EDITORIAL DEL DIARIO LA JORNADA
Final de espaldas a la realidad
En un ritual ajeno a la formalidad
republicana establecida en las leyes, el aún titular del Ejecutivo federal,
Felipe Calderón, formuló ayer en el Auditorio Nacional una larga exaltación
propia y un desmedido autoelogio, a fin derendir cuentas ante una decena
de miles de funcionarios y de burócratas acarreados.
Para empezar, el
gobernante presentó una justificación de su estrategia antidelictiva y de
seguridad pública, emprendida y aplicada desde hace cinco años con dudosa
legalidad y peores resultados, y afirmó que si él no hubiera atacado el
problema,una parte del territorio nacional estaría hoy dominada por capos, no
habría libertad para la gente, ni habría paz, ni habría tranquilidad y el
próximo gobierno se habría encontrado con instituciones completamente
infiltradas por los delincuentes, así comocon una sociedad arrodillada frente a
los criminales. Por desgracia, lo que el político michoacano considera
posibilidades que no llegaron a materializarse gracias a la guerra que él
emprendió es percibido por amplios sectores de la sociedad como una realidad
acuciante y presente, derivada, en buena medida, de una estrategia equívoca y
fallida.
Por lo demás, Calderón
realizó un repaso de cifras alegres en materia de salud, educación, migración,
economía, finanzas, infraestructura y política social. Arremetió contra los
indicadores que señalan el crecimiento de la pobreza durante su administración,
negó el declive sostenido de los resultados educativos y presentó cifras sobre
salud, vivienda, infraestructura, escuelas construidas, becas, apoyos,
inversión pública y atención a mujeres –entre otros rubros– muy semejantes a
las que recitaban los mandatarios del ciclo priísta cada primero de septiembre.
Dijo, para resumir, queMéxico es mejor que lo que lo que era hace seis años.
Con un tono
inconfundible de cierre y despedida, pues, la administración calderonista entra
en su último semestre de la misma forma en que empezó: frente a auditorios
blindados ante el disenso, irregular con respecto a las maneras republicanas y de
espaldas a la realidad.
Violencia y desaseo informativo
El pasado martes, en la Reunión Trilateral
de Ministros de Defensa de Norteamérica, que se desarrolla en Ottawa, Canadá,
el secretario de Defensa de Estados Unidos, Leon Panetta, dijo que, según cifras
aportadas por funcionarios mexicanos, el número de muertes provocadas por la
violencia entre cárteles de narcotraficantes y autoridades en
México asciende a 150 mil, si bien no precisó el periodo al que correspondía
esta cantidad. Más tarde, en un comunicado conjunto, las secretarías de la
Defensa Nacional y de Marina señalaron que el dato proporcionado por Panetta
correspondía al número de asesinatos anuales atribuidos a la violencia ligada
al narcotráfico en América Latina, y no sólo los observados en el caso de
México. A renglón seguido, las dependencias federales remitieron al conteo
realizado por la Procuraduría General de la República (PGR), según el cual
entre 2006 y 2011 se registraron 47 mil homicidios en el contexto de la lucha
contra el crimen organizado.
Por su parte, la
embajada de Estados Unidos en nuestro país emitió ayer un boletín en el que se
afirma que Panetta se refería a una cifra que los funcionarios mexicanos
le habían dado, la cual refleja la violencia relacionada con las drogas en todo
el hemisferio.
Con independencia de si
las fluctuaciones de cifras referidas se debieron a una confusión, a una falta
de comprensión por parte del titular de Defensa estadunidense de lo que le
dijeron sus contrapartes mexicanas o a una abierta distorsión de la realidad de
alguno de los involucrados –o de ambos–, el episodio es indicativo del descuido
y el manejo poco transparente de la información relacionada con los hechos de
violencia en el país.
Tal actitud ha salido a
relucir, por ejemplo, en la falta de consistencia de las cifras oficiales sobre
dinero decomisado al narco y sobre el número de migrantes
centro y sudamericanos secuestrados en el país por organizaciones delictivas,
pero también en la inaceptable tendencia de las autoridades a ocultar datos
sobre el número de muertes ocurridas durante la guerra contra la
delincuencia organizada. Un botón de muestra de dicha actitud es el intento de
la PGR y de la Presidencia de la República porreservar la información
sobre el número de víctimas mortales de la lucha contra loscárteles de
la droga durante 2011, según dio a conocer el Instituto Federal de Acceso a la
Información en enero pasado.
La negación de hechos y
el ocultamiento o la distorsión de información relacionada con la violencia
agravan el daño causado por el baño de sangre que se desarrolla en el país, en
la medida en que profundizan el desprestigio de las instituciones, dificultan
el pleno esclarecimiento de los episodios de violencia –lo cual es contrario al
principio de justicia para las víctimas– y alimenta, en suma, sentimientos de
temor, confusión y zozobra en que se encuentra inmersa la sociedad. En tal
circunstancia, y con el precedente inmediato de la aparente confusión de
Panetta, lo menos que cabría esperar de las autoridades civiles y militares
mexicanas es que proporcionen información veraz y coherente sobre la angustiosa
situación que atraviesa el país
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