Indignante cinismo reeleccionista
Alejandro Gertz Manero
Es indignante el cinismo con el que algunos partidos políticos defienden la reelección de funcionarios del Poder Legislativo y de los municipios, alegando que de esa manera se logrará que dichos “representantes populares” rindan cuentas y cumplan con sus obligaciones, cuando todos sabemos que en las elecciones para presidentes municipales, diputados y senadores no vota ni 40% de los ciudadanos, y la mayoría de los que sí sufragan son acarreados y comprados, o pertenecen a grupos y fuerzas de choque que controlan el ambulantaje, la basura, los monopolios del transporte y cualquier otro clientelismo ilegal y electoral.
De esa manera, realmente sólo votan en forma independiente y pensante una fracción que no llega ni al 20% del padrón electoral nacional, lo cual significa que los que quieren reelegirse en este sistema tan falaz y antidemocrático solamente están buscando la prevalecencia autoritaria de los partidos que pretenden eternizar a sus favoritos y a sus incondicionales, convirtiendo al Poder Legislativo y a los municipios en auténticos bastiones dictatoriales para dichos partidos y sus beneficiarios.
En esas circunstancias, y salvo muy contadas excepciones, la inmensa mayoría de quienes llegan al Legislativo lo hacen por la gracia del oligopolio partidista y el control de los votos antidemocráticos de quienes representan una verdadera afrenta a la participación ciudadana y a la transparencia, lo cual tiene como consecuencia la cerrazón legislativa que vivimos a diario cuando tratamos de hacer pasar iniciativas en el Congreso que realmente representen a los intereses de la comunidad, y así vemos cómo el cambio integral en seguridad y justicia lo tienen atorado los partidos, y en las leyes sobre rendición de cuentas y transparencia ante los ciudadanos también los obstáculos se multiplican, para que los monopolios del poder puedan seguir siendo impunes.
Si esta farsa de la supuesta democratización a través de la reelección quisieran los partidos convertirla en una realidad transparente y participativa, el asunto es muy fácil de resolver, ya que la Constitución General de la República, en su artículo 36, fracción tercera, señala con toda claridad y contundencia que es obligación de los ciudadanos de la república el “votar en las elecciones populares en los términos que señale la ley”.
Esta mínima obligación que señala la Constitución, y que significa perder unas cuantas horas de nuestro tiempo cada tres años para ir a votar, es donde está la clave del triunfo o el fracaso democrático del país, ya que el día en que esta obligación esté sancionada en la ley para que aquel que no la cumpla se le aplique una multa o se le obligue a realizar trabajo comunitario limpiando escuelas o apoyando de alguna manera a la población, se podrá evitar que los mexicanos nos neguemos a asumir esa mínima responsabilidad política que es la esencia de la democracia y la base del cambio que tanto necesitamos.
En esa votación obligatoria cada uno de nosotros tendríamos que expresar con toda claridad si apoyamos a cualquiera de los candidatos que nos quieran imponer los partidos, o si queremos votar por un tercero que sea independiente y ciudadano, rompiendo así el oligopolio partidista, o si definitivamente expresamos nuestro repudio al poder público con una negativa total o con un voto en blanco, todo lo cual nos dará a los mexicanos el diagnóstico más preciso de lo que la población de este país opina sobre sus políticos y sobre su vida pública, y lo que realmente deseamos que ocurra, y eso es algo invaluable y de verdadera avanzada.
Ese día, cuando prácticamente todos votemos, entonces la reelección será un asunto absolutamente intrascendente, ya que la expresión de los mexicanos será tan contundente que solamente aquel partido y aquellos legisladores o presidentes municipales que realmente hayan cumplido podrán pensar en repetir en su tarea, y entonces sí habrá la posibilidad real de candidaturas ciudadanas, un verdadero referéndum nacional y una consulta popular que ahora tanto se discute y se promueve inútil y demagógicamente, y que deberían estar expresadas en esta obligación fundamental y este derecho que tenemos todos los mexicanos, que debe convertirse en el verdadero parteaguas de la reforma democrática del país.
Estoy seguro de que a través de los votos expresados por la que ahora es una inmensa mayoría silenciosa y pasiva se iniciará el cambio en el que la responsabilidad, la transparencia y la rendición de cuentas comenzarán a abrirse camino en medio de este lodazal político de falsedades, de mentiras y de simulaciones, en el cual tenemos la desgracia de estar viviendo.
Por tal motivo, en los próximos días presentaré ante la Cámara de Diputados una iniciativa para que el precepto constitucional que nos obliga a votar sea reglamentado con las sanciones correspondientes de multa y trabajo comunitario para quien no cumpla con esta mínima obligación de votar libremente y en el sentido en que cada quien desee, generando así un verdadero cambio que va a ir más allá de las quejas, las críticas o el sometimiento pasivo, con todas sus nefastas consecuencias.
editorial2003@terra.com.mx
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