jueves, julio 15, 2010

Jaime Ornelas Delgado : Por fin... se acabó

Por fin... se acabó
Jaime Ornelas Delgado


Terminó el llamado campeonato mundial de futbol y la fiesta dejó Sudáfrica para trasladarse a España, hoy “el país más feliz de la tierra”, aunque el PIB no haya aumentado un centavo y el desempleo siga afectando al 20 por ciento de la población económica activa. El respiro político que Felipe Calderón buscó afanosamente utilizando a la selección mexicana lo obtuvo Rodríguez Zapatero con el deslucido triunfo de España sobre los vándalos holandeses.

Las escenas que se vieron, de multitudes lanzadas a las calles y plazas de muchas ciudades, festejando los triunfos en los partidos de futbol, muestran los escasos motivos que tiene la sociedad actual, del centro o la periferia, lo mismo da, para tener alguna alegría y cómo, entonces, cualquier cosa, hasta un gol, hace salir a miles “tomar la ciudad” en manifestaciones multitudinarias de enloquecida embriaguez.


En México, como en todas partes, la esperanza, que no precisa razones y se aferra a cualquier cosa por miserable que sea, es explotada por el duopolio televisivo que atrapa la atención de la multitud en un cotejo futbolero que se quiere, y se consigue, hacer ver como una confrontación entre naciones. Ignoro si ocurre en todo el mundo, pero en México muchos han aprovechado los partidos de futbol para exacerbar el racismo y una desafortunada, absurda y preocupante xenofobia con ribetes de un chauvinismo ramplón.

Como pocas veces, en Sudáfrica se mostró el enorme predominio de un desbocado afán de lucro. Mientras millones de personas seguían los juegos de futbol celebrados en Sudáfrica, los grandes consorcios mediáticos incrementaban sus ganancias a niveles inimaginables. En todo caso, los verdaderos ganadores fueron la FIFA, las federaciones nacionales y los consorcios mediáticos que lucraron sin límite con la “fiesta futbolera.”

Esta situación era ya visualizada desde hace década y media por Eduardo Galeano, quien en 1995 escribiría: “el juego se ha convertido en espectáculo, con pocos protagonistas y muchos espectadores, futbol para mirar, y el espectáculo se ha convertido en uno de los negocios más lucrativos del mundo, que no se organiza para jugar sino para impedir que se juegue, la tecnocracia del deporte profesional ha ido imponiendo un fútbol de pura velocidad y mucha fuerza, que renuncia a la alegría, atrofia la fantasía y prohíbe la osadía” (Eduardo Galeano, El futbol a sol y sombra, Siglo XXI Editores, México, 2ª edición, 1995, p. 2.). Ninguna mejor explicación de lo que fue este campeonato, acompañada de una espléndida reseña adelantada del último partido que ganó España a Holanda.

De las estratosféricas ganancias generadas en la Copa Mundial, poco le quedó al pueblo de Mandela. No más de algunos empleos temporales, un recuerdo de bandas de turistas depredadoras, escandalosas y exhibicionistas; una importante deuda derivada del financiamiento para la construcción de cinco deslumbrantes estadios que contrastan con la pobreza del entorno; tal vez un aumento, dentro de nueves meses, de la población mestiza a cambio de algunos reclamos de europeos obsequiados con Sida. Eso y nada más.

En nuestro país, pronto los consorcios mediáticos iniciarán su campaña para convencernos de que el equipo mexicano, ahora sí, avanzará hasta llegar a la final ¿por qué no?, nos preguntarán y vuelta a la fantasía de ser ganadores alimentando la esperanza de un triunfo que cada cuatro años se nos niega; también fortalecerán la quimera de los triunfos futboleros como el único camino para alcanzar la gloria de la Nación y “pasar del si se puede al ya se pudo”, que diría el “Vasco” Aguirre en su función de jilguero de Calderón.

En su pedestre campaña publicitaria, Televisa y TV Azteca nos volverán a vender ídolos, que por supuesto compraremos, y nuevamente jugarán, sin rubor alguno y conscientes de hacerlo, con las ilusiones de un pueblo necesitado de esperanza y alegrías que contrasten con lo gris de una sociedad donde el futuro personal y colectivo está en duda, si no es que cancelado por una derecha miope encaramada en el poder.

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