El Despertar
Calderón, un desastre previsible
José Agustín Ortiz Pinchetti
Ningún presidente contemporáneo ha terminado peor su
régimen que Felipe Calderón. Salinas esquivó el desastre financiero desplazando
su revelación y manejo a su sucesor. Lo más espectacular es el fracaso de la guerracontra
el narco, que saturó de horror al país, provocó 120 mil muertes y una
secuela de torturas, desapariciones, vindictas, amén de la
destrucción de medio millón de familias y la descomposición de las fuerzas de
seguridad. A cambio: cero reducción del tráfico y consumo de enervantes.
Su administración fue desastrosa en todos los campos, con
excepción de los controles macroeconómicos impuestos con un costo social brutal
por los ortodoxos funcionarios del viejo régimen. Al repasar el escenario nos
encontramos un avance espectacular de la corrupción con el más pobre desempeño
en la economía, más inseguridad, deterioro de la esperanza y calidad de vida, y
de la cohesión social. No es un daño menor la derrota del PAN, en peligro de
caer a menos de 20 por ciento del voto. Los malos resultados eran previsibles
desde que tomó posesión el primero de diciembre de 2006, por varias razones:
1. Carencia de legitimidad. Es muy difícil echar a andar
un proyecto de gobierno cuando más de la mitad de la población cree que te
robaste la elección. Lo peor es que Calderón no tenía legitimidad ante sí
mismo. Producto de una cultura clerical, vive en una conciencia culpígena que
seguramente lo irritó al punto que quiso compensar lo perdido en las urnas con
una guerra santa de exterminio del mal, sin objetivos estratégicos:
una decisión enfermiza y autodestructiva.
2. No estaba preparado para gobernar México. Se movía muy
bien dentro del PAN, pero su desempeño como coordinador de la fracción panista
y como jefe del partido fue mediocre. El PAN se estancó y perdió el impulso que
le había dado Salinas. Su paso por la administración pública durante el foxismo
fue breve e irrelevante. ¿Cómo podría una persona así, sin grandes luces,
conducir la compleja administración pública federal? Además, Calderón es un
hombre resentido, rígido, iracundo e impulsivo; le gustaba provocar a sus
adversarios y ofender a los priístas, de quienes ahora depende. ¿Cómo, con esas
prendas, podría ser buen presidente?
3. Es un panista clásico, sin vocación de poder. El PAN,
donde creció y se educó, no se proponía alcanzar el poder. Pretendía formar
conciencia entre los ciudadanos y denunciar sistemáticamente al poder y los
poderosos. Esto invalidaba a los panistas para ejercer el poder y sus riesgos.
Esta debilidad ha arrastrado al PAN a una imitación de las peores cualidades
del PRI que ellos criticaban con furia. Han caído en todas las corruptelas,
simulaciones y disimulos que denunció Gómez Morín.
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