Apuntes
Por Guillermo Fabela Quiñones
Advertencia por demás ominosa
Como en los tiempos del liderazgo de Adolfo Hitler en la Alemania nazi, cuando se refería a su régimen como el más grande jamás conocido por la humanidad, táctica propagandística que mucho contribuyó a la enajenación de millones de alemanes que vivieron engañados por el dictador, de igual modo Felipe Calderón se la pasa hablando sin ningún recato de los grandes logros de su “gobierno” en cuatro años, lapso que ha costado a los mexicanos el más grande derramamiento de sangre jamás visto en tiempos de paz, así como la descomposición social más profunda conocida en América Latina.
Al cumplirse una década de que el PAN desbancó al PRI del poder, aprovechando el tremendo desgaste del partido antes hegemónico por la evidente traición a sus principios y el olvido total del proyecto de nación de sus fundadores, el inquilino de Los Pinos quiso festejar la efeméride recetando a la nación la misma demagógica cantaleta sobre los resultados de sus políticas públicas antidemocráticas, vistos desde la óptica triunfalista que no admite un asomo de autocrítica, actitud que puso de moda el dirigente de la Alemania nazi.
Lo más destacable, y ominoso, de la verborrea calderoniana, es la amenaza de
perpetuarse en el poder, o cuando menos continuar hasta concluir la obra inacabada que lleva a cabo el líder del partido blanquiazul, y de paso “general manager” de lo más selecto de la oligarquía, que se reparte lo más suculento de los beneficios que deja la explotación de los trabajadores y de los recursos y bienes nacionales. Lo dijo muy claramente: “Vamos por más, porque nuestra obra no ha concluido. Preparémonos para durar y trabajar duro”.Por Guillermo Fabela Quiñones
Advertencia por demás ominosa
Como en los tiempos del liderazgo de Adolfo Hitler en la Alemania nazi, cuando se refería a su régimen como el más grande jamás conocido por la humanidad, táctica propagandística que mucho contribuyó a la enajenación de millones de alemanes que vivieron engañados por el dictador, de igual modo Felipe Calderón se la pasa hablando sin ningún recato de los grandes logros de su “gobierno” en cuatro años, lapso que ha costado a los mexicanos el más grande derramamiento de sangre jamás visto en tiempos de paz, así como la descomposición social más profunda conocida en América Latina.
Al cumplirse una década de que el PAN desbancó al PRI del poder, aprovechando el tremendo desgaste del partido antes hegemónico por la evidente traición a sus principios y el olvido total del proyecto de nación de sus fundadores, el inquilino de Los Pinos quiso festejar la efeméride recetando a la nación la misma demagógica cantaleta sobre los resultados de sus políticas públicas antidemocráticas, vistos desde la óptica triunfalista que no admite un asomo de autocrítica, actitud que puso de moda el dirigente de la Alemania nazi.
Lo más destacable, y ominoso, de la verborrea calderoniana, es la amenaza de
Esto explica porqué su terquedad en mantener a las tropas del Ejército y la Armada en las calles, ya que de otra manera no podría alcanzar ese anhelado objetivo de durar en el poder hasta que la extrema derecha consolide su conservadurismo decimonónico. En el Centenario de la Revolución Mexicana, nada mejor que revalorar y darle vigencia a los principios del Porfiriato, para cobrar oportuna venganza contra quienes osaron enfrentar el poder de los hacendados y del alto clero católico, poniendo fin a una forma de vida medieval que deseaban perpetuar en México.
Según Calderón, “México no merece quedar varado a la mitad del camino del cambio democrático que hemos emprendido, y mucho menos la tragedia de regresar a lo antiguo, a lo autoritario y a lo irresponsable, pues ello significa pobreza, corrupción, negación o simulación de la libertad y el derecho”. ¿Cuál cambio democrático ha experimentado el país en los últimos diez años? Lo único que hemos experimentado los mexicanos ha sido no sólo más de lo mismo que nos recetó el PRI, sobre todo los últimos treinta años, pero de manera más calamitosa y ruin, como lo patentizan los hechos.
El común denominador de esta realidad es la dramática descomposición social que caracteriza a México en la actualidad, en la que sobresale no sólo una violencia imparable provocada por el propio Calderón para “legitimar” su gobierno, sino la aparición de una pobreza entre la población mayoritaria, así como una corrupción en las elites como jamás se había visto. Al cumplirse una década de los que según Calderón son “gobiernos humanistas”, la deshumanización es la principal divisa de las relaciones entre gobernantes y gobernados. Para el régimen sólo existen los aliados incondicionales, los demás sólo cuentan para las estadísticas, pero manipuladas para justificar la demagogia.
¿Qué humanismo puede haber en enviar al desempleo a millones de trabajadores tan sólo para favorecer altas tasas de ganancias a la oligarquía, tal como ha sucedido en esta última década? Es falso que se haya recuperado el número de empleos perdidos el año pasado, como falso también es el triunfalismo del “decálogo” calderonista. Sin embargo, según sus asesores, mientras más se diga una mentira tarde o temprano acaba siendo tenida como una gran verdad. Lo malo para ellos es que la realidad es más terca y contundente, como lo patentizan más de 6 millones de pobres en el último año, más de 7 millones de “ninis”, más de 10 millones de familias campesinas desmovilizadas y enviadas a la improductividad y al hacinamiento en las ciudades.
Es claro que Calderón le apuesta a la táctica de Goebbels como fórmula mágica para seguir en el poder. Con todo, podría afirmarse sin temor que se trata de una apuesta fallida que habrá de perder muy pronto. La realidad siempre acaba imponiéndose.
(gmofavela2010@hotmail.com)
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