jueves, noviembre 25, 2010

Jaime Ornelas Delgado : La crisis de las universidades públicas

TENDAJÓN MIXTO
La crisis de las universidades públicas
Jaime Ornelas Delgado


Todo sistema educativo está marcado por una elección fundamental: la del proyecto de sociedad al que aspira la clase social hegemónica y, en consecuencia, la del individuo que se pretende formar para que la reproduzca. De ahí que el sistema educativo sea parte esencial del espacio cultural donde luchan y debaten las distintas visiones que sobre la sociedad tienen las clases sociales que luchan por lograr la hegemonía política, cultural y social.

Por supuesto, quienes en las universidades públicas no comparten las visiones del capital y del poder, generalmente han estado en desventaja numérica y, a pesar de eso, han sido capaces de construir propuestas políticas e ideológicas alternativas al poder establecido y mostrar las posibilidades que tienen sociedades posibles y distintas a las capitalistas. Esta ha sido la condición esencial de existencia de la universidad pública y es la que le permitió a Pablo Latapí considerarla como “una institución hecha para la disidencia”, aunque muchas de ellas, entre otras la Universidad Autónoma de Puebla, han perdido esa condición esencial de existencia.


Actualmente las universidades públicas se desarrollan en una constante crisis financiera, consecuencia de la mezquina política neoliberal que escatima los recursos necesarios para que las universidades públicas se desarrollen a plenitud sus funciones esenciales: la docencia, la investigación y la extensión del conocimiento y la cultura. Esta sequía de recursos las obliga a realizar actividades mercantiles muy alejadas de quehacer académico y de su esencia como institución educativa, convirtiéndolas en una especie de empresas comerciales participando en un mercado ajeno a su esencia, en tanto que para sobrevivir requieren dejar de ser instituciones dedicadas a la enseñanza, la investigación y la extensión del conocimiento universal

El menosprecio de la educación universitaria impartida por las universidades autónomas, que se traduce en acoso financiero y algunas veces en grosera intromisión política, sin duda forma parte de una estrategia más general de los abogados del neoliberalismo con la que se intenta demostrar que todo lo público es ineficiente y de mala calidad, mientras que se atribuye al mercado la más elevada eficiencia y a lo privado la máxima calidad.

Por otro lado, en las universidades públicas transcurre una especie de crisis de identidad relacionada con el hecho de que al parecer son prescindibles para el poder político y económico que se ha orientado a fortalecer a las empresas privadas de educación superior, donde se forman las élites que habrán de administrar el sistema económico y el aparato de la dominación. Tal vez consideren que sus egresados son suficientes para cumplir con esos fines y, en consecuencia, se margina a quienes provienen de instituciones públicas, por cierto la mayor parte de ellos siempre dispuestos a servir al poder.

Entonces surge una especie de problema existencial: si las universidades públicas tienen el propósito de formar los cuadros adiestrados para administrar la reproducción del sistema y, actualmente, quienes ejercen el poder las consideran prescindibles, pues puede formar sus profesionales en las instituciones privadas, ¿a quién o a quiénes sirven las universidades públicas y cuál debe ser su orientación política e ideológica y cuál el sostén de su tarea formativa de cuadros científicos, intelectuales, técnicos, culturales y artísticos en las condiciones de un acoso contante desde el poder?

Esta situación no ha sido discutida en las universidades públicas, por lo menos no la ha sido en la Universidad Autónoma de Puebla, y es imperioso hacerlo. De no hacerlo se mantendrá la crisis de identidad en la medida que se conservan los rasgos de institución laica y popular mezclados con otros que le dan un perfil privado, debido a que la burocracia universitaria tiende a imitar las visiones de las empresas educativas privadas. Si en ellas se desarrollan programas para formar emprendedores, pues se hace lo mismo; si el sector privado demanda soluciones concretas a los problemas de la producción y su administración, pues de prioriza la investigación aplicada y se abandona la básica.

En fin, la universidad pública no acaba de morir a pesar de los empeñosos esfuerzos que muchos burócratas han hecho para lograrlo, y la privada no convence sobre sus bondades, a pesar de sus apologistas infiltrados.

Esto crea la crisis de identidad que hoy impide a las universidades públicas desarrollar su enorme potencial.

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