martes, julio 27, 2010

Guillermo Fabela Quiñones : Una concentración alentadora

Una concentración alentadora

Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes


La masiva concentración del domingo en el Zócalo, a la que convocó Andrés Manuel López Obrador, rebasó las expectativas incluso de sus organizadores. Se evidenció que el movimiento ciudadano promovido por el tabasqueño tiene amplias posibilidades de desarrollo, ante la quiebra de un modelo de “gobierno” alejado de la realidad nacional. Contra quienes suponen que López Obrador está políticamente acabado, el mitin del día 25 quedará marcado como el del relanzamiento del dirigente hacia la edificación de una candidatura ciudadana, que movilice al país para lograr su plena reivindicación y así rescatarlo de las garras de la oligarquía.

Así como Francisco I. Madero aglutinó en su liderazgo los anhelos de millones de mexicanos sin voz ni voto, así López Obrador es ahora el abanderado indiscutible de una causa reivindicatoria insoslayable, sin la cual el país está condenado a su liquidación por el cúmulo de problemas y profundas contradicciones que lo ahogarían en poco tiempo. Son ya casi tres décadas de expoliación de las clases mayoritarias por una minoría rapaz que no se harta de acumular riquezas y privilegios. En este lapso, la nación se convirtió en un polvorín a punto de estallar, por tanta injusticia cometida contra el pueblo, por tanto abuso incalificable.
Ciertamente, el neoliberalismo es “una absurda e inhumana pesadilla”, modelo que los tecnócratas liderados por Carlos Salinas llevaron a límites inaceptables, pues nadie en su sano juicio acepta una situación irracional, igual a la que sería suponer que pueden convivir plácidamente un tigre y una gacela. En tres décadas el pueblo de México perdió lo ganado en cincuenta años bajo el régimen del PRI, cuando éste alentaba el Estado benefactor y era el ejemplo en Latinoamérica en cuanto se refiere a organización económica y planeación del desarrollo, con las limitantes propias de un sistema político vertical y autoritario.
En la actualidad, esas limitantes del régimen auspiciado por el viejo PRI, son un dechado de virtudes en comparación con la inmoralidad prevaleciente bajo las siglas del partido blanquiazul. El PAN es la demostración más obvia de la hipocresía como método de hacer política, situación que en menos de una década demostró su inviabilidad, motivo por el que la sociedad mayoritaria le volteó la espalda, y lo seguirá haciendo con más firmeza en la medida que Felipe Calderón siga privilegiando medidas antidemocráticas con el fin de favorecer intereses oligárquicos, y no tenga otra “estrategia” de gobierno que una absurda “guerra” contra el crimen organizado.
Puede decirse que la inmoralidad no es privativa del Ejecutivo, pero es claro que en un régimen presidencialista, al jefe del Ejecutivo le corresponde trazar el camino a seguir. Los hechos demuestran que el camino marcado por Calderón, contrario en gran medida a los intereses de la sociedad nacional, ha permitido que muchos gobernadores den rienda suelta a sus ambiciones inmorales, como igualmente sucedió en el Porfiriato, cuando el viejo dictador dejaba que sus fieles representantes en las entidades federativas ejercieran el poder como férreos dictadores regionales. De ahí el imperativo de rescatar las instituciones estatales de las manos inescrupulosas de esos dictadorzuelos, toda vez que se ha llegado a extremos inauditos, como lo ejemplifican las matanzas en Torreón, perpetradas nada menos que por reos de la prisión de Gómez Palacio, que eran sacados de sus celdas y las propias autoridades del penal les proporcionaban las armas para cometer sus incalificables crímenes.
Por eso la concentración del domingo 25 en el Zócalo puede verse como un parteaguas histórico, en tanto que demostró que López Obrador sigue teniendo un gran capital político y un fuerte poder de convocatoria. Pero asimismo porque millones de mexicanos tienen todavía una firme esperanza en que la nación puede ser rescatada pacíficamente, sin tener que recurrir a la violencia social con objetivos políticos. Tal situación debería ser sopesada por la oligarquía, para aprovechar la voluntad mayoritaria por conservar la paz y enriquecer las posibilidades de una vida digna, sin poner en riesgo las instituciones que con tanto esfuerzo fueron construidas durante más de cinco décadas.
No hay duda que López Obrador representa la alternativa viable para evitar que México caiga en el precipicio del caos incontrolable. La nación demanda urgentemente de equilibrios elementales que permitan reducir los riesgos de ingobernabilidad, muy evidentes a la fecha en muchas partes del país donde el Estado dejó de ser el factor de unidad y de institucionalidad, porque el crimen organizado es el que impone sus condiciones a la ciudadanía. Lo grave de esta realidad es que está demostrado que el uso de la fuerza por sí sola no resuelve el problema, y sustentar acciones integrales es un asunto de cohesión social, de convicciones republicanas y democráticas, y de amor por México, aunque parezca una cursilería.

(gmofavela2010@hotmail.com)

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