Otra década perdida para el desarrollo
SAMUEL ORTIZ VELÁSQUEZ
La primera década del siglo XXI significará para México otro retroceso en materia de desarrollo, desde la década de los 80. Para efectos de evaluar el desempeño de la economía, consideramos dos indicadores: el crecimiento del producto por habitante (como indicador de dinamismo económico) y el cociente entre el ingreso de 40 por ciento de los hogares más pobres y el ingreso de 10 por ciento de los hogares más ricos (como indicador de equidad en la distribución del ingreso).
Con relación al primer aspecto, de 2000 a 2008 (periodo de gobiernos panistas), el producto per cápita ha crecido cada año a una tasa media de apenas 1 por ciento (y a 0.2 por ciento si se considera el año 2009), en los 90 su crecimiento fue de 1.3 por ciento y en los 80, la primera “década perdida para el desarrollo”, el producto per cápita decreció anualmente a una tasa de 0.7 por ciento.
En un contexto interno, estos datos contrastan notablemente con el desempeño de este indicador durante las tres décadas previas al neoliberalismo, cuando el producto per cápita crece a 2.5, 2.9 y 3.3 por ciento, respectivamente. En un contexto externo, el crecimiento del indicador ha sido muy inferior al observado por los países de América Latina y las economías del sudeste asiático, lo cual evidencia la enorme divergencia que se abre con respecto a países de similar nivel de desarrollo y los países desarrollados.
Si tomamos como referencia el año 1984, de 2000 a 2008 prevalece la inequidad en la distribución del ingreso. En efecto, en 1984 40 por ciento de los hogares urbanos más pobres percibían 20 por ciento del ingreso total y 10 por ciento de los hogares urbanos más ricos, captaban 25.8 por ciento. Para una mejor visualización de las cifras diremos que 40 por ciento de los hogares urbanos más pobres contaba con un ingreso que equivalía a 78 por ciento del ingreso de 10 por ciento de los hogares urbanos más ricos. La relación era similar en los hogares rurales.
Durante los años 1994, 1998 y 2000, se aprecia que la distribución del ingreso se torna más inequitativa, pues en esos años, 40 por ciento de los hogares urbanos más pobres se apropian de apenas 17 por ciento del ingreso generado, ¡un descenso de 15 por ciento si se compara con 1984!, mientras 10 por ciento de los hogares más ricos se apropia de 33.6 por ciento del ingreso, ¡un incremento relativo de casi 30 por ciento comparado con el año 1984! Así, en el año 2000 el ingreso de 40 por ciento de los hogares urbanos más pobres equivalía apenas a la mitad del ingreso de 10 por ciento de los hogares urbanos más ricos, es decir, se presenta ¡un retroceso de 36 por ciento en la equidad, comparado con 1984! En los hogares rurales, la distribución del ingreso es más regresiva: el indicador de equidad cae a 40 por ciento.
Para 2008, la situación no mejora, pues la participación en el ingreso total del 40 por ciento de los hogares urbanos más pobres sube apenas a 18.1 por ciento (1 punto porcentual más comparado con el año 2000), mientras 10 por ciento de los hogares urbanos más ricos continúan apropiándose de la tercera parte del ingreso generado.
En suma, la primera década del nuevo siglo refleja nítidamente el fracaso del modelo neoliberal, pues se asiste al cuasi estancamiento del producto per cápita y prevalece la inequidad en la distribución del ingreso. En breve, el cuasi estancamiento del producto per cápita se explica en lo básico por la baja tasa de acumulación productiva (privada y pública) y el despilfarro del excedente económico que ha caracterizado a la economía mexicana durante los últimos 30 años. Es urgente transitar hacia un nuevo modelo de desarrollo que ponga el acento en la elevación de los niveles de la inversión, el producto, el empleo y en una distribución del ingreso más equitativa.
La primera década del siglo XXI significará para México otro retroceso en materia de desarrollo, desde la década de los 80. Para efectos de evaluar el desempeño de la economía, consideramos dos indicadores: el crecimiento del producto por habitante (como indicador de dinamismo económico) y el cociente entre el ingreso de 40 por ciento de los hogares más pobres y el ingreso de 10 por ciento de los hogares más ricos (como indicador de equidad en la distribución del ingreso).
Con relación al primer aspecto, de 2000 a 2008 (periodo de gobiernos panistas), el producto per cápita ha crecido cada año a una tasa media de apenas 1 por ciento (y a 0.2 por ciento si se considera el año 2009), en los 90 su crecimiento fue de 1.3 por ciento y en los 80, la primera “década perdida para el desarrollo”, el producto per cápita decreció anualmente a una tasa de 0.7 por ciento.
En un contexto interno, estos datos contrastan notablemente con el desempeño de este indicador durante las tres décadas previas al neoliberalismo, cuando el producto per cápita crece a 2.5, 2.9 y 3.3 por ciento, respectivamente. En un contexto externo, el crecimiento del indicador ha sido muy inferior al observado por los países de América Latina y las economías del sudeste asiático, lo cual evidencia la enorme divergencia que se abre con respecto a países de similar nivel de desarrollo y los países desarrollados.
Si tomamos como referencia el año 1984, de 2000 a 2008 prevalece la inequidad en la distribución del ingreso. En efecto, en 1984 40 por ciento de los hogares urbanos más pobres percibían 20 por ciento del ingreso total y 10 por ciento de los hogares urbanos más ricos, captaban 25.8 por ciento. Para una mejor visualización de las cifras diremos que 40 por ciento de los hogares urbanos más pobres contaba con un ingreso que equivalía a 78 por ciento del ingreso de 10 por ciento de los hogares urbanos más ricos. La relación era similar en los hogares rurales.
Durante los años 1994, 1998 y 2000, se aprecia que la distribución del ingreso se torna más inequitativa, pues en esos años, 40 por ciento de los hogares urbanos más pobres se apropian de apenas 17 por ciento del ingreso generado, ¡un descenso de 15 por ciento si se compara con 1984!, mientras 10 por ciento de los hogares más ricos se apropia de 33.6 por ciento del ingreso, ¡un incremento relativo de casi 30 por ciento comparado con el año 1984! Así, en el año 2000 el ingreso de 40 por ciento de los hogares urbanos más pobres equivalía apenas a la mitad del ingreso de 10 por ciento de los hogares urbanos más ricos, es decir, se presenta ¡un retroceso de 36 por ciento en la equidad, comparado con 1984! En los hogares rurales, la distribución del ingreso es más regresiva: el indicador de equidad cae a 40 por ciento.
Para 2008, la situación no mejora, pues la participación en el ingreso total del 40 por ciento de los hogares urbanos más pobres sube apenas a 18.1 por ciento (1 punto porcentual más comparado con el año 2000), mientras 10 por ciento de los hogares urbanos más ricos continúan apropiándose de la tercera parte del ingreso generado.
En suma, la primera década del nuevo siglo refleja nítidamente el fracaso del modelo neoliberal, pues se asiste al cuasi estancamiento del producto per cápita y prevalece la inequidad en la distribución del ingreso. En breve, el cuasi estancamiento del producto per cápita se explica en lo básico por la baja tasa de acumulación productiva (privada y pública) y el despilfarro del excedente económico que ha caracterizado a la economía mexicana durante los últimos 30 años. Es urgente transitar hacia un nuevo modelo de desarrollo que ponga el acento en la elevación de los niveles de la inversión, el producto, el empleo y en una distribución del ingreso más equitativa.
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