jueves, octubre 21, 2010

Jaime Ornelas Delgado : Siempre nos quedará París

TENDAJÓN MIXTO
Siempre nos quedará París
Jaime Ornelas Delgado

Francia vivió este martes una nueva y más fuerte jornada de marchas y protestas contra la reforma que prevé elevar de 60 a 62 años la edad mínima para jubilarse y de 65 a 67 años la edad para cobrar una pensión completa, considerada como el inicio de reformas laborales más profundas impulsada por el presidente Nicolás Sarkozy, quien amenazó con tomar medidas más drásticas contra el bloqueo de los trabajadores a las refinerías con el fin de enfrentar la escasez de combustible, “porque, dijo, hay gente que quiere trabajar y no debe ser privada de combustible”; además, anunció estar dispuesto a recurrir a la fuerza pública para “salvaguardar el orden” y evitar los “desbordamientos” ocasionados por las movilizaciones de trabajadores de todos del gremios, y de los nuevos e inesperados protagonistas: los estudiantes preuniversitarios, cuya participación, inesperada y creciente, radicaliza la calle, convirtiendo los combates en lucha franca y directa contra el capitalismo neoliberal, que denuncian pretende no sólo acabar con las conquistas laborales sino también con el derecho a la educación amenazado ahora por el Pacto de Bolonia cuyos ejes neoliberales –educación por competencias– se pretenden terminar de imponer este año en toda la Unión Europea, sometiendo cínicamente al sistema educativo, así como a los contenidos y procesos educativos, a los intereses del capital privado y su reproducción.


En Europa se sabe, y la burguesía no es la excepción, que si bien el enfrentamiento de los trabajadores franceses se focaliza hoy en la reforma sobre la edad de la jubilación, la lucha va más allá y es toda la política económica y social del gobierno de Sarkozy la que está en cuestión y este cuestionamiento se extiende a todos los gobiernos europeos dominados por la derecha que se ha empeñado en realizar reformas laborales que atentan contra los derechos conquistados tras largos y duros años de lucha.

En este contexto, el martes pasado los sindicatos franceses lograron sacar a las calles a 3.5 millones de manifestantes –que el gobierno francés redujo a 1.2 millones, como si estos fueran pocos o importaran menos–, una impresionante movilización jamás antes vista, o si se prefiere la mayor realizada en Europa durante esta larga y dolorosa época final del neoliberalismo, cuyos estertores están marcados por los crecientes combates de la clase trabajadora de Francia en general y, en particular, de París, siempre Paris.

El presidente Sarkozy ha reiterado su determinación de seguir adelante con la reforma acordada e impuesta por las instituciones de la Unión Europea, actualmente dominadas por la derecha alguna muy cercana al fascismo, y asegura que llevará al Senado la reforma al régimen de jubilación. El argumento de Sarkozy para defender la reforma no es nuevo, ni siquiera ingenioso, es el mismo de todas las derechas en todo el mundo, incluyendo a la mexicana, cuando toman medidas que perjudican a los trabajadores: la medicina es amarga pero hay que tomarla. En palabras del frívolo presidente: “Esta reforma ha sido diferida durante demasiado tiempo, ya no podía esperar más, la supervivencia de nuestro sistema de pensiones está en juego. Ha sido una decisión difícil, pero era mi deber, bla, bla, bla...”

Ante esta postura intransigente del inquilino del Eliseo, los sindicatos y sus trabajadores no están dispuestos a ceder más y los estudiantes preparan ya nuevas movilizaciones que hagan dar marcha atrás a la derecha europea que parecía tan poderosa e invencible y hoy se muestra vulnerable y cada vez menos capaz de resistir la insurrección ciudadana.

La reforma, cuya aprobación definitiva en el Senado estaba prevista para el miércoles 20, seguramente será aplazada hasta el fin de semana cuando empiezan 10 días de vacaciones escolares. Sarkozy y sus cómplices europeos, seguramente calculaban que la reforma se aprobaría sin dificultades, en otros países se venció con cierta facilidad la resistencia obrera. Olvidaban sin embargo, que si la respuesta de los trabajadores en muchos países europeos no ha sido lo firme que se esperaba, otros sabemos que “siempre nos quedará Paris” (Bogart dixit) para reiniciar, una y otra vez, las luchas revolucionarias que derroten al capitalismo de una vez y para siempre.

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