domingo, marzo 18, 2012
El espurio y Ratzinger, encuentro de fascistas : Jorge Canto Alcocer
El espurio y Ratzinger, encuentro de fascistas
Jorge Canto Alcocer
Todos recordamos el estupor que provocó, en abril de 2005, la revelación del pasado nazi de Joseph Ratzinger, el maquiavélico Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe durante el largo pontificado de Juan Pablo II, y actual Jefe del Estado Vaticano. Claro que, de inmediato, surgieron poco creíbles justificaciones en las que se afirmaba que el “pobre” Ratzinger fue obligado a enrolarse en las juventudes hitlerianas, que su familia “sufrió” las atrocidades del régimen, que –por supuesto- nunca supo, ni escuchó, ni olió nada relacionado con las atroces masacres de los campos de concentración, que desde niño siempre fue más bueno que el pan y bla, bla, bla.
Pero lo cierto es que Ratzinger, ahora Benedicto XVI, ha demostrado ser un redomado fascista no sólo por su oscuro y lejano pasado hitleriano, sino, sobre todo, por su actuación represiva desde que alcanzó la jerarquía católica, en el muy germánico arzobispado de Munich. Luego, como brazo derecho de Juan Pablo II desde 1981, Ratzinger encabezó la rabiosa ofensiva contra la “teología de la liberación”, la vertiente católica vinculada desde hace más de medio siglo con las luchas populares sobre todo en Latinoamérica. Al tiempo que golpeaba a los sacerdotes y obispos comprometidos con las luchas por la justicia y la libertad, Ratzinger participó activamente en el círculo de complicidades que permitieron a sacerdotes y jerarquías conservadoras todo tipo de abusos y crímenes, como el caso del tristemente célebre Marcial Maciel.
Menos protagónico que Juan Pablo II, Ratzinger se ha enfocado durante su reinado a logros efectivos, impulsando alianzas pragmáticas con los poderes fácticos a fin de lograr la expansión de la presencia y fuerza de una Iglesia que cada vez tiene una menor representación entre la población, pero una mayor influencia en los círculos oligárquicos.
El próximo 23 de marzo Ratzinger se encontrará con Felipe Calderón, un fascista mexicano, orgulloso heredero del fanatismo cristero que intentó detener a la Revolución Mexicana hace noventa años, un sinvergüenza que se robó con descaro las elecciones de 2006 y desde ese momento ha hundido a nuestro país en un abismo de violencia, corrupción y antidemocracia.
En la visión reduccionista y fanática del espurio y su partido, la sociedad mexicana debe retomar las épocas coloniales, en las que Iglesia y Estado iban totalmente de la mano, en las que la Inquisición imponía a sangre y fuego la obediencia a una religión única, en las que no se permitían “matrimonios de jotos” y otros “ataques” contra las “sacrosantas instituciones”, aunque claro, en lo oscurito, crímenes como los cometidos por Maciel contra decenas de niños y niñas eran celosamente protegidos por los impenetrables muros del silencio y la impunidad.
Los fascistas Ratzinger y Calderón se reunirán en Guanajuato la próxima semana para impulsar acuerdos que luego intentarán convertir en leyes que fortalezcan a la milenaria institución eclesiástica y le permitan una presencia mayor en temas vitales como la educación, el debate político y los medios de comunicación.
Los fascistas actuales pretenden posicionar un absurdo concepto de “libertad religiosa” que en realidad podemos traducir como una absoluta permisividad para que los grupos eclesiásticos hagan y deshagan en cuanto tema se les ocurra, sin la menor contención por parte del Estado. Una patente de corso pues, la restauración del fuero para los hombres de sotana.
Que los fascistas impulsen su visión del mundo no sorprende. Lo que asusta es que quienes en anteriores coyunturas defendieron el laicismo estatal hoy acuerdan con los fanáticos. Aun en plena liza electoral, cuando sus candidatos se dan hasta con tubo en los debates periodísticos, panistas y priístas andan muy juntitos preparando el terreno para una contrarreforma religiosa que multiplicaría el ya enorme poder del Vaticano en México.
En estas circunstancias, la actual ofensiva fascista es encabezada en México por el panismo gobernante, pero es apoyada indudablemente por un PRI que ha perdido hasta el más mínimo aliento de su identidad ideológica. El enfoque fanático poco a poco se va apoderando de ámbitos insospechados, como las universidades públicas, los órganos jurisdiccionales y los cuerpos de seguridad, dejando a los ciudadanos libres en la más completa indefensión. En su odio al laicismo, los fanáticos han llegado al colmo de escamotear la celebración del natalicio de Benito Juárez, que en la actualidad sólo por accidente se celebraría en la fecha correspondiente. Con persistencia digna de mejor causa, pese a haber sido derrotados ideológica, política y militarmente en el pasado, los fascistas han vuelto por sus fueros y pretenden ahogar nuestras libertades y derechos. La forma más inmediata de impedirlo es sepultar electoralmente a los dos partidos que los apoyan, y sumarse a la lucha por la verdadera transformación de México.
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