Mitote mata fracaso
Por Alejandro Gertz Manero*
Cada vez que el gobierno federal fracasa o hace el ridículo en materia de seguridad y justicia, sale inmediatamente a los medios a generar un escándalo o un espectáculo que distraiga la atención de la comunidad, que ya se ha vuelto adicta a los impactos televisivos y a las ocho columnas, que son la forma como ahora se gobierna y se maneja la vida pública del país.
Por Alejandro Gertz Manero*
Cada vez que el gobierno federal fracasa o hace el ridículo en materia de seguridad y justicia, sale inmediatamente a los medios a generar un escándalo o un espectáculo que distraiga la atención de la comunidad, que ya se ha vuelto adicta a los impactos televisivos y a las ocho columnas, que son la forma como ahora se gobierna y se maneja la vida pública del país.
Si un jefe policiaco es sorprendido y exhibido públicamente en algún acto de corrupción, o si la corporación fracasa estrepitosamente en cualquier caso, la respuesta inmediata es una conferencia de prensa donde se exhiben a tres o cuatro mentecatos, a los que inmediatamente se les califica como los reyes, los príncipes o los grandes jefes de algún cártel o de una organización criminal a la que también se le da un apelativo que pueda impactar y permear en el morbo popular, repitiendo este modelo ad nauseam como única respuesta a la ineptitud y a la corrupción que acaba finalmente imponiéndose en la misma arena del exhibicionismo y del escándalo.
En ese ámbito de corte goebbeliano, ahora el Ejecutivo presenta a bombo y platillo un nuevo proyecto legislativo que reforma la Constitución General de la República para quitarle a los municipios su obligación primigenia de brindar justicia y hacerse cargo de la seguridad pública, transfiriendo esa responsabilidad a lo que el slogan publicitario denomina “mando único”, que en buen cristiano quiere decir que el gobernador de cada Estado es el que va a manejar las policías municipales, salvo en los casos excepcionales en las que sean éstas un ejemplo de eficiencia, pulcritud y moralidad prístina, lo cual es una fantasía inalcanzable.
Este proyecto legislativo también pretende controlar, e inclusive apoderarse desde el Ejecutivo, de las policías de cualquier denominación o nivel cuando éstas se hallen involucradas en cualquier escándalo, y como esta situación se da un día sí y otro también, así se alimentará al Frankenstein monstruoso del nuevo Big brother policiaco, que es la criatura más temida por la sociedad y más amada por el Ejecutivo Federal.
Es verdaderamente grotesco proponer como modelo de eficiencia a las policías estatales, que ya demostraron con los judiciales de cada entidad el fracaso de los gobernadores en el manejo de las áreas de combate al delito, ya que dichas policías judiciales estatales son las entidades más repudiadas y más amenazantes para la población de cada Estado.
Si el ejemplo a seguir fuera el de las policías federales, el asunto es todavía más cuestionable, ya que al principio de este sexenio la grandilocuencia megalómana llevó a generar el “mando único” de la Policía Federal Preventiva sobre la Policía Judicial o Ministerial dependiente de la Procuraduría General de la República, todo lo cual acabó en un estrepitoso fracaso con un sinnúmero de evidencias de corrupción y de falta de control, para que el multidenominado “mando único” tuviera que ser cancelado por el propio gobierno federal, para regresarle su policía a la Procuraduría, manteniendo a la policía preventiva en forma independiente.
Todos estos testimonios del fracaso de las policías estatales, de las federales y del “mando único” no le impidieron al Ejecutivo proponer esta reforma que va totalmente a contrapelo con esas experiencias tan negativas, pero que tiene a los gobernadores estatales y a sus incondicionales en el Congreso como apoyadores, porque en cuanto esto se aplique, ¡ay! de aquel presidente municipal que no se someta al gobernador o que sea su enemigo político o su contrincante, porque entonces la poca seguridad que existía en ese municipio ahí se va a terminar.
También el atractivo de los fondos inmensos que se reparten y se dilapidan en la seguridad pública moverá a los gobernadores para apoderarse de tales presupuestos y de sus enormes ventajas económicas, sobre todo para el efecto de las campañas electorales.
Para terminar, y como el Ejecutivo sabe que este proyecto no va a pasar, está preparando de esta manera su justificación para acusar al Congreso de que no puede haber justicia y seguridad en el país porque los legisladores le estorban al Presidente en sus grandes e innovadores proyectos.
Vamos a ver si la Cámara de Diputados se deja colocar ese sambenito o se lo regresa a quien lo inventó, pidiéndole una sola cosa: que muestre algún ejemplo de éxito que justifique sus pretensiones.
Comentarios: editorial2003@terra.com.mx
(*) Doctor en derecho
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