viernes, noviembre 18, 2011
Reflexión de una derrota : Julio Pimentel Ramírez
Reflexión de una derrota
Julio Pimentel Ramírez
Aunque aún faltan etapas del proceso electoral de Michoacán, los resultados esenciales ya están dados con la ratificación del cómputo oficial del triunfo del PRI y el reconocimiento, a regañadientes y con balbuceos, de Luisa María “Cocoa” Calderón de que la gubernatura es del priísta Fausto Vallejo, se pueden adelantar algunos comentarios sobre estos comicios que marcan derrotas del PAN -si bien este partido avanzó en cuanto a sufragios obtenidos y a posiciones en los ayuntamientos, su debacle es estratégica pues a pesar de una intensa intervención del gobierno federal no logró imponer a la “hermana preferida”- y de manera innegable del PRD, que pierde uno de sus bastiones.
Si bien será necesario realizar un balance de lo que significa, de lo que hicieron y dejaron de hacer, las dos administraciones del partido del sol azteca, la de Lázaro Cárdenas Batel y Leonel Godoy, en esta ocasión nos referiremos a reflexiones de militantes perredistas, preocupados por entender las causas del golpe sufrido y con ello en un ejercicio de profunda y sincera autocrítica extraer las lecciones que permitan a su partido continuar en la lucha por una sociedad mejor para los michoacanos y mexicanos en su conjunto.
Para algunos de ellos, la derrota contundente del PRD (cayó al tercer lugar en la lucha por el Solio de Ocampo, al segundo en el Poder Legislativo y cede importantes ayuntamientos a sus opositores) en el proceso electoral para renovar el Ejecutivo estatal, el Congreso local y las 113 presidencias municipales, obedeció a diversos factores endógenos y exógenos.
Entre los factores internos, derivados de la dinámica partidaria, se pueden enunciar algunos de ellos:
La falta de unidad de acción electoral de la militancia perredista en el presente proceso electoral, empezando por el gobernador Leonel Godoy, quien tuvo un papel de primer orden en la designación de candidatos por medio de su alfil, el presidente del PRD, Víctor Báez Ceja, reservando distritos y municipios: 70 de las 113 candidaturas a presidencias municipales y 19 de los 24 distritos para las diputaciones locales.
Es obvio subrayar que esto se entendió como vil dedazo del gobernador y provocó desaires e indisciplina partidista al grado no sólo de no votar, sino sobre todo de incumplir sus funciones como militantes en la organización y agitación electoral que el caso amerita. En esto último como militante el gobernador pudo haber dado mucho más, consideran voces críticas del perredismo michoacano.
Hubo mayor presencia en los actos de campaña de dirigentes perredistas de fuera del estado -importante presencia sobre todo en aspectos mediáticos pero no de la misma magnitud en las filas de una militancia dividida y desanimada- que del gobernador y de los dirigentes de las tribus michoacanas, más preocupadas por defender posiciones particulares que los intereses de los michoacanos y el proyecto histórico del partido.
Varios candidatos a diputados y a presidentes municipales, como en Morelia, o carecían de total experiencia político electoral o por su quehacer político anterior no eran bien vistos por la sociedad, como lo demostró la derrota en la capital y en los cuatro distritos que lo componen.
Además, por los acuerdos de cúpula y sin consultas a las bases perredistas y a la sociedad, se integró un listado de candidatos a diputados plurinominales que incluyó a personajes que ya han tenido participación en otras legislaturas, provocando el desprecio no sólo hacia los candidatos plurinominales sino a todo el partido en general.
La imposición por “acuerdo” del dirigente estatal de PRD provocó malestares entre las tribus perredistas. La total inexperiencia del líder partidario en el batallar de la gran matriz de la lucha de clases y de los consensos necesarios para lograr si no la unidad orgánica al menos la unidad de acción, es uno de los balances que se puede adelantar.
La confusión por parte de los militantes del partido que rechazaban a Silvano Aureoles, perdiendo de vista que en este proceso lo que estaba en juego no era el candidato sino el proyecto de nación -y del Michoacán que queremos transformar-, de educación y de hombre que tiene la izquierda mexicana.
No puede obviarse que en ciertos sectores del PRD prevalecía la creencia de que al haber ganado las dos anteriores gubernaturas, la tercera estaba a la vista; confiándose la burbuja perredista y olvidándose del empuje a gran escala, de menor a mayor, que demanda el proceso electoral si se desea el triunfo.
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