jueves, marzo 01, 2012

El envilecimiento social : María Teresa Jardí



María Teresa Jardí
El envilecimiento social


Quizá el más imperdonable de todos los crímenes de la tan inmoral derecha mexicana sea el envilecimiento social que salta, por todos lados, a la vista.
Efectivamente, la corrupción del que se sabe usurpador, del que se sabe, aunque no lo reconozca, que es un político fracasado y que no pudo ni siquiera lograr a lo largo de seis años ser considerado como legitimado por haberlo hecho medianamente bien en algún rubro: empleo, disminución de la corrupción gubernamental, bienestar familiar, honradez, honestidad, lucha por el bien común, distribución equitativa de la limosna, protección a los indígenas. Encierro aunque fuera, sin escapes de por medio, de asesinos seriales de mujeres.
En nada logró el gafe usurpador hacerlo ni siquiera medianamente bien en aras de ser recordado por algunos, más allá de sus cómplices igual de corruptos, por algo reivindicable. La corrupción personal está detrás -es obvio- de la entrega del petróleo como último acto del desgobierno que el Ejecutivo usurpa.
Pero lo peor de todo lo que nos ocurre, siendo muy malo todo, aunque tampoco quieran acabar de entenderlo los sectores sociales medios agarrados como lapas a lo que consideran una buena vida para ellos, es el envilecimiento social que está convirtiendo en canallas a los mexicanos de manera rauda.


Quién sabe cuál fue el trato recibido por las “ladies de Polanco” de parte de los policías antes de que se empezará grabar el video, quién sabe si fue golpeado o no el secretario del edil de Oaxaca por parte de los policías, quién sabe si a la mujer le robaron en la revisión en la entrada al antro su cartera. Pero los vídeos que recorren el mundo donde esos individuos atacan a los policías hablan por sí solos del desprecio al otro, al pobre, al que se encuentra más abajo económicamente. Vídeos que ya vamos coleccionando también los mexicanos, al lado de los 67 mil impunemente ejecutados, de hombres que atacan brutalmente al portero que se niega a cambiarles la llanta del auto y de mujeres ricas que de manera canalla evidencian el envilecimiento de sus vacías e inútiles vidas, de putas a modo en el caso de algunas, sin ninguna duda, producto del mismo sistema que permite la entrega de los bienes de la nación a desgobernantes incluso llegados como espurios para obtener un beneficio propio.
Zedillo puso la muestra, sin que el Legislativo creara las leyes para impedir otra entrega, de que en México el Ejecutivo puede entregar los bienes de la nación, incluso a cambio de un pobre salario. Pobre porque por más grande que sea el salario que haya recibido ese otro impresentable, de manos de la empresa transnacional beneficiada, siempre será bajo ante el hecho de convertirse en un traidor a los intereses de la nación donde fuera parido el mal nacido que jamás será del todo reconocido como lo que no es: gringo.
La división de poderes establece el equilibrio de unos para los otros, es la garantía para los gobernados de la existencia de un muro opositor a los abusos del Ejecutivo, que por razones de manejo de la cosa pública suele ser el que se otorga a veces el derecho al abuso en los lugares donde prevale la división de poderes. Desaparecida la división de poderes todo se envilece y eso es lo que ha sucedido aquí alcanzando ya a la sociedad en su conjunto.
La división de poderes sirve para impedir los abusos del Ejecutivo. El Judicial impartiendo justicia. El Legislativo creando las leyes con las que se ponen los candados para impedir, del Ejecutivo, el abuso contra la nación. Perdido esto se ha perdido todo. Y eso es exactamente lo que ha ocurrido aquí desde Zedillo dando el golpe de Estado a una Corte que hasta antes de él impartía Justicia. No hay palabras para definir al actual Legislativo. Una burla evidenciada en las ausencias, de la Vázquez Mota, que hasta puede ser la próxima Presidenta, envilecida al punto de cuestionar la experiencia de los propuestos por AMLO para su futuro gabinete. Experiencia que sólo con los años llega. Lo que tiene que ver con mucho de lo que en México acontece. Cuando el PRI se saltó una generación se canceló el futuro como partido y le canceló el futuro a la nación, que, a trompicones aunque fuera, se iba construyendo hasta que llegaron “los jóvenes” tecnócratas a envilecerlo todo con su juventud convertida en garantía de la corrupción que incluso en el permisivo escape de un asesino serial se evidencia en el manejo de la cosa pública de manera canalla como regla de la panista neoliberal derecha.

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