Los damnificados del 4 de julio
Por Julio Pimentel Ramírez
El análisis de los resultados de las elecciones del pasado domingo da espacio para una amplia gama de reflexiones y conclusiones de todo tipo, sin embargo, tomando en cuenta el marco general y las particularidades en que se llevaron a cabo estos comicios, lo que flota en el ambiente son las limitaciones de la “democracia” mexicana, la degradación de la política, la descomposición del sistema de partidos y la necesidad de que se forje una fuerza social, consciente y organizada, capaz de transformar pacíficamente al país.
Los grandes damnificados del 4 de julio fueron, además de la alicaída democracia mexicana: el PAN, que perdió nueve de 12 gubernaturas y las tres que ganó no lo hizo por sí solo, además con candidatos prestados; el PRD que se quedó sin Zacatecas y que en aras de migajas de poder diluyó la opción de izquierda; el hegemonismo priísta que consideraba llevarse el carro completo pero que recibió tres importantes reveses y en ciertos estados obtuvo triunfos limitados.
Por Julio Pimentel Ramírez
El análisis de los resultados de las elecciones del pasado domingo da espacio para una amplia gama de reflexiones y conclusiones de todo tipo, sin embargo, tomando en cuenta el marco general y las particularidades en que se llevaron a cabo estos comicios, lo que flota en el ambiente son las limitaciones de la “democracia” mexicana, la degradación de la política, la descomposición del sistema de partidos y la necesidad de que se forje una fuerza social, consciente y organizada, capaz de transformar pacíficamente al país.
Los grandes damnificados del 4 de julio fueron, además de la alicaída democracia mexicana: el PAN, que perdió nueve de 12 gubernaturas y las tres que ganó no lo hizo por sí solo, además con candidatos prestados; el PRD que se quedó sin Zacatecas y que en aras de migajas de poder diluyó la opción de izquierda; el hegemonismo priísta que consideraba llevarse el carro completo pero que recibió tres importantes reveses y en ciertos estados obtuvo triunfos limitados.
En un sentido general las campañas electorales, ausentes de ideas, programas y congruencia, se desarrollaron bajo la sombra de la violencia de los cárteles del narcotráfico así como de la delincuencia electoral (uso faccioso de recursos y programas gubernamentales, espionaje, acarreos, compra de votos, etc.) ejercida desde las cúpulas del poder político: de Los Pinos, los gobiernos estatales de todo signo y las dirigencias partidarias.
Cada fuerza política interpreta los resultados electorales como le da la gana, de acuerdo a lo que considera conveniente para sus intereses en la arena mediática, con la vista puesta en la sucesión presidencial del 2012, de manera que todos se declaran ganadores sin reconocer que hay grandes perdedores: la democracia, la ética, la congruencia, el pueblo mexicano.
Sin embargo a la luz de los datos objetivos se pueden adelantar algunas evaluaciones de lo sucedido en las pasadas contiendas de renovación política en 14 entidades de la República, que desnudan el fracaso del panismo y su gobierno ilegítimo, el desvanecimiento y la derrota de la izquierda aliancista, las limitaciones del priísmo y, detrás de todo esto, la descomposición del sistema de partidos y las distorsiones de la democracia mexicana.
El temor ciudadano ante la violencia del crimen organizado, vinculado a la fallida estrategia calderonista de “guerra” contra el narcotráfico, el desencanto popular respecto a la clase política, carente de ética y de compromiso social, y la escasez de opciones electorales congruentes que alienten la participación ciudadana, entre otros factores, explican que la abstención el 4 de julio rondara entre el 40 y 65 por ciento.
De este modo salta a la luz la disminuida legitimidad de los mandatarios que asumirán las 12 gubernaturas, al tiempo que la escasa participación de votantes desmiente las palabras de Calderón, quien vanamente intenta presentar los comicios como un referéndum a favor de la democracia, las instituciones y contra la violencia.
En un sentido general se puede anotar que de acuerdo a los resultados electorales predomina el bipartidismo PRI-PAN, con una izquierda electoral relegada a un tercer plano que le permite a sus cúpulas negociar espacios secundarios de poder, así como organizaciones políticas que han encontrada un rico filón al medrar del botín de los tiburones.
De los 12 gobiernos estatales en juego el PRI ganó en nueve, porcentaje elevado sin duda alguna, aunque perdió plazas importantes como Oaxaca, Puebla y Sinaloa, lo que seguramente le deja lecciones en la carrera hacia Los Pinos: cuidar las contradicciones internas al seleccionar candidatos, oxigenar las relaciones políticas donde predominan caciques de la catadura de Ulises Ruiz y Mario Marín.
El PAN por sí solo no ganó nada y perdió Aguascalientes y Tlaxcala. Los triunfos de Oaxaca, Puebla y Sinaloa, los alcanzó en alianza con PRD, PT y Convergencia sin olvidar a la Nueva Alianza de Elba Esther Gordillo, que se sumó con ellos en tierras poblanas. Es más, en ninguno de esos casos los candidatos ganadores surgieron de sus filas, no están formados en la tradición e ideología blanquiazul.
En la tambaleante transición mexicana el partido casi único durante décadas impregna sus prácticas políticas a las demás organizaciones partidarias, que temen y se niegan a renovar el sistema pues reciben cuantiosos recursos y prebendas. Es más, el PRI los abastece de cuadros y candidatos, tal es el caso de Sinaloa con Mario López Valdez; Puebla con Rafael Moreno Valle y Oaxaca con Gabino Cué, aunque éste lleve más tiempo de haberse desprendido de su matriz.
El Partido de la Revolución Democrática lejos de aprender lecciones del pasado, repite sus pleitos tribales y pierde Zacatecas. Ahora, bajo una dirección pragmática -más bien oportunista- se entrega a la derecha en aras de obtener migajas de poder, diseñando una estrategia de liquidación partidaria bajo el pretexto de vencer a caciquismos regionales.
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