Editorial del diario La Jornada
Economía: ¿percepciones o distorsiones?
Al participar en la entrega del Premio Nacional de Exportación, el titular del Ejecutivo federal, Felipe Calderón Hinojosa, señaló que mucha gente está ensimismada en cierto desaliento” respecto del desempeño de la economía nacional y que “para algunos mexicanos la crisis sigue, incluso para otros estamos en lo peor de la crisis y para otros más no hay salida”. No obstante, sostuvo que de acuerdo con los indicadores macroeconómicos, México está en “franca recuperación” y se encamina por la ruta del crecimiento.
De tal forma, el político michoacano reditó el argumento empleado en otras ocasiones por el discurso oficial ante la catástrofe de seguridad pública en la que se encuentra el país: la persistencia de los impactos de la reciente crisis económica se reduce a un problema de percepción. Con ello, el declarante desestima en forma poco responsable y sensible una realidad de penurias acentuadas y un sentir generalizado de zozobra e incertidumbre que, lejos de haberse disipado, se extiende día con día entre amplios sectores de la población, para los que la recuperación, tan celebrada en las esferas gubernamentales, constituye, a lo sumo, un buen deseo.
Adicionalmente, las afirmaciones presidenciales colisionan con lo dicho el pasado miércoles por el gobernador del Banco de México (BdeM), Agustín Carstens, en el sentido de que la economía mexicana entrará en una nueva fase de desaceleración en 2011, que se reflejará en una tasa de crecimiento anual de entre 3.2 y 4.2 por ciento, después de alcanzar una expansión de alrededor de 5 por ciento al finalizar 2010. Aun concediendo el pronóstico de crecimiento formulado por Carstens para este año –el cual es incluso más optimista que el 4.5 por ciento estimado por las federales–, es claro, ante la evidente inconsistencia entre sus dichos y los del gobierno federal, que las perspectivas de “recuperación” son mucho menos halagüeñas de lo que sostiene Calderón.
Las diferencias entre lo expresado por el jefe del Ejecutivo y por el gobernador del BdeM podrían explicarse en términos de la relativa autonomía institucional que tiene el segundo respecto del primero, a pesar de haber pertenecido al gabinete calderonista en la primera mitad de este sexenio. Pero las versiones distintas y hasta contrapuestas en lo que toca al panorama económico no sólo se suscitan entre la administración federal y la entidad encargada de la política monetaria; también están presentes en elinterior del gobierno calderonista, como quedó de manifiesto con los dichos formulados hace unas semanas por el titular de Hacienda y Crédito Público, Ernesto Cordero, quien reconoció que persisten riesgos en el entorno macroeconómico, principalmente por la desaceleración en el ritmo de la actividad productiva en Estados Unidos, y que tal escenario “no permite ningún error”.
La persistencia del desmedido optimismo calderonista en materia económica, a pesar de la ausencia de factores que lo justifiquen a corto y mediano plazos, abre una disyuntiva inquietante: o bien las declaraciones referidas son consecuencia de una incapacidad para comprender la realidad nacional –más allá de la lectura e interpretación de indicadores macroeconómicos aislados– o bien son el resultado de un designio por distorsionar, ante la opinión pública, la situación económica y social del país. En cualquier caso, la actitud gubernamental resulta equívoca e irresponsable.
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