Antes los narcos nunca se equivocaban
Por María Teresa Jardí
Antes de llegado el usurpador con su guerra, con sus varios frentes, decidida en el país vecino como el mandato a cumplir por quien llegara: “haiga sido como haiga sido” a entregar del todo la soberanía de la antaño nación mexicana.
Antes, los narcos nunca se equivocaban.
Los narcotraficantes se asesinaban entre ellos y pocas veces, conocedores de las consecuencias que eso traía, mataban a miembros de la familia del enemigo en disputa por “la plaza”.
Ahora cuando alguno es “sacrificado” en aras, en primer término, del frente de guerra acordado por el usurpador para limpiarle “la plaza” al que más dólares deja. Y en segundo porque sabe que en semanas o meses, luego de vivir aquí, en la cárcel como un pachá, será entregado a los Estados Unidos de Norteamérica para acogerse a ser testigo de los gringos. Impunemente llaman “errores” a crímenes masivos que bien a bien quedan sin investigar el fondo ni el motivo más allá del de la clara limpia usada también para “pegarle” al partido que se busca sacar del poder, para entregarle al mismo como herencia usurpada a la hermana del “preciso”.
“La Familia” no se ha cansado de denunciar, lo que por otro lado el pueblo sabe, que la cabeza del mayor cártel del narcotráfico que hoy existe en México se ubica en Los Pinos. Lo saben los señores ministros y lo saben los legisladores. Pero a García Luna se le entregará el mando único para que continúe realizando la limpia de mujeres en “peligro” de parir pobres y de los jóvenes pobres ya paridos.
Por María Teresa Jardí
Antes de llegado el usurpador con su guerra, con sus varios frentes, decidida en el país vecino como el mandato a cumplir por quien llegara: “haiga sido como haiga sido” a entregar del todo la soberanía de la antaño nación mexicana.
Antes, los narcos nunca se equivocaban.
Los narcotraficantes se asesinaban entre ellos y pocas veces, conocedores de las consecuencias que eso traía, mataban a miembros de la familia del enemigo en disputa por “la plaza”.
Ahora cuando alguno es “sacrificado” en aras, en primer término, del frente de guerra acordado por el usurpador para limpiarle “la plaza” al que más dólares deja. Y en segundo porque sabe que en semanas o meses, luego de vivir aquí, en la cárcel como un pachá, será entregado a los Estados Unidos de Norteamérica para acogerse a ser testigo de los gringos. Impunemente llaman “errores” a crímenes masivos que bien a bien quedan sin investigar el fondo ni el motivo más allá del de la clara limpia usada también para “pegarle” al partido que se busca sacar del poder, para entregarle al mismo como herencia usurpada a la hermana del “preciso”.
“La Familia” no se ha cansado de denunciar, lo que por otro lado el pueblo sabe, que la cabeza del mayor cártel del narcotráfico que hoy existe en México se ubica en Los Pinos. Lo saben los señores ministros y lo saben los legisladores. Pero a García Luna se le entregará el mando único para que continúe realizando la limpia de mujeres en “peligro” de parir pobres y de los jóvenes pobres ya paridos.
Leo por estos días una excelente novela de Jostein Gaarder, editada por Siruela. Un puñado de científicos, de casualidad y por diversas razones, se encuentran en un lugar de las islas Fidji y ahí una de ellos, personaje secundario, dice algo que a mí hace tiempo me da vueltas. La Tierra está enferma. Los humanos somos su virus. Y así como se convirtieran en virus los dinosaurios y bien a bien no se acabe de saber cómo se deshizo la Tierra de ellos. Igual hará con nosotros, los animales humanos, por su propia sobrevivencia.
Lo que sucede en México alucina a propios y a extraños. Desde el poder se inicia una guerra para exterminar, claramente, a dos grupos de mexicanos unidos por la pobreza. A las mujeres y a los jóvenes pobres se les está asesinando por grupos paramilitares que se quieren hacer pasar por sicarios de los narcotraficantes.
Tan útiles los narcos incluso para confundir a médicos que riegan pacíficamente su jardín con “sospechosos” de crímenes que exhiben al Poder como involucrado.
La guerra con varios frentes del conservador panismo mexicano fue decidida por la cúpula capitalista que enferma al mundo. Al punto de que certeramente se puede pensar hoy en el exterminio del animal que lograra desarrollar la conciencia.
“Transcurrirían cientos de millones de años desde que los primeros anfibios salieran a la tierra, hasta que un ser vivo de este planeta fuera capaz de descubrir lo que pasó entonces”, se señala en una carta, que anuncia un manifiesto, contenida en el prólogo del libro que, por cierto, se titula “Maya”. No lo he acabado todavía, pero no duden en comprarlo. “Se tarda miles de millones de años en crear un ser humano. Y sólo se tarda segundos en morir”.
La muerte en México tiene el permiso del usurpador que el país ha entregado al enemigo de la humanidad.
La pregunta es: ¿Cuántas miles más de madres de mexicanos aún no nacidos y cuántos más jóvenes pobres asesinados hacen falta para que los mexicanos nos pongamos las pilas para exigir la salida del “jefe”, que está a punto de lograr dejarle a García Luna el control absoluto de los cuerpos parapoliciacos con los que se realiza la limpia?
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