Julio Hernández López
Astillero
Súper Felipe contra narcoelecciones
Nueva tesis a conveniencia
EPN: cesarismo temprano
Beltrones, por definir
El hermano de Cocoa pretende convertir la derrota de Michoacán en eventual justificación de desajustes y distorsiones en los comicios de 2012. La campaña de posicionamiento nacional del narcotráfico como un peligro para las elecciones fue inaugurada por Luisa María Calderón Hinojosa, al adjudicar a imprecisos cárteles dominantes del sur de la entidad que aspiraba a gobernar la causa de que supuestos seguidores suyos no tuviesen condiciones adecuadas para expresarse en las urnas. Luego, en demostración clara de que hay una consigna discursiva de largo plazo, el nuevo secretario de Gobernación, Alejandro Poiré, y el subsecretario que durante unos días se encargó de la cartera, a la muerte de José Francisco Blake, hablaron en similares términos, advirtiendo de los riesgos de que esos delincuentes organizados pudieran imponer sus reglas y órdenes en procesos electorales.
Y ayer el Señor de la Guerra (poseedor de la certificación de calidad ISO- 50000, y lo que falta) aprovechó el foro conmemorativo de la Revolución Mexicana para dar caracter plenamente oficial a su peligrosa tesis, sembrando así formalmente el argumento que podría dar pie a la suspensión general o parcial del proceso electoral del año venidero, a la adulteración programada de sus resultados o a la impugnación sostenida de ellos, conforme conviniera a los intereses de la misma instancia que desató esa guerra, que la ha modelado y que podría usarla para cerrar devastadoramente el ciclo desquiciado del calderonismo que con desesperación busca alguna forma de no dejar el poder.
Para dar a conocer su nueva misión histórica, Felipe Calderón distorsionó el sentido de la lucha revolucionaria de 1910 y acomodó a sus necesidades de 2012 la interpretación de lo que debe ser un demócrata. En su discurso oficial de ayer dijo que hoy México necesita demócratas que, desde todas las instituciones del Estado, luchen por defender a la sociedad de sus mayores amenazas que representan la violencia, la criminalidad y la impunidad. Enseguida pronunció su declaración central, sintácticamente enredada pero política y casi militarmente clarísima: demócratas que reconozcan y que, en consecuencia, actúen cuando la intromisión de criminales en la determinación del voto libre de los ciudadanos es, simple y sencillamente, sea por acción u omisión, inadmisible.
¡Zas! El superhéroe de Los Pinos entrará en acción para defender el voto cada vez que a su juicio se esté en presencia de intromisiones en procesos electorales, como entiende que sucedió en Michoacán con su hermana (que consiguió la irónica hazaña del voto por voto en Morelia), pero sólo en materia de narco no amigo, y no respecto a la monumental operación que hubo con recursos federales en apoyo fraterno, donde abonaron sus números finales algunos factores similares a los ahora denunciados.
Mientras tanto, Enrique Peña Nieto y la embravecida parte del PRI que le apoya están realizando la plausible tarea de advertir oportunamente al país lo que le espera si llegan al poder. Tan ofensivas resultan las alianzas hechas con las bandas del Verde Ecologista y el Panal, y tan evidentes las maniobras realizadas por Humberto Moreira para favorecer al jefe Peña Nieto, que incluso priístas de larga trayectoria, acostumbrados a transitar por suciedades políticas sin hacer un solo gesto de desagrado, ahora expresan en público y en privado su rechazo a lo que está sucediendo en el partido que, según las encuestas de opinión tradicionales, tiene la mayor posibilidad de triunfar en las próximas elecciones.
Peña Nieto está actuando en la presunta antesala del poder con arrogancia caprichosa pero, sobre todo, dejando ver una vocación firme por la arbitrariedad, el grupismo y la corrupción. En su cesarismo precoz, el precandidato estético comisionó a personeros suyos para negociar a nombre del PRI alianzas electorales que dañan al interés específico del tricolor y de sus militantes pero, además, al interés nacional (el pasado 17, al firmar el convenio de coalición con el Verde y el Panal, Moreira dedicó el primer párrafo de su discurso a agradecer la negociación hecha por Salomón Rosas y Jesús Alcántara, identificados plenamente con la corriente de Peña Nieto, como si éste ya fuera el candidato, cosa además exigida por los coaligados). A la profesora Gordillo le ha abierto la puerta para que designe candidaturas como en los peores tiempos de la política mexicana, es decir, para los familiares de la cacique, en este caso para su hija, Mónica Arreola, que iría al Senado por Chiapas, y a su yerno, Fernando González, que podría ir a una candidatura por Sinaloa. Y a otro sabido ejemplo de negocio grupal, el Verde Ecologista, le ha asignado la postulación al gobierno de Chiapas para beneficio del amigo personal del propio Peña Nieto, Manuel Velasco Coello, y una candidatura a senador por Quintana Roo para el negativamente famoso Niño Verde, Jorge Emilio González (de sabidos negocios e intereses en Cancún).
Antes de ser candidato oficial, el familiar de Arturo Montiel ya ha causado división y encono en el priísmo en Chiapas, Quintana Roo, Jalisco, Sinaloa y Distrito Federal (en éste hubo violencia física, con algunos heridos, en el proceso de elección de miembros del consejo político, y con el telón de fondo de la disidencia del dirigente de los pepenadores en la capital del país, Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre). Además ha defendido ardorosamente a su operador en el PRI, Humberto Moreira, no sólo en cuanto a su desempeño político nacional, sino en relación con el enorme endeudamiento que tuvo Coahuila.
Por si fueran pocos esos flancos abiertos, la marrullería de Moreira (es decir, la del propio Peña Nieto) ha dado una oportunidad dorada al senador Manlio Fabio Beltrones para confrontar el manejo faccioso e irresponsable de ese partido, pues el coahuilense suprimió de la convocatoria a aspirantes a la candidatura presidencial unas líneas que trataban de frenar la cargada evidente a favor del mexiquense. ¡Hasta mañana!
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