oportunidad de la visita para poner a tiro, en la calle, al hace unos días asesinado ex gobernador priísta.
La guerra desatada por Calderón en México tiene ya varios diáfanos frentes. Dista mucho de ser solamente una guerra entre narcos. Y no es una guerra de los narcos contra el pueblo mexicano.
¿Por qué habría de serlo?
A los pocos “capos” que agarran vivos se les remite a los yanquis donde son protegidos como testigos. A los otros se les asesina y así no tienen ni siquiera el miedo de ser recluidos en las cárceles mexicanas donde imperan condiciones vergonzosas, en todas ellas, que en los pobres despiertan el pavor a ser remitidos a esos centros de concentración, pero no en los “capos” que como los corridos enseñan saben que tienen contados los días de vida. La guerra de Calderón es una batalla entre mafias políticas por el control del negocio en que en México se ha convertido el ejercicio de la política.
En un frente de su guerra el usurpador busca imponer el control natal de jóvenes mujeres pobres para impedir que se conviertan en madres de otros niños y jóvenes similares a los que en otro frente se asesina como parte de una limpia de niños y jóvenes pobres, a los que a base de cancelárseles el derecho a la educación se les usa, cuando tercia mientras así conviene, como camellos adictos y como sicarios, sin permiso tampoco a rehabilitarse.
Una guerra decidida en el país vecino que quiere controlar su frontera del paso de pobres que aspiran a tener del otro lado la buena vida ofertada que también para los gringos está siendo acotada.
Una batalla con la que se cancela el derecho a la vida y el futuro de millones de personas. Una guerra de exterminio que incluye a los que emigran de otros países hermanos, viéndose obligados a usar el nuestro como paso de la muerte para llegar, por la misma razón: por hambre, al país vecino.
En el frente de la guerra por el control de la política asoman ya sus fauces asesinas, llevando a la tumba a candidatos, ex gobernadores y ex procuradores… Y la crónica ya anuncia que no tardará en llegar a los que están en activo.

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