lunes, marzo 26, 2012

La historia siempre alcanza a los traidores : María Teresa Jardí



La historia siempre alcanza a los traidores
Por María Teresa Jardí


Mientras que Garzón pasará a la historia como un héroe sin la menor de las dudas, circula por la red de la Internet un correo con diapositivas donde se ve a Francisco Franco decir ante cadáveres de niños asesinados: “...eviten tomar fotos y dejar testimonios, porque algún día a alguien se le ocurrirá juzgarnos”, palabras más, palabras menos.
Una serie de fotos de niños masacrados cuando el levantamiento de Franco por sus tropas asesinas. Una especie de holocausto español, al que incluso se llama así como título del envío, cometido por quien se conoce como uno de los dictadores de más triste memoria de la humanidad entera. Pero también a Franco a pesar cómplicad de la falange por cuanto a encubrir los horrores por él cometidos de mil y un maneras lo ha alcanzado la historia, como siempre acaba por hacer con los traidores la memoria, fiel aliada de lo mejor de la humanidad.
Lo mismo puede señalarse, sin miedo a equivocarse, que está sucediendo desde ya con Joseph Ratzinger. Señalan las notas de los diarios que los organizadores esperaban el arribo de un millón de fieles a recibirlo. Un millón, es de suponer, sin contar a los miles de policías y de milicos necesarios para cuidar a ese impresentable. Pero... continúan las notas diciendo que habrán asistido, con cifras conservadoras, unas seiscientas mil personas. Y las notas también informan, que antes de que ese impresentable fuera elegido como Papa por sus pares cardenales, en México se reivindicaban, en los datos del INEGI, como católicos, cuatro millones más de personas de las que dicen serlo luego de la elección de Ratzinger como Papa. Es decir, que llegó Ratzinger y de un plumazo se restaron, como fieles al catolicismo, cuatro millones de mexicanos. Habría que conocer la resta en el resto de países. Porque si cuatro millones aquí ya no se reivindican como miembros de esa iglesia, a pesar de ser hoy México un país a la deriva, donde los habitantes necesitamos creer en que los milagros existen, incluso a manera de sobrevivir el horror impuesto por otro traidor: Felipe Calderón, quien se ha traído al Papa, que se ha prestado a venir, nada le resta responsabilidad a Ratzinger, que se ha prestado a venir porque es igual de impresentable que el genocida que lo trajo con las manos manchadas por la sangre de más de sesenta mil pobres limpiados de la faz de la tierra. Una impresentable cabeza de la iglesia católica, que ya nunca más podrá decir, sin mentir, que los papas, en cuanto representantes de Dios en la Tierra, son infalibles. Al que ha traído Calderón como jefe de campaña del PAN con la vana esperanza de que le haga el milagro de que él pueda seguir al frente del usurpado Poder Ejecutivo federal, a base de reventar el país, como salta a la vista que se empeña en hacer, o de que pueda, al menos imponer en su mismo lugar, otra vez “haiga sido como haiga sido”, a la mujer que ofrece seguir asesinando a los pobres como candidata panista.


Ratzinger no vino a escuchar a las víctimas de Maciel. Ratzinger vino a hacer campaña a favor del impresentable partido que a Calderón ha tenido como cabeza a lo largo de los seis peores años de vida de los mexicanos. Campaña a favor del impresentable que se sabe condenado por el pueblo mexicano. Y, a darse un baño de pueblo, sin duda, habrá venido también, constatando cómo sigue cayendo en picada, de fieles, la iglesia que nunca debió elegir a Ratzinger como su Papa.
Ratzinguer es otro encubridor del tolerado abusador de infantes Marcial Maciel. El Vaticano se convirtió en cómplice de Maciel porque el pederasta le mandaba carretadas de dinero al Vaticano. Y harían bien en callarse sus defensores incluido el vocero del Vaticano. Los mexicanos sabemos, con los muchos años en los que a Prigione se mantuvo de nuncio, de lo que es capaz de solapar el Vaticano. Vana defensa de lo que salta a la vista y en México se conoce bien sobre “Los millonarios de Cristo”.
Tendrían que callarse incluso porque es claro que luego de su irresponsable venida, a un país que vive la violencia desatada por una guerra falsa con la que se hace una limpia de pobres, exponiéndolo a una aún mayor catástrofe, regresará a Roma cargando sobre sus espaldas muchos más millones de fieles, aunque sea de dientes para afuera, restados como militantes de la iglesia que Ratzinger encabeza.

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