LA DERROTA DE LOS GOBERNADORES
Jorge Chávez Palma
En los albores de su sexenio, Mario Marín en Puebla y Ulises Ruíz en Oaxaca, fueron acometidos con sendas movilizaciones de su población, atosigada por el comportamiento irresponsable de sus gobiernos y estuvieron, durante su mandato, en grave riesgo de ser destituidos ante el clamor multitudinario de la protesta erigida en un escenario social y ciudadano, surgido al calor de las tropelías cometidas por ellos, en una impresionante reacción espontánea, que alcanzaba niveles de protesta generalizada.
Requerían por sí mismos, y con urgencia, el apoyo indiscriminado del poder de la presidencia de la república para asirse a la gubernatura. Esto coincidió con la necesidad que Felipe Calderón, el espurio, tenía de legitimarse. Los tres andaban trastabillando ante las expresiones de cuestionamiento por parte de importantes franjas de los mexicanos y se pertrecharon mutuamente, así encontraron su tablita de salvación.
Los gobernadores sufrían una derrota implacable a sus aspiraciones caudillescas porque la rebeldía había trascendido el marco de la censura mediática y todas las expresiones de la izquierda concurrieron al desenlace de manera unitaria; había una rendija por la que se colaba la viabilidad de lo impune para los gobernadores: que las fuerzas movilizadas no lo hacían bajo la cobertura de los partidos políticos, porque el sistema sólo permite la participación de las masas bajo el paraguas de los partidos políticos. Esto se debe a que éstos son susceptibles de corromperse, cuentan con privilegios sin respetar principios, ni ideología, ni programa, porque los partidos políticos existen aunque no ganen elecciones, su papel es el de subsistir para el mantenimiento y la estabilidad del sistema, en una democracia diseñada para los intereses del grupo dominante, democracia formal, burguesa, convertida en industria boyante para sus intereses, las burocracias de los partidos así sobreviven.
Porque los agrupamientos de grandes masas de población se movilizan bajo la divisa de alcanzar sus objetivos inmediatos, reivindicativos, lo hacen de manera autónoma , autogestiva, espontánea y esa condición no forma parte de las expectativas del poder, el cual deja afuera a la izquierda social de cualquier pretensión a la que pudiera aspirar; el sistema no permite el desconocimiento de un gobernante sólo con la fuerza ciudadana sino por la vía electoral para impedir que lo ciudadano se convierta en ese caudaloso río de inconformidades, para no perder el principio del gran elector y las masas insubordinadas vayan siendo una amenaza para el poder.
Hasta ahora es cuando llega el reconocimiento de la pérdida del poder para quienes lo detentaron durante mucho tiempo y pretendían convertirlo en transexenal, apoyados en una legislación electoral manejada al arbitrio de abusos y excentricidades, con protagonismos que llegaban a niveles de exceso, con familiares y amigos, una política gubernativa en un círculo de amigos y compadres inacabable, un despilfarro de los bienes del Estado y un derroche de favores.
Lo terrible es cuando los medios se refieren a la “izquierda” en acciones de denuncia o descalificación hacia esa tendencia y están mencionando a los corruptos y, eso nos afecta a quienes estamos en la acera de enfrente y somos metidos en el mismo saco, en la misma pudridera.
Esta es una etapa en la que la izquierda social, la que no está en los partido políticos, hace política informal o emergente, una política alternativa y va conjugando paso a paso formas de participación acompañada por la sociedad civil organizada de manera independiente y va construyendo otros lenguajes para servir a los demás.
Nos esperan grandes jornadas de lucha y solo juntos vamos a lograr remontar las penurias de mucho tiempo, esos deben ser objetivos comunes.
Jorge Chávez Palma
En los albores de su sexenio, Mario Marín en Puebla y Ulises Ruíz en Oaxaca, fueron acometidos con sendas movilizaciones de su población, atosigada por el comportamiento irresponsable de sus gobiernos y estuvieron, durante su mandato, en grave riesgo de ser destituidos ante el clamor multitudinario de la protesta erigida en un escenario social y ciudadano, surgido al calor de las tropelías cometidas por ellos, en una impresionante reacción espontánea, que alcanzaba niveles de protesta generalizada.
Requerían por sí mismos, y con urgencia, el apoyo indiscriminado del poder de la presidencia de la república para asirse a la gubernatura. Esto coincidió con la necesidad que Felipe Calderón, el espurio, tenía de legitimarse. Los tres andaban trastabillando ante las expresiones de cuestionamiento por parte de importantes franjas de los mexicanos y se pertrecharon mutuamente, así encontraron su tablita de salvación.
Los gobernadores sufrían una derrota implacable a sus aspiraciones caudillescas porque la rebeldía había trascendido el marco de la censura mediática y todas las expresiones de la izquierda concurrieron al desenlace de manera unitaria; había una rendija por la que se colaba la viabilidad de lo impune para los gobernadores: que las fuerzas movilizadas no lo hacían bajo la cobertura de los partidos políticos, porque el sistema sólo permite la participación de las masas bajo el paraguas de los partidos políticos. Esto se debe a que éstos son susceptibles de corromperse, cuentan con privilegios sin respetar principios, ni ideología, ni programa, porque los partidos políticos existen aunque no ganen elecciones, su papel es el de subsistir para el mantenimiento y la estabilidad del sistema, en una democracia diseñada para los intereses del grupo dominante, democracia formal, burguesa, convertida en industria boyante para sus intereses, las burocracias de los partidos así sobreviven.
Porque los agrupamientos de grandes masas de población se movilizan bajo la divisa de alcanzar sus objetivos inmediatos, reivindicativos, lo hacen de manera autónoma , autogestiva, espontánea y esa condición no forma parte de las expectativas del poder, el cual deja afuera a la izquierda social de cualquier pretensión a la que pudiera aspirar; el sistema no permite el desconocimiento de un gobernante sólo con la fuerza ciudadana sino por la vía electoral para impedir que lo ciudadano se convierta en ese caudaloso río de inconformidades, para no perder el principio del gran elector y las masas insubordinadas vayan siendo una amenaza para el poder.
Hasta ahora es cuando llega el reconocimiento de la pérdida del poder para quienes lo detentaron durante mucho tiempo y pretendían convertirlo en transexenal, apoyados en una legislación electoral manejada al arbitrio de abusos y excentricidades, con protagonismos que llegaban a niveles de exceso, con familiares y amigos, una política gubernativa en un círculo de amigos y compadres inacabable, un despilfarro de los bienes del Estado y un derroche de favores.
Lo terrible es cuando los medios se refieren a la “izquierda” en acciones de denuncia o descalificación hacia esa tendencia y están mencionando a los corruptos y, eso nos afecta a quienes estamos en la acera de enfrente y somos metidos en el mismo saco, en la misma pudridera.
Esta es una etapa en la que la izquierda social, la que no está en los partido políticos, hace política informal o emergente, una política alternativa y va conjugando paso a paso formas de participación acompañada por la sociedad civil organizada de manera independiente y va construyendo otros lenguajes para servir a los demás.
Nos esperan grandes jornadas de lucha y solo juntos vamos a lograr remontar las penurias de mucho tiempo, esos deben ser objetivos comunes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario