viernes, octubre 29, 2010

Apuntes
Por Guillermo Fabela Quiñones
En medio de la barbarie, ¿vivir mejor?

Tal parece que Felipe Calderón sigue suponiendo que su lema, “Para vivir mejor”, tiene validez. Lo mantiene invariable, no obstante que desde que asumió el poder subrepticiamente, entrando por la puerta trasera de la Cámara de Diputados, la calidad de vida de la inmensa mayoría de mexicanos ha bajado de manera dramática. Esto demuestra su total alejamiento de la realidad que vive el país, pues resulta inaceptable que se pueda vivir mejor en medio de inenarrables tragedias que están enlutando miles de hogares.
Como si su “guerra” contra el crimen organizado no hubiera sido el detonador de la violencia extrema que hoy caracteriza a México, se deslinda de la situación tan sangrienta que enfrentamos los ciudadanos, y echa toda la culpa a los delincuentes que se han adueñado de cientos de comunidades en el territorio nacional. Sin embargo, nadie podría rebatir que haber sacado al Ejército a las calles significó el arranque de la lucha armada que al paso de los días se convirtió en el punto nodal de la vida nacional, al grado extremo de que dejó de ser noticia el número de crímenes, cada vez más salvajes, que se cometen en el país con absoluta impunidad.
Según el inquilino de Los Pinos, Vicente Fox cometió la equivocación de no sacar a las tropas de sus cuarteles a combatir a los cárteles. Dijo en reciente entrevista a la BBC de Londres: “Creo que si México hubiera comenzado a luchar contra este problema hace diez años, estaríamos hablando ahora de un asunto completamente diferente”. Sin duda, pues a estas fechas el número de muertos nos colocaría en el primer lugar mundial, muy por encima de los fallecidos en los conflictos en el Medio Oriente y en las guerras de Estados Unidos contra Irak y Afganistán. El país sería completamente ingobernable, al haber favorecido la organización de las mafias en un momento aún más propicio, cuando la economía presentaba signos favorables y la ciudadanía seguía teniendo confianza en el futuro. Se habrían fortalecido más pronto.

Es increíble, pero Fox actuó con sentido de responsabilidad y no cometió la estupidez de sacar a las fuerzas armadas a enfrentar a delincuentes comunes, contraviniendo no sólo el ordenamiento constitucional, sino favoreciendo que los soldados perdieran la estimación de la gente, al tener que cometer actos de violencia irracional contra la población civil, de los que la sociedad ha tenido oportuno conocimiento. ¿De qué ha servido colocar al Ejército y la Marina en la senda del descrédito si el poderío de los cárteles y de la delincuencia organizada es mayor cada día, como lo patentizan los hechos? Si Fox hubiera dado semejante paso anticonstitucional, a estas alturas las fuerzas armadas serían un enemigo más a los ojos del ciudadano común.
Hasta el propio secretario de Gobernación, Francisco Blake Mora, admitió que a la fecha son ya 400 los ayuntamientos dominados por los cárteles del narcotráfico, aun cuando en realidad tal cifra es mucho mayor, de acuerdo con un estudio de la Unidad de Análisis sobre Violencia Social de la UNAM. Allí se puntualiza que los ayuntamientos controlados por las mafias podrían ser más de 900 en todo el país, situación que demuestra la condición de Estado fallido de México en este momento, en lo que coinciden diversas organizaciones no gubernamentales.
Tan de nada ha servido haber expuesto a las fuerzas armadas al descrédito popular, que cada día crece el número de hechos de violencia extrema en agravio de la población civil. Es indignante que en este año hayan fallecido 95 jóvenes víctimas de masacres perpetradas por grupos del crimen organizado, como las cometidas recientemente en Tepic, Nayarit, y en Tijuana, Baja California, así como las ocurridas meses atrás en Chihuahua y en Pueblo Nuevo, Durango. Se llegó al colmo el miércoles, cuando tres hombres y una mujer fueron fusilados en una unidad habitacional de Acapulco, Guerrero.
Por supuesto que, como afirma Calderón paladinamente, “nada justifica esos condenables actos de barbarie”. Con todo, tampoco nada justifica la barbarie homicida que significa apuntalar las causas que favorecen un estado de cosas inaceptable, como son las políticas públicas dirigidas a fortalecer monopolios y acrecentar las tremendas injusticias que provocan mayor desempleo, pérdida creciente del poder adquisitivo de las familias, falta masiva de oportunidades a los millones de jóvenes que ni estudian ni trabajan y se convierten en carne de cañón del crimen organizado. Pero Calderón todo lo reduce a “la desesperada guerra intestina o contra sus adversarios” que mantienen los cárteles del narcotráfico. Esta situación tan dramática la propició el inquilino de Los Pinos con su irracional “guerra” en la que involucró al Ejército y a la Armada. El problema en lo sucesivo será cómo revertir el daño moral a las fuerzas armadas.

(gmofavela2010@hotmail.com)

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