Hasta que los mexicanos digamos basta a tanta impudicia
María Teresa Jardí
¿Por qué nos sorprende la actitud de los legisladores? Son los mismos que avalaron la llegada de un espurio sin escuchar los gritos de millones de ciudadanos en la calle exigiendo que no se permitiera a Calderón convertirse en un usurpador. En el fondo ellos también temían a AMLO porque no les interesaba que ni siquiera en lo mínimo cambiara la situación para la clase política.
Desprecian también a los mexicanos pobres los “señores legisladores”. Incapaces incluso ya de entender que Calderón está rasgando el tejido social mexicano, al punto de no tener arreglo posible. Convertido Felipillo en la sanguinaria expresión vulgar de la derecha mundial. Y los legisladores, por dinero, en sus vasallos. Al igual que al usurpador lo mismo ya les dan a los legisladores treinta mil ejecutados que trescientos mil. Pero cuando busquen de nuevo el puesto se fingirán contrariados y querrán cargarle todo el muerto al usurpador panista. No les da para más la materia gris. No tienen visión de futuro. Y si no fueron capaces, viendo cómo se desbarranca al país, de elaborar un presupuesto que dedicara los recursos a la educación, no van a ser nunca jamás representantes del pueblo. De ahí que la lucha sea por un nuevo Constituyente y vano sea el desperdiciar la tinta y los espacios, como hago yo hoy, azorándonos con lo que de sobra ya sabíamos que iba a ser.
María Teresa Jardí
¿Por qué nos sorprende la actitud de los legisladores? Son los mismos que avalaron la llegada de un espurio sin escuchar los gritos de millones de ciudadanos en la calle exigiendo que no se permitiera a Calderón convertirse en un usurpador. En el fondo ellos también temían a AMLO porque no les interesaba que ni siquiera en lo mínimo cambiara la situación para la clase política.
Desprecian también a los mexicanos pobres los “señores legisladores”. Incapaces incluso ya de entender que Calderón está rasgando el tejido social mexicano, al punto de no tener arreglo posible. Convertido Felipillo en la sanguinaria expresión vulgar de la derecha mundial. Y los legisladores, por dinero, en sus vasallos. Al igual que al usurpador lo mismo ya les dan a los legisladores treinta mil ejecutados que trescientos mil. Pero cuando busquen de nuevo el puesto se fingirán contrariados y querrán cargarle todo el muerto al usurpador panista. No les da para más la materia gris. No tienen visión de futuro. Y si no fueron capaces, viendo cómo se desbarranca al país, de elaborar un presupuesto que dedicara los recursos a la educación, no van a ser nunca jamás representantes del pueblo. De ahí que la lucha sea por un nuevo Constituyente y vano sea el desperdiciar la tinta y los espacios, como hago yo hoy, azorándonos con lo que de sobra ya sabíamos que iba a ser.
No sabían, los legisladores, cuando avalaron la llegada de un usurpador, con excepción quizá de sus más íntimos, de lo necesitado que estaba Felipe Calderón de derramar la sangre del pueblo ¿para vengar alguna ofensa sexual sufrida cuando menor?, ¿a causa de padres autoritarios y poco amorosos?, ¿por sus noviazgos fallidos?, ¿por las humillaciones sufridas antes de llegar al control del poder?, ¿un poco de todo?, ¿un mucho de capricho?, ¿bipolaridad?, ¿esquizofrenia?, ¿locura galopante?
Mediocridad y pequeñez, queda claro, que busca encubrir con su bunker jugando a ser un héroe televisivo… No sabían. Pero hoy saben, los legisladores, a lo que juega el que de héroe tiene poco y mucho de asesino. Y si treinta mil ejecutados impunemente no han sido capaces de hacerlos escuchar el descontento ciudadano que debió obligarlos a jugar el papel asignado, aunque no estuvieran preparados para hacerlo de antemano, es porque no tiene remedio la clase política que hoy tenemos en México. La lucha, compañeros, está en otra parte. Querer avanzar con esta clase política es condenarnos al atraso para siempre.
Las instituciones todas perdieron su estructura ética y el pueblo televisivamente deseducado, ante el crimen como regla, no atina a encontrar la salida, que se anuncia ya con toda la violencia que necesariamente tendrá, aunque sea ya tarde para millones de mexicanos y aunque ya nunca las cosas puedan volver a ser como eran antes de la limpia, en particular de jóvenes, que en México lleva a cabo la usurpación fecalista.
Muchos más millones para la guerra que para atender las adicciones. Más equipamiento para seguir derramando la sangre de nuestros jóvenes. Menos recursos para aquello que es necesario atender. No se busca garantizar la vida digna. No se quiere que la vida del pueblo transcurra con la tranquilidad que el respeto a las garantías de seguridad pública y jurídica, sumadas a la salud y el trabajo, propician.
Como es claro que la tele-adicción del pueblo es lo que permite a Televisa ser el poder de facto que se ubica tras el trono. Es claro que el consumo de las drogas es lo que le da poder a los narcotraficantes. Por lo tanto si se baja el consumo se evita que el mercado aumente. Y si no aumenta el mercado las bandas no tienen porqué pelearse y la guerra se convierte en innecesaria, incluso sin llegar a la medida, a la que se llegará, que nadie lo dude, de convertir a la droga en mercancía no clandestina.
Queda claro que en la atención a la salud y en la educación al respecto está la lucha contra el narcotráfico. Pero el Poder Legislativo, que lo sabe, hace como que no sabe y a cambio de prebendas personales y partidarias, se ha plegado una vez más a los caprichos de un usurpador que a México tiñe de rojo con la sangre de sus hijos. La guerra y el abuso, la sordidez convertida en regla y el ejercicio del poder con una ausencia absoluta de escrúpulos continuarán hasta que los mexicanos digamos basta a tanta impudicia.
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