Digna presencia de AMLO en las tierras de los cruzo’ob
Por Jorge Canto Alcocer
Al continuar con la infatigable tarea de encabezar el movimiento popular de resistencia al gobierno espurio y fracasado, Andrés Manuel López Obrador visitó este domingo la histórica ciudad quintanarroense de Felipe Carrillo Puerto, la antigua Chan Santa Cruz, santuario de la rebelión indígena y campesina que estallara en Tepich el 30 de julio de hace 163 años. Allí, en presencia de cientos de herederos de la extraordinaria tradición cruzo’ob, Andrés Manuel ratificó su compromiso con el pueblo maya; y los imbatibles guerreros que continúan enarbolando la bandera de la rebelión frente a un Estado tan injusto, bárbaro e ilegítimo como lo era el gobierno yucateco de 1847, también ratificaron su apoyo al hombre que ha dedicado el último lustro de su vida a laborar de manera cotidiana en la construcción de un gran movimiento social que logre la transformación del país.
Por Jorge Canto Alcocer
Al continuar con la infatigable tarea de encabezar el movimiento popular de resistencia al gobierno espurio y fracasado, Andrés Manuel López Obrador visitó este domingo la histórica ciudad quintanarroense de Felipe Carrillo Puerto, la antigua Chan Santa Cruz, santuario de la rebelión indígena y campesina que estallara en Tepich el 30 de julio de hace 163 años. Allí, en presencia de cientos de herederos de la extraordinaria tradición cruzo’ob, Andrés Manuel ratificó su compromiso con el pueblo maya; y los imbatibles guerreros que continúan enarbolando la bandera de la rebelión frente a un Estado tan injusto, bárbaro e ilegítimo como lo era el gobierno yucateco de 1847, también ratificaron su apoyo al hombre que ha dedicado el último lustro de su vida a laborar de manera cotidiana en la construcción de un gran movimiento social que logre la transformación del país.
Es altamente significativo que AMLO haya escogido la antigua ciudad santuario como sede de su encuentro de evaluación con los líderes del movimiento en la región con preferencia a Chetumal, capital estatal cuya denominación oficial es Othón P. Blanco, nombre de uno de los jefes militares mandados por Porfirio Díaz a fines del siglo XIX con la irrealizable misión de vencer a los milenarios rebeldes que aún reivindican su digna libertad y su autónoma organización. Y es que, aunque la función simbólica de la antigua Chan Santa Cruz se perdió y ha sido sustituida por otros santuarios, la ciudad de Felipe Carrillo Puerto sigue siendo un importantísimo bastión del movimiento maya.
Por motivos familiares me encuentro actualmente en la ciudad de Cancún, en el extremo Norte del bello y contradictorio Estado de Quintana Roo. Recorriendo sus calles y avenidas, uno se encuentra de vez en cuando con nombres históricos y de gran significado para los mayas, como Tepich –cuna del Caudillo Cecilio Chi-, Chumpón –uno de los santuarios actuales protegidos por las Guardias Mayas y gobernado por las autoridades tradicionales- y Jacinto Pat –otro de los primeros Caudillos de la Rebelión en 1847-; pero uno también se encuentra a cada paso con centenares de mayas en las mismas condiciones de pobreza, marginación y exclusión que afectan a este pueblo histórico en el mismo territorio que habita desde hace más de seis mil años.
Las grandes avenidas, con edificios de lujo escandaloso, destinados al consumo del turismo y de la oligarquía blanca cancunense, llevan los nombres de hermosas ciudades arqueológicas, como Bonampak y Chichén Itzá, en tanto que los nombres que aluden a la Rebelión de 1847 denominan pequeñas callejuelas y regiones marginadas. Y de todos modos, miles de indígenas mayas ignorantes de la grandeza de su pasado prehispánico y de la dignidad de su eterna Rebelión, consumen sus vidas laborando jornadas de catorce y más horas a cambio de salarios de hambre, víctimas asimismo de los latigazos de la desnutrición, el alcoholismo, la drogadicción y la desintegración familiar.
Desde su surgimiento, hace ya casi 40 años, el paradisiaco Cancún ha mostrado sus antagónicas caras, por un lado, con su opulenta Zona Hotelera y sus deslumbrantes áreas comerciales y de servicios; pero, a escasos metros de las mismas, inmundas y abandonadas zonas habitacionales, donde sobreviven, entre el caos, las carencias y la inseguridad, decenas de miles de esforzados servidores que le limpian la cara día y noche a la ciudad del lujo y del desenfreno.
Abatir estas injusticias, estos incalificables rezagos, esta terrible deshumanización que parece carcomer todas las ciudades de México, pero sobre todo urbes como Cancún en el Sureste y Ciudad Juárez en el Norte, es parte del compromiso de Andrés Manuel López Obrador. Nuevamente como candidato de los pobres de este país, el vencedor de las elecciones de 2006, despojado merced al inmenso poder de la oligarquía mafiosa y sus partidos, tiene nuestro apoyo, nuestra confianza y nuestra esperanza. Ahora le corresponde a él cumplir con su deber. Que así sea.
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