jueves, marzo 25, 2010

Ricardo Monreal : “¡Así NO!”

“¡Así NO!”

Ricardo Monreal

La expresión es de los estudiantes del Tecnológico de Monterrey, campus mater, donde la madrugada del pasado sábado dos estudiantes cayeron abatidos por el fuego cruzado entre militares y sicarios. Ellos, como la mayor parte de la población, están de acuerdo en que se combata al crimen, pero no a costa de víctimas inocentes.
En un inicio, la explicación de las autoridades a lo acontecido en el Tecnológico de Monterrey fue el conocido cliché oficial “eran delincuentes”, tal como aconteció con los 15 estudiantes ejecutados durante una fiesta sabatina en Ciudad Juárez hace algunas semanas. Pero después surgió la verdad: las víctimas eran estudiantes de excelencia que estuvieron en el lugar equivocado a la hora equivocada. Es decir, “daños colaterales” de una guerra que cada día cobra más víctimas inocentes.

La pregunta ahora es, ¿cuántas de las 18 mil víctimas caídas en tres años podrían ser inocentes? Más aún, ¿cuántas de ellas, siendo aún delincuentes, perdieron el derecho elemental de pagar sus faltas de una manera diferente? Estas preguntas elementales quedarán sin respuesta, porque el 80% de las ejecuciones no han sido aclaradas y, en el 60% de los casos, ni averiguación previa existe. Son casos que han ido al hoyo negro del sistema mexicano de justicia.
Allí mismo en Monterrey se registró el mismo fin de semana pasado otro hecho sumamente grave: la ejecución de un presunto narcomenudista por parte de las autoridades policiales y la desaparición de otro implicado, en donde están involucrados personal del Ejército Mexicano, la Marina y la Policía Municipal de Santa Catarina. ¿Cuántos de estos casos pueden estar detrás de la cifra negra de 18 mil víctimas y más de tres mil desaparecidos que ha generado esta guerra?
A partir de lo acontecido con los estudiantes de Ciudad Juárez y de Monterrey, la guerra contra el crimen será llevada inevitablemente al banquillo de los acusados por dos razones de peso. Por un lado, es una guerra irregular por los cuatro costados. La presencia del Eército en las calles es inconstitucional, no hay declaratoria del Congreso de un Estado de Emergencia ni la fundamentación de alguna de las causales de guerra previstas por la Constitución para que el Ejército salga de sus cuarteles. Existe, sí, una crisis de seguridad interna, propiciada por bandas delincuenciales, que requiere utilizar toda la fuerza del Estado, pero para ello están las policías civiles (casi 500 mil en todo el país), no la milicia.
La segunda razón es más delicada. Cuando una guerra jurídicamente irregular o de naturaleza informal empieza a reportar de manera creciente “daños colaterales” o víctimas inocentes, y junto a ellas, ejecuciones en caliente, procedimientos extrajudiciales de castigo o “justicia bárbara”, con la participación de oficiales de las fuerzas armadas, la guerra adquiere otro nombre y rumbo: Genocidio.
“Según lo dispuesto por la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, se entiende por genocidio cualquiera de los siguientes actos perpretados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso:
* Matanza de miembros del grupo;
* Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo;
* Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial;
* Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo;
* Traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo.
Junto al genocidio se castigan otros delitos conexos, que son la asociación para cometer genocidio, la instigación directa y pública, la tentativa y la complicidad. La Convención afirma que es irrelevante que el acusado sea gobernante, funcionario o particular y declara que, a efectos de extradición, no se considerará al genocidio como delito político” (Wikipedia).
La ejecución sumaria de 18 mil connacionales, delincuentes o no, y la desaparición de otros tres mil mexicanos por la misma causa de guerra, sean ciudadanos particulares u oficiales del Estado los autores de estas muertes, le está dando a esta guerra un tinte genocida. La causa no sería racial, religiosa o ideológica, sino económica. Lo único que le faltaba al país para terminar dañando aún más su imagen internacional y la pérdida de aceptación ciudadana a esta guerra que parece extraviada, sin rumbo y al garete.
Lo peor de todo es que esta cruzada contra el crimen no debe ser cancelada ni puede tener marcha atrás. Sí, en cambio, debe registrar un viraje de 180 grados. ¿Hacia dónde? Debe desmilitarizarse y civilizarse más su estrategia (es decir, más policía civil y menos efectivos militares en las calles). Debe haber más inteligencia y coordinación, y menos desinformación y conflicto entre las agencias de seguridad del Estado. Más participación ciudadana y menos marginación de las comunidades en la vigilancia y prevención del delito. Más atención a las adicciones y menos persecución de adictos. Más escuelas y clínicas de salud, menos cárceles y centros de reclusión. Más integración social y menos criminalización de los jóvenes marginados. Más cooperación internacional y menos reproches binacionales. Más educación cívica en las escuelas y menos cultura de la violencia en los medios masivos. Más extinción de las fuentes económicas de las mafias y menos exterminio físico de mafiosos. Más sentido común, como la legalización de algunas drogas, y menos mitos y tabúes como la creencia de que los adictos son delincuentes y no enfermos que requieren atención.
Cada vez es más claro que a esta cruzada le sobra valor, coraje y voluntad, pero le falta estrategia, inteligencia y, a últimas fechas, apoyo social. Es impresionante cómo a partir de los jóvenes masacrados en una fiesta en Ciudad Juárez, de las personas del Consulado norteamericano ejecutadas la semana pasada y de los estudiantes del Tecnológico de Monterrey víctimas de fuego cruzado, la guerra oficial contra el crimen empezó a perder su última justificación pública: la aprobación ciudadana. Seis de cada 10 mexicanos creemos que esta guerra la está perdiendo desafortunadamente el gobierno y la sociedad. “¡Así no!”, es el reclamo en todas partes.
ricardo_monreal_avila@yahoo.com.mx

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