Las lecciones de una elección
Por: Jaime Ornelas Delgado
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El martes pasado fui uno de los comentaristas del libro de Alejandro Encinas, Dinero, simulación e impunidad. Las siguientes líneas son las reflexiones finales de la lectura de esta Memoria colectiva de las elecciones para elegir gobernador del estado de México en julio de 2011.
La primera pregunta que requiere una respuesta explicativa, es ¿por qué siendo Encinas, con mucho, el mejor candidato y teniendo una plataforma electoral y un programa de gobierno superior a la de sus contendientes los resultados fueron adversos? Diversos analistas han señalado que la izquierda en el estado de México encabezada por Encinas, enfrentó una elección de Estado, totalmente inequitativa, no sólo caracterizada por el dispendio en el gasto sino también por la complicidad del Instituto Electoral del Estado de México que actuó totalmente parcial a favor del PRI y que no quiso o no pudo actuar para resolver sobre las evidencias que mostraban a la policía del Estado transportar despensas o acarreados a los mítines del PRI, que no fue una autoridad capaz de frenar la abusiva injerencia del gobierno en el proceso electoral y no quiso o no pudo frenar el dispendio en que hizo de esta elección la más cara en la historia del país, la más cara de la historia de los procesos electorales en América Latina, faltando de esta manera flagrantemente a los principios de equidad, legalidad y certeza que deben regir todo proceso electoral.En el Estado de México sin duda, con ese turbio proceso se sufrió un retroceso democrático que ahora, quienes lo llevaron a cabo, pretenden hacerlo irreversible y extenderlo a todo el país, lo que podrá ocurrir si la ciudadanía organizada, la izquierda y la sociedad misma no impiden la consumación de este despropósito.
Aún más, para quienes tienen el poder en el estado de México esa elección pretendió ser un laboratorio para ensayar la inequidad en extremo, simular una elección que no fue libre porque estuvo controlada por el clientelismo y el dinero. Lo cual nos pone de cara a la actual elección presidencial.
Algo más que deja claro ese proceso y la lectura del libro de Alejandro Encimas, es que ni en 2011 en el estado México ni ahora en el país estamos ante un nuevo PRI sino ante el viejo PRI autoritario, patrimonialista y corporativo, contario a la democracia y que se ha convertido en el factor determinante del retroceso político de nuestro país. Ese viejo PRI estrechamente vinculado al grado de no diferenciarse del gobierno, se desplegó como un enorme aparato político, paragubernamental, cuya acción borró las fronteras entre gobierno y partido donde el gobierno hace políticas públicas y destina enormes recursos para ganar elecciones, persuadiendo, convenciendo, amenazando o comprando votos, según fuera el caso, en cada colonia y aun en cada casa. Al parecer, renació en ese partido su antigua obsesiva vocación de ganar elecciones a toda costa, aunque luego no utilicen los cargos obtenidos para atender a la satisfacción de las necesidades de la gente.
Otra lección de ese proceso, que reafirma la experiencia derivada de 2006, es que los ideales democráticos y los deseos de cambiar al país no alcanzan para ganarle las elecciones al PRI y que la batalla habrá de resolverse abajo, organizados para construir el poder popular y vincular la movilización social con la lucha política electoral.
El fraude fue. Diría Pedro Miguel, preelectoral que hizo innecesario el fraude el día de las elecciones, la desigualdad, la marginación, la pobreza y la pérdida de derechos, qué muchas veces ni siquiera se sabe cuáles son, generan estados de postración de los que se alimentan los aparatos gubernamentales de control electoral.
Pero ante quienes pretenden cancelar la vía de las elecciones libres y democráticas para acceder legítimamente al poder del gobierno y retornar al régimen autoritario y antidemocrático del partido único y la simulación de elecciones democráticas, es preciso reivindicar la lucha política legal y pacífica que permita a los ciudadanos decidir quién y cómo quieren que los gobierne; esa es, aquí y ahora, la forma a nuestro alcance para acceder al poder pacíficamente.
Si con los resultados de la elecciones en el estado de México, se nos quiso hacer creer que la victoria en el Estado de México significaba el pase automático a la presidencia de la República, los ciudadanos habremos de mostrar que nada está escrito y que las movilizaciones recientes muestran el renacer de una ciudadanía que no admite ni la restauración del autoritarismo ni la continuidad del conservadurismo.
No existe…
El señor Felipe Calderón en lugar de festejar que nadie lo ataque, debería preocuparle por qué nadie lo toma en cuenta. Tal vez ya se extinguió.
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