domingo, marzo 28, 2010

María Teresa Jardí : En busca de que estalle el país

En busca de que estalle el país

María Teresa Jardí


Frente a los gravísimos problemas que enfrenta México cabría esperar —pese a la baja en la educación y a pesar de la incultura convertidas también en regla del sistema— que la clase política pusiera un granito de arena buscando convencer a todos de que, a pesar de como están las cosas, la vía para lograr un cambio a un mundo menos malo: es la pacífica. Pero no. Empeñada está la clase política en hacer estallar al país con sus a todas luces inaceptables decisiones sin un ápice de inteligencia y nada de amor a México.

Nuestro compañero de diario, Guillermo Fabela Quiñones, señalaba el viernes lo absurda que es la terquedad que caracteriza a Calderón. Siendo evidente que al sucesor de Calderón —si hay sucesión, digo yo—, lo que le va a tocar es pacificar al país. Que no seguir empeñado en una guerra fratricida que tanta sangre lleva derramada con el fecalismo panista, por un capricho de un usurpador entreguista, que hasta al Ejército Nacional ha convertido en pelele de los gringos, que por la puerta grande del presidio, en que México se ha convertido, les permitió la entrada el inconcebible Calderón. Inconcebible que se le mantenga como usurpador, más bien.
Un crimen horrendo, además de una barbaridad que exhibe a México ante el mundo como una república bananera, es haber acusado del secuestro de impresentables paramilitares de la AFI, a tres mujeres indígenas. Castigarse, se tendría que castigar al juez que semejante auto de formal prisión les dictara. Pero, bueno, esto es el México donde el fecalismo impera como sistema y así funciona el Poder Judicial a modo de lo que la policía le ordena. Pero una vez conocido públicamente el hecho de inmediato todas las instancias respectivas debieron ponerse de acuerdo para que salieran de la cárcel, quienes, sí, es muy posible que hayan retenido a los agentes que al parecer para secuestrar andaban en el lugar, pero las que de ninguna manera son las criminales ni con las que las cárceles deben mantenerse llenas.
Qué falta les hace a los que hoy usurpan un represor inteligente como Gutiérrez Barrios. Así fueron de alguna manera las cosas siempre aquí. Aunque no llevadas al extremo de la farsa como ocurre con el fecalismo panista. Entendieron, los que antaño manejaban el país, que cuando se hacía pública la represión la inteligencia los obligaba a dar reversa para poner punto final a ese conflicto.
Tendría que haber bastado con la primera denuncia pública sobre el caso para ordenar, quien quiera que sea el que mande aquí, que se pusiera en libertad a las indígenas cautivas por ser mujeres y por su pobreza. Debieron sacar a las tres de la cárcel, no sólo para revertir un crimen monstruoso cometido en contra de mujeres indígenas y pobres. Debieron dejar en libertad a las indígenas otomíes Alberta Alcántara y Teresa González, cuando sacaron a Jacinta de la cárcel, porque Amnistía Internacional la había considerado presa de conciencia. Debieron hacerlo así, por cuestión de inteligencia, en lugar de sentenciar a las dos que siguen presas a 21 años de cárcel, en ausencia de los agentes acusadores, que la PGR no quiso presentar o no pudo localizar porque a lo mejor ya integraban bandas de narcos o estaban convertidos en sicarios. Debieron liberarlas no sólo para revertir un crimen monstruoso cometido en contra de mujeres pobres, —únicas victimas— sino en aras de no jalar más el hilo que sobre la cabeza de los mexicanos pende de que a la violencia —provocada desde el poder con sus ligas con unos narcos sí y con otros no y de paso haciendo una limpia— se le sume la violencia de la guerrilla. Claro que a lo mejor de eso se trata el PLAN MERIDA. Guerrilla que ya volvió a sumarse en Colombia debido al estiramiento del hilo que Uribe, tan a modo del imperio como Calderón, ha venido haciendo, incluso aprovechando a las FARC para atacar a Chávez, que al imperio tanto molesta como presidente de Venezuela.
Debieron sacar a las indígenas presas en aras de no propiciar más violencia que se vaya a sumar a la que de rojo tiñe con la sangre de sus hijos a México entero. Violencia que de suyo existe de la mano del gobierno a modo de lo que a los gringos les interesa. Pero violencia que buscan aumentar con el estallido del pueblo harto de decir basta sin que su voz se escuche. Todo al revés de lo que la lógica más elemental indica o todos los componentes haciéndole el favor a la usurpación panista para ver si se logra, de una puta vez, que estalle el país.

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