Marcial Maciel, el pederasta solitario
Bernardo Barranco V.
Bernardo Barranco V.
Hace unas semanas, en la reactivación del proceso canónico de beatificación de Juan Pablo II, percibí una señal contradictoria, como si el episodio de Marcial Maciel jamás hubiera existido. Autismo católico ante el carisma aún vivo de Karol Wojtyla, me dije, sin embargo, la extensa carta firmada por el delegado pontificio Velasio de Paolis, el pasado 19 de octubre, dirigida a los legionarios, es a todas luces desconcertante. Puede significar una seria y preocupante regresión. Sin embargo, aún persisten lecturas posibilistas, como la del vaticanista Sandro Magister, articulista de L’Espresso, quien refiere “cambios en la continuidad” de los legionarios y que éstos van a fondo, pese a la resistencia de la actual directiva. Sin embargo, el tono utilizado por el futuro cardenal De Paolis es muy conciliador y contrasta con los enérgicos documentos precedentes, especialmente aquel emanado de las investigaciones de los visitadores pontificios, publicada en mayo del presente año, en la que establecía que los crímenes de Maciel eran cobijados por un “sistema de poder”. El comunicado es particularmente severo sobre el “sistema de relaciones” elaborado en torno a Maciel, sobre el “silencio de los que estaban a su alrededor” y el “mecanismo de defensa” de su vida indigna.
En una primera lectura de la misiva, De Paolis parece estar exonerando y confirma al primer círculo de poder de los legionarios cuando tan sólo hace unos días en Roma se rumoraba una ruptura entre De Paolis y los superiores legionarios, especialmente con Luis Garza Medina, vicario general, de quien se aseguraba su renuncia o remoción. Otro vaticanista, Andrea Tornelli, muy cercano a los corrillos de la curia, refirió fuertes tensiones en el proceso. Recientemente escribió en su blog: “La impresión prevaleciente en los palacios sacros vaticanos es que algunos responsables de los legionarios pretendan relegar el rol del delegado solamente a la revisión de los estatutos, sin querer ceder el control efectivo de su actividad, como por el contrario pide la Santa Sede, que quiere salvar a la legión y no disolverla”.
Resulta también desconcertante que el mismo De Paolis relativice su propia autoridad y su rol, se reafirma como un “delegado pontificio que acompañará la renovación de la congregación”; cuando el decreto, firmado por el secretario de Estado, Tarciso Bertone, el 9 de julio, le otorga a De Paolis plenos poderes sobre la legión, el primer numeral lo sentencia: “La autoridad concedida por el Santo Padre al delegado pontificio, muy amplia y que se ha de ejercer en nombre del mismo Sumo Pontífice, se extiende a todo el instituto: a todos los superiores, a los diversos niveles (dirección general, provincial y local) y a todas las comunidades y a cada religioso.
“Tal autoridad implica todos los problemas propios del instituto religioso y puede ser ejercitada siempre que el Delegado lo considere necesario para el bien del instituto mismo, incluso derogando las constituciones”. Cuando todos dábamos por hecho que la renovación pasaba por la remoción de la nomenclatura, actualmente en el poder de los legionarios, De Paolis ratifica a los directores y apuesta por una larga y no cosmética transformación de la congregación; pareciera exculpar a los directivos de las fechorías de Maciel, pero no mete las manos al fuego por ellos.
En todo caso queda la impresión, a todas luces absurda, de que Maciel fue una mente perversa que no llegó a contaminar la estructura de la congregación, una especie de sicópata solitario. Absurdo. Tanto tiempo, tantas vidas de Maciel, abusos en el manejo de dineros y recursos logísticos de la legión, exagerado culto a su personalidad; tantas mentiras y opacidades sistémicas, como para poner en duda, ahora, que las graves aberraciones de Maciel no contaron con la complicidad estructural de su primer círculo de poder. Todos los indicios conducían a la conclusión de que detrás de las patologías de Maciel estaban las patologías de la propia estructura de los legionarios.
Ya circulan lecturas triunfalistas suscritas y elaboradas por los propios legionarios a la carta en cuestión, llenas de desafiantes revanchanchismos, tomamos de ejemplo el texto firmado por Jorge Enrique Mújica: “Pero la mina de oro se agotó. Si ya el tema en sí mismo comenzaba a cansar por esos tintes de novela danbrowniana, ha sido precisamente el delegado del Papa, quien de modo ‘tumbativo’ ha dado respuestas claras, directas y contundentes sobre la situación de la legión y del Regnum Christi en una carta dirigida precisamente a los primeros interesados. Se trata de una misiva llena de realismo que, para tristeza de algunas “aves del mal agüero” informativo, matiza, corrige y aclara cuestiones trascendentales para el presente y futuro de esta familia religiosa. […] Muchos vaticinaban esa destrucción y ventilaban los rumores e interpretaciones infundadas a mansalva. Su oráculo hoy ya no sirve. Sus ‘decires’, sus fuentes anónimas, su periodismo de afirmaciones aventuradas, hoy les delata y les avisa que la mina de oro quedó agotada” (www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=11659) .
Si bien el caso ha dado un giro inesperado, los rumores en Roma siguen insistentes en la salida por lo menos del hombre más poderoso de la legión, Garza Medina. En todo caso, yendo hasta las últimas consecuencias el encubrimiento a Maciel, no sólo atañe al primer círculo de poder de los legionarios, sino altas esferas de la curia romana que incluyen al mismo Ratzinger.
Recordemos cómo los propios legionarios ventilaron a la opinión pública, los “sobres” con miles de dólares, destinados a los encumbrados cardenales aposentados en Roma. Para mí fue una sorpresa y desilusión ver el nombre del cardenal Eduardo Pironio, un personaje entrañable cercano al carisma de Juan XXIII, el Papa bueno.
De ahí que podemos suponer que los actuales directores de la congregación no están solos, pues cuentan con el apoyo y cabildeo de la vieja guarda cardenalicia wojtyliana, como Angelo Sodano, Batista Re, Stanislaw Dziwisz. Lo que está en juego no es la permanencia de la cúpula legionaria, el problema no se queda sólo en la búsqueda de la verdad y el ejercicio de la justicia, de suyo importantísimos. Lo que está de fondo en la renovación y restructuración de los legionarios es el modelo de Iglesia; la cuestión se sitúa en la propia concepción teológica de la Iglesia. El posicionamiento y apego a los grandes poderes fácticos de la sociedad que ha caracterizado a los legionarios está sobre el tapete. El modelo construido por Maciel, sustentado en el poder y aculumación económica, es para muchos eclesiólogos antievangélico.
¿Qué harán De Paolis y Benedicto XVI?, será muy interesante testificarlo, aunque muchos analistas ya tienen un juicio acabado.
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