A cumplir los pendientes
Por Julio Pimentel Ramírez
El actual grupo en el poder “celebra” el Centenario de la Revolución Mexicana de una manera banal e insustancial, tratando de cubrir mediáticamente la traición a quienes entregaron la vida por democracia y justicia, objetivos fundamentales que hoy se mantienen vigentes dadas las condiciones de vida de más de la mitad de la población que sobrevive en la miseria y la desesperanza, la inseguridad y extrema violencia en que se debate la sociedad, la corrupción que permea a las clases política, empresarial y a las instituciones gubernamentales, así como la persistencia de la injusticia y la impunidad.
Recordemos que después de años de lucha revolucionaria, con la participación destacada de los ejércitos campesinos y sus líderes Emiliano Zapata y Pancho Villa, sin olvidar el legado de Ricardo Flores Magón, así como con la Constitución de 1917 se establecieron los principios, las instituciones y las políticas de Estado que articularon los grandes consensos nacionales durante buena parte del siglo XX: la consagración de los derechos sociales de obreros y campesinos; la reforma agraria, el régimen de economía mixta (con participación privada, estatal y social); el derecho a la educación pública laica y gratuita; la seguridad social y la visión del Estado como factor de la redistribución de la riqueza y el desarrollo económico, entre otros.
Por Julio Pimentel Ramírez
El actual grupo en el poder “celebra” el Centenario de la Revolución Mexicana de una manera banal e insustancial, tratando de cubrir mediáticamente la traición a quienes entregaron la vida por democracia y justicia, objetivos fundamentales que hoy se mantienen vigentes dadas las condiciones de vida de más de la mitad de la población que sobrevive en la miseria y la desesperanza, la inseguridad y extrema violencia en que se debate la sociedad, la corrupción que permea a las clases política, empresarial y a las instituciones gubernamentales, así como la persistencia de la injusticia y la impunidad.
Recordemos que después de años de lucha revolucionaria, con la participación destacada de los ejércitos campesinos y sus líderes Emiliano Zapata y Pancho Villa, sin olvidar el legado de Ricardo Flores Magón, así como con la Constitución de 1917 se establecieron los principios, las instituciones y las políticas de Estado que articularon los grandes consensos nacionales durante buena parte del siglo XX: la consagración de los derechos sociales de obreros y campesinos; la reforma agraria, el régimen de economía mixta (con participación privada, estatal y social); el derecho a la educación pública laica y gratuita; la seguridad social y la visión del Estado como factor de la redistribución de la riqueza y el desarrollo económico, entre otros.
Este proceso revolucionario fue acotado por la derrota de los ejércitos populares y el asesinato de sus caudillos, así como por el acceso al poder de sectores conservadores, principalmente después del gobierno del general Lázaro Cárdenas. La pendiente se precipitó a partir de las administraciones de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo y sigue en caída libre con los gobiernos panistas.
Podríamos extendernos en citar ejemplos que ponen de manifiesto que a cien años de iniciada la Revolución que si bien México ha evolucionado en determinados aspectos, en otros se hace patente que la sociedad actual posee rasgos similares a la de hace un siglo, entre ellos una aguda inequidad con una élite conformada por unas cuantas centenas de multimillonarios que festinan en la mesa del poder, mientras más de dos terceras partes de la población padecen pobreza y miseria.
Más de la mitad de la población carece de empleo formal y los trabajos generados son esencialmente precarios y temporales. El salario llega a ser, para la mayoría de la población, incluso menor en proporción al que se percibía 100 años atrás.
Sin vivir momentos de revolución –cuando son a través de las armas, la violencia conmociona y colapsa a la sociedad en su conjunto, con un alto costo de vidas, antes de alcanzar un nuevo estadio de desarrollo o ser derrotadas- en México la “guerra” contra el narcotráfico (que esconde una estrategia de criminalización de la protesta y movimientos sociales) ha dañado profundamente el tejido social, bañando de sangre gran parte de la República con más de 30 mil ejecuciones, erosionando a las instituciones.
En estos días la información que desnuda la situación de profunda e integral crisis por la que atraviesa México, no ha dejado de fluir. Así, nos enteramos que en los últimos dos años se incrementa al doble el número de niños que padecen hambre, víctimas del neoliberalismo para el que el centro no es el ser humano sino la obtención de alta rentabilidad al mínimo costo.
En un estudio elaborado por UNICEF (organismo de la ONU para la niñez y la infancia) y el CONEVAL, apunta con certeza que el debate público en torno a la crisis y su magnitud se ha centrado en el monitoreo de los indicadores macroeconómicos, en el impacto de la crisis en el empleo y en sectores específicos, como el bancario o el manufacturero, pero poco se ha dicho acerca de sus efectos sobre los niños, niñas y adolescentes, población que incluso antes de la crisis se encontraba en México en una situación desfavorable con respecto a otros grupos en condición de pobreza y de vulnerabilidad.
Para cerrar este ominoso círculo, se hace público otro estudio –elaborado por la REDIM- que señala que este sector, al que se considera en el argot oficial como el futuro de México, está sometido a escalofriantes prácticas de abuso sexual, maltrato y homicidios, al grado de que del 2006 al 2008 alrededor de 23 mil niños y niñas han sido asesinadas, estadística que coloca a nuestro país como líder de la OCDE en ese nada envidiable rubro.
Cabe subrayar que en las tres últimas décadas, de aplicación del modelo neoliberal, el proceso de “contrarrevolución” se aceleró y en los hechos las demandas de justicia (en su sentido social y de verdadera igualdad ante la ley) y democracia (con participación ciudadana conciente y no el actual sistema integrado por partidos políticos, degradado por la ambición de su cúpula y su burocracia) son vigentes y deberán ser cumplidas a partir de un verdadero movimiento de transformación social, en la que sectores sociales y ciudadanos organizados y conscientes tomen el destino en sus manos.
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