miércoles, marzo 17, 2010

Guillermo Fabela Quiñones : La violencia como pretexto

La violencia como pretexto
Apuntes
Por Guillermo Fabela Quiñones

La advertencia del ex presidente nacional del PAN, Manuel Espino, de que “parece haber algún funcionario interesado” en que se mantenga la situación de violencia en Ciudad Juárez, debiera ser analizada con más detalle. Sabe de lo que está hablando, no sólo porque reside en dicha urbe fronteriza, sino por sus vínculos con el grupo en el poder. Así parece, sin duda alguna, pues a pesar del fracaso evidente del uso del Ejército en la lucha contra el crimen organizado, Felipe Calderón sigue empecinado en mantenerlo al frente de una batalla absurda, que lo es por la sencilla razón de que las cosas han caminado de mal en peor a partir de que las fuerzas castrenses llegaron a la populosa ciudad fronteriza.

La población juarense le ha pedido en reiteradas ocasiones que retire a las fuerzas armadas, porque ha resultado contraproducente su participación en una lucha que tiene muy amplias repercusiones y causas muy concretas. Sin embargo, sigue empeñado en mantenerlas, como si en vez de buscar la eliminación del crimen organizado, pretendiera provocar mayor violencia y que la sociedad acreciente su preocupación y se deje llevar por la desesperación. Así aceptaría entonces cualquier cosa, como por ejemplo la intromisión abierta de fuerzas policíacas de Estados Unidos en la lucha contra los cárteles del narcotráfico, sin tener que andar con remilgos legales ni posturas defensivas de nuestra soberanía.
La verdad histórica no deja lugar a dudas sobre un hecho por demás obvio: el gobierno estadounidense sigue manteniendo su misma postura injerencista que lo ha caracterizado desde siempre. Si hace una centuria el embajador Henry Lane Wilson fue factor determinante para que se produjera el golpe de Estado contra el presidente Francisco I. Madero, hoy el embajador Carlos Pascual parece interesado en aprovechar circunstancias favorables para intervenir abiertamente en asuntos que son de la exclusiva competencia de México. La lucha contra el crimen organizado es el pretexto idóneo para actuar en esa dirección, y mientras más se recrudezca la violencia, mejor para esa finalidad perversa.
Ciertamente, el diplomático se aprovecha de las circunstancias, mientras que el gobierno mexicano influye en ellas conforme a los intereses de la Casa Blanca, no a los que convienen a la nación. Este es el fondo del problema, no el crimen organizado, que a final de cuentas sólo es la consecuencia más dramática de la terrible descomposición social que está desmembrando al país. Tal parece que en el esquema estratégico de Washington, nuestro país es visto abiertamente como un territorio más de Estados Unidos. No desde luego como el estado 53 de la Unión Americana, sino como un reducto conservador orientado a frenar los embates nacionalistas de los pueblos latinoamericanos.
No es casual que a partir de la instauración del llamado Consenso de Washington, en 1983, el nacionalismo mexicano se haya venido desdibujando a grandes pasos. Se trata de una estrategia perfectamente estructurada desde la Casa Blanca con la abierta complicidad de los sucesivos gobiernos de nuestro país, con la finalidad de ofrecer cada vez menor resistencia a las intromisiones estadounidenses en nuestra vida institucional. Es muy claro también que a la Casa Blanca no le preocupa la violencia en México, cada vez más alarmante, sino perder la oportunidad de aprovecharla al máximo como factor que facilita la intervención abierta de las agencias estadounidenses. De ahí que lo ocurrido en Ciudad Juárez sea el incidente que hacía falta para desplegar toda su fuerza con una finalidad táctica que asegure permanencia en nuestro suelo, sin que ello sea visto como un hecho ilegal.
No es otra la explicación al porqué las autoridades estadounidenses no hacen absolutamente nada para frenar el cuantioso tráfico de armas a nuestro país, ni tampoco para reducir el consumo de enervantes en su territorio. Lo que les interesa es mantener un control manejable, que les permita mantener el nivel del mercado de estupefacientes de manera que siga siendo un factor positivo en su economía, y favorecer por otro lado la venta masiva de armas ligeras que no son necesarias en los frentes de guerra. De ahí que sea un gran absurdo pensar que las soluciones a los problemas de violencia en México puedan venir de Estados Unidos. Corresponde al Estado mexicano defender los intereses nacionales, con la finalidad de garantizar la supervivencia de un pueblo y una cultura que tiene siglos vigente. Bajo tal perspectiva tiene razón Espino al suponer que “parece haber algún funcionario interesado” en mantener la actual situación de grave inestabilidad en Ciudad Juárez.
(gmofavela@hotmail.com)

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