martes, octubre 23, 2012

Irrecuperable es la mafia política mexicana : María Teresa Jardí


Irrecuperable es la mafia política mexicana
María Teresa Jardí 

Hay una virtud en la edición sobre crimen organizado que se vende en los kioscos de los diarios de todas las colonias en la capital de la república, y en los del Centro, seguramente, en Mérida y en el resto de las capitales de los estados de la república. La colección de la que les he compartido apenas cualquier cosa. La que está compuesta por libros que dejan el mal sabor de lo atroz y peor aún cuando se sabe irremediable y se vive, como país, en carne propia. La virtud es que igual nos hace comprender, de entrada, como sociedad, dos cosas.
Lo primero que salta a la vista es que si los cuerpos “del orden” y funcionarios diversos y algunos empresarios, no se hubieran vinculado, como protectores y en muchos de los casos convertido en amos del negocio, el pueblo mexicano no estaría viviendo la tragicomedia que espanta al mundo y con la que a buena parte de los mexicanos se nos ha convertido en autistas, sin alcanzar a comprender que cuando el fenómeno de la violencia alcanza los niveles inauditos, a cambio de dinero a raudales para unos cuantos, que a la sociedad mexicana amenaza, por Peña, con seguir imponiendo a todos. 
La segunda es la demostrativa de que si los abismos económicos impuestos a la mexicana como cuestión de manejo de la cosa política. Abismos creados como enfermedad incurable para millones de mexicanos pobres por la mafia política que es parte destacada de esa delincuencia atroz productora de la violencia inaudita que nos hemos acostumbrado a leer desayunando los mexicanos, perdido ya el asombro, como si fuera esa la forma de vida correcta y como si no existieran formas de vida sanas.
Aunque los abismos económicos no logren abatirse, de entrada sí podemos como sociedad organizada empezar a aplicar las recetas para convertirnos en un pueblo sano.
Si lográramos, alfabetizando a los vecinos, escuchando sus problemas, buscando soluciones conjuntas, apagando el televisor y abriendo los libros...
Se quedarían solos los delincuentes mafiosos que controlan el poder.
Es el hambre la que lleva a quienes podrían haber aspirado a ser exitosos cantantes o matemáticos o chefs de cocina o actores o científicos...
Es la miseria impuesta por la mafia política que controla el poder para convertirse ella en la más rica de mundo. Es la miseria impuesta como regla del Estado mexicano para millones con la vida cancelada de varias generaciones. Basta recordar el atraco que ya casi no se nombra conocido como FOBAPROA.
El deseo de venganza por la miseria impuesta es lo que lleva a seres humanos a convertirse en despiadados delincuentes.
A menudo se piensa, yo lo he pensado muchas veces, totalmente convencida, que seres entrenados como kaibiles, no son socialmente recuperables.
Pero también me ha ido quedando cada vez más claro que verdaderamente irrecuperables son esos individuos producto de creaciones monstruosas que se propician desde el poder, como la Gordillo, quien lejos de retirarse con la vergüenza de no haber cosechado, entre los mexicanos, nada más que desprecio y dar en el extranjero pena ajena por el pueblo mexicano,
Irrecuperables son esos fenómenos como la Gordillo que hoy amenaza a Peña haciéndole saber que para ella por debajo de la Secretaría de Educación nada, que para eso es la dueña vitalicia del Sindicato de maestros. Y si no le entrega Peña esa Secretaría, pues la Gobernación a la que también debe aspirar la Gordillo. O quizá aspire a ser la primera secretaria civil de la Defensa. Por qué no. La bipolaridad entre sociópatas también es regla. Hoy esa mujer canalla amenaza a Peña con que deberá atenerse a las consecuencias sino le entrega lo que quiere, que es todo.
Puede ser que la represión a los normalistas michoacanos haya estado acordada entre el colombiano y esa cínica infame representante de lo podrida que está la clase política que a la mexicana sufre un pueblo que ya es tiempo de que se entere y empiece a construir la identidad mexicana producto de un mestizaje incluyente de su parte indígena, de la que debería de haberse sentido orgullosa desde siempre la sociedad mexicana.

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