martes, marzo 16, 2010

Guillermo Fabela Quiñones : Más muertos para vivir mejor

Más muertos para vivir mejor

Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes

Ante la evidencia de los hechos, no cabe duda que el mexicano es un Estado fallido. Lo dramático de esta realidad no es constatar día tras día la competencia irrefrenable por saber qué entidad federativa tiene mayor récord de homicidios, sino aceptar la incapacidad del Poder Ejecutivo para enfrentar esta trágica situación, que rebasa cualquier expectativa. No termina uno de asombrarse por el número de asesinatos en Ciudad Juárez, Durango, Torreón o Culiacán, cuando los medios nos informan que en el estado de Guerrero, tan sólo el fin de semana el número de muertos de manera violenta ascendió a 45. Por supuesto, todos quedarán en la impunidad, porque no hay autoridad capaz de hacer que impere la ley en una nación donde el Estado de Derecho es una entelequia.

Aún así, desde las oficinas gubernamentales se engola la voz para decir que todo está bajo control, que no pasa nada que no haya pasado antes, que no debemos quejarnos pues en Brasil el porcentaje de homicidios es mayor que aquí en México. Lo curioso del caso es que la situación mexicana es la que más alarma causa en otras naciones, particularmente en Estados Unidos, clara demostración de que la actitud gubernamental de minimizar los hechos, en el caso de la violencia extrema, es comparable a la del famoso “catarrito” de Carstens en el ámbito económico. De ahí que de nada le sirva al “gobierno” de Felipe Calderón restarle importancia a una realidad muy preocupante, pues los hechos acaban imponiendo su verdadera dimensión.
Que la descomposición social rebasa ya cualquier diagnóstico es por demás obvio, sin embargo las autoridades siguen creyendo que con minimizar los hechos la sociedad no se va a dar por enterada, cuando la población mayoritaria es la principal afectada por tanta calamidad, muchas de ellas provocadas por la incapacidad gubernamental para ejercer sus funciones. Con todo, será difícil que puedan lograrlo, por más millones de pesos que se gasten en pretender engañar a la ciudadanía con la cantaleta absurda y enojosa de “para vivir mejor”, por la sencilla razón de que tres de los asesinados en Ciudad Juárez, el fin de semana, estaban ligados al consulado de Estados Unidos en la urbe fronteriza.
Como el presidente Barack Obama está “indignado y preocupado”, de acuerdo con un comunicado de la Casa Blanca, por lo ocurrido en Ciudad Juárez, no le será fácil a Calderón zafarse de la responsabilidad que le compete ante la realidad de violencia que vive el país, como lo hizo con algún esfuerzo después del asesinato de 16 adolescentes el pasado mes, también en Ciudad Juárez. Desde luego, el enojo de Obama se constriñe a lo ocurrido a tres empleados del consulado, pero es más que suficiente para esperar lo peor para nuestro país. Es un pretexto inmejorable para ejercer presiones más firmes a un “gobierno” sin pies ni cabeza, urgido de apoyos tan valiosos como el que puede provenir de Washington. El problema mayor es que dicho apoyo no será gratuito, y no será otra cosa que nuevas formas de imponernos condiciones leoninas a los mexicanos.
Ahora tendremos más motivos de preocupación, no sólo por el recrudecimiento de una violencia imparable, sino por las consecuencias de la indignación de Obama. De por sí la Casa Blanca hace en México lo que le da la gana, particularmente a partir de que Carlos Salinas de Gortari le abrió las puertas de par en par con el Tratado de Libre Comercio, sin tener motivos de indignación. Dios nos agarre confesados, como se dice coloquialmente, ahora que los tiene.
Si la Casa Blanca emitió dicho comunicado es porque no vislumbra soluciones a corto plazo al agudo problema que significa tener un Estado fallido como vecino. Por supuesto, aprovechará la oportunidad para entrar hasta la cocina de los mexicanos con el magnífico pretexto de “ayudar” a un pueblo abatido por la violencia del crimen organizado. Con todo, cabe puntualizar que dicha “ayuda” no será tampoco la solución a una realidad muy compleja, sino todo lo contrario: la hará aún más difícil y dramática porque seguirán intocadas las causas profundas de la descomposición social que origina la extrema violencia que estamos viviendo. Mientras las instituciones del Estado sólo sirvan de instrumento a una oligarquía voraz y apátrida para seguirse enriqueciendo, el clima de extrema violencia seguirá agudizándose. Ponerlas al servicio de la sociedad es lo único que puede evitar que el Estado fallido desemboque en algo peor.


(gmofavela@hotmail.com)

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