Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes
Comienza el último tramo
www.poresto.net
En junio
comienza el último tramo de la contienda electoral, que será decisivo para
definir las preferencias electorales de los indecisos. El debate del día 10 será
importante pero no fundamental, pues lo verdaderamente trascendente es la
confianza que cada candidato genere en el electorado. Con mucho, Andrés Manuel
López Obrador es quien más ha trabajado para demostrar su vocación de servicio,
su entrega a la causa de la democratización del país, su capacidad para
enfrentar los graves problemas nacionales. Sin embargo, falta que se convenzan
de ello quienes desconfían por principio de los políticos, sin reflexionar en lo
que representa el tabasqueño en comparación con sus adversarios.
Basta
analizar un poco la biografía de cada quien para convencerse de que López
Obrador es la persona idónea para encabezar un proyecto nacional muy complejo,
en uno de los momentos más dramáticos de la historia contemporánea de México.
Desde su juventud demostró tener sensibilidad social, por ello entró a trabajar
en el Instituto Nacional Indigenista (INI) en su natal Tabasco, donde conoció de
cerca la realidad del México desconocido, el de los más pobres entre los pobres.
Si le hubiera interesado la “grilla”, la actividad política como trampolín para
escalar puestos públicos, no se hubiera aguantado más de seis años laborando en
zonas indígenas, donde no se tenía ninguna posibilidad de protagonismo en busca
de reflectores.
En cambio, Enrique Peña Nieto siempre mostró su interés en
aprovechar sus nexos familiares y políticos con el único propósito de ascender
en el escalafón público, para obtener dividendos económicos y sociales y tener
un nivel de vida aristocrático.
Nunca le interesó conocer el lado oscuro de la
pobreza en que viven dos terceras partes de la población del Estado de México,
sino estar en la línea de fácil acceso a los privilegios del poder. Desde muy
joven se acostumbró a los lujos, no al trabajo social con grupos marginados,
como lo demuestra el hecho de que es un cliente “VIP” de las tiendas más
exclusivas de Miami, Los Ángeles y Nueva York. ¿Cómo puede esperarse que con
mucho más poder quisiera modificar sus gustos, aficiones y formas de
vida?
Tanto él como Josefina Vázquez Mota quieren acceder a la primera
magistratura del país para disfrutar los privilegios del poder, aspecto
característico de los tecnócratas que asumen responsabilidades políticas muy
ajenas a su modo de ser y de pensar. No buscan el poder para enfrentar los
grandes problemas nacionales, sino para fortalecer las condiciones que permitan
a la oligarquía mantener sus privilegios e incluso acrecentarlos. ¿No es por eso
por lo que Felipe Calderón ha pugnado con firmeza se pongan en marcha las
“reformas estructurales” delineadas por el Fondo Monetario Internacional y el
Banco Mundial?
Los indecisos deberían detenerse a pensar en las biografías de
cada uno de los candidatos (ni vale la pena detenerse en Gabriel Quadri de la
Torre, un arribista carente de principios que sólo participa en la contienda
porque le habrá de dejar buenos dividendos), a fin de definir su voto con base
en fundamentos objetivos, no sólo en suposiciones ni mucho menos dejándose
llevar por un importa-madrismo improcedente, que en las actuales condiciones del
país no es aconsejable. Cuantas veces sea necesario decirlo, estos comicios
serán la última oportunidad para que los mexicanos podamos cerrar las puertas de
la violencia y el caos, y sentar las bases de un país verdaderamente
democrático, donde nadie quede excluido del progreso.
México está urgido de
tener un Presidente real, no un “general manager” al servicio de intereses
extranjeros. Un estadista visionario y progresista que se entregue con pasión y
patriotismo a rescatar a la nación de las garras de la ingobernabilidad a las
que nos condujeron cinco sexenios de carácter gerencial, ajenos por completo a
las necesidades reales de la población mayoritaria. Sería no sólo suicida, sino
criminal, pretender mantener una situación como la que estamos viviendo, luego
del rotundo fracaso del PAN como alternativa de gobierno.
La realidad, como
es fácil observarlo, es mucho muy diferente al irracional triunfalismo de
Calderón, actitud que desde su óptica quizá sea válida, pero no para las clases
mayoritarias que padecen los desaciertos y despropósitos de un sexenio sin más
proyecto que el de alterar la paz social con fines claramente políticos: crear
condiciones para la instauración de un sistema fundado en el uso de la fuerza
del Estado en contra de las organizaciones populares, a fin de mantenerlas
postradas ante la oligarquía, la cual está decidida a fortalecer asociaciones
con intereses extranjeros que permitan una explotación más provechosa de los
bienes nacionales.
Peña Nieto y Vázquez Mota son los “gerentes” idóneos para
encabezar el proyecto continuador del neoliberalismo depredador. Así lo avalan
sus biografías, por eso salen sobrando sus promesas de cambio: el único cambio
que pueden ofrecer es el de sus ropas cada uno de los días que durara su
“mandato”.
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