El PAN se vende como producto chatarra
Por María Teresa Jardí
Como lo prometido es deuda y aunque tantas veces la realidad, tan terca, obligue a cambiar el tema, va la continuación de la radiografía que me hiciera llegar un amigo inteligente desde Morelia, de cara a la elección, arreglada, para que gane la hermana del que con cinismo usurpa a pesar de saltar a la vista su alma de genocida.
“...Como los productos milagrosos, el PAN ofrece una tarjeta que ya se puede adquirir. También regala todo lo que puede. ‘¿Quién te dio ese vaso?’ -le pregunta un mesero a su niño pequeño. ‘Me lo dio mamá Cocoa’ -responde el niño. ‘No le andes diciendo así a esa señora..., te pueden salir granos en la boca’, le dice su papá.
A falta de territorio y de pueblo, las medidas de la campaña se vuelven irritantes para la gente que a duras penas logra dar lo esencial a sus hijos. No sabe qué decir el muchacho al que le pregunto sobre lo que pasará con él después de las elecciones. En muchas esquinas grupos de muchachos agitan banderas de alguno de los partidos, a veces en un lado están los del PAN y en otro los de otro partido puesto que nos encaminamos hacia la democracia de la emocionalidad inmediata. Ese muchacho recibe una paga por hacer eso. Dice que es una beca para ayudarlo en sus estudios, aunque es miembro de una población para la que los estudios son gratuitos... Pero no sabe qué pasará luego..., con sus estudios, sus proyectos, su porvenir. Todo un proceso electoral que se sostiene en necesidades fundamentales convertidas en mercadería.
Trata uno de entender la mezcla de realidades. Al leer analistas que escriben sobre el proceso en Michoacán, capta uno que son como los pájaros que se detienen un momento en la alambrada que se tiende arriba, en las calles. No expresan lo que piensan o creen los caminantes sino lo que el cable les hace decir. Y la realidad inexistente que sólo ellos ven contamina los caminos. Nadie sabe a dónde se llegará y se teme que se prepara una traición a lo que cada quien tiene que decir, aunque sea mediante su voto, en esta democracia tan reducida y pobre. ‘Así ha sido en este Estado —dice la mujer que atiende la caja de una cafetería— las cosas se definen en otro lado, se negocian fuera según el conflicto que nos meten’. No se reconoce eso como violencia. Se le llama ‘política’.
Al margen de esa ilusión por la que la democracia ya es y sólo falta avanzar y sortear peligros u obstáculos que la detienen, si alguna lección saca uno de este proceso electoral en Michoacán es que la población real busca la experiencia, la madurez plena en quien va a gobernar y desconfía de quien no tiene eso que llega con la edad y con la honestidad. Sólo esa plenitud puede hacerse cargo de los problemas del otro sin imponerle la propia y reducida visión. Es algo que se experimenta de manera inmediata: el peso anímico de candidatos. Pero la mediatización sigue haciendo proliferar su propia y triste realidad. Lo que se sabe y se cree de manera inmediata, a base de experiencia y de encuentro con otros en un contexto determinado, frente a los poderes que se presentan bajo la apariencia de saber mejor y más profundamente lo que uno realmente es y su contexto, lo que debiera saber, experimentar y percibir...”.
El PAN se vende como lo que es: un producto chatarra. Se vendía como demócrata y el PAN en México ha ejecutado también incluso a la más formal de las democracias. Se vendía como trabajador por el bien común y ha demostrado, hasta la saciedad, que sólo cree en el bien del dinero con el que llena sus bolsillos. Si bien no era del todo nacionalista, tampoco se mostraba antes como el entreguista de mierda que ha demostrado ser. Si bien creía que la culpa de los delitos la tenía la noche y los padres permisivos. Tampoco nadie podía esperar que iba a convertirse en genocida con Calderón como cabeza...
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