jueves, octubre 07, 2010

JAIME ORNELAS DELGADO : La hora de los hornos

TENDAJÓN MIXTO
La hora de los hornos
JAIME ORNELAS DELGADO


El jueves pasado, 30 de septiembre, la policía de Ecuador intentó destituir de la presidencia de la República de ese país a Rafael Correa, presidente legal y legítimo que encabeza la “revolución ciudadana” en ese país. Este fracasado golpe de Estado, refleja una situación que se acercaba en la medida que el presidente Correa comenzó a revertir las prerrogativas de los enclaves tradicionales de poder. En defensa de esos enclaves, se movilizó la policía ecuatoriana que demostró ser capaz de servir a los intereses de la derecha cuando de preservar privilegios se trata.

El intento de destituir a un presidente que aun con contradicciones goza del apoyo popular generalizado, pretendió presentarse como un movimiento para saldar cuentas pendientes internas; sin embargo, mucho nos tememos que ese intento golpista más bien responda a una estrategia de intervención en la región diseñada por los expertos que cobran en Washington y puesta en marcha por la derecha interna. En ambos casos la situación es grave, aunque sería gravísimo que fuera esto último. Honduras con Zelaya, todavía está viva en la memoria y estremece la posibilidad de la reiteración de la estrategia intervencionista y golpista que llevó a José Lobo al poder de manera ilegal y violenta.


No parece creíble que Estados Unidos, aún con el supuesto candor de Barack Obama, pudiera aceptar el socialismo de siglo XXI como lo profesa el presidente Correa y que Norteamérica estuviera dispuesta a perder la supremacía en la región que, sin duda, es la columna vertebral de su dominio en el hemisferio occidental. Aun más, la posible continuidad de la tesis de autonomía del gobierno brasileño de Lula da Silva, probablemente reiterada con la elección de Dilma Roussef, parece inquietar demasiado al quienes manejan la facciosa política exterior estadounidense, que Obama no ha podido o no ha querido enfrentar mediante una nueva política internacional, alejada de los propósitos de hegemonía que la han caracterizado desde siempre.

Rafael Correa llegó al poder con mucha popularidad anunciando cambios, y promovió la reforma a la Constitución que obtuvo un 80 por ciento de apoyo popular en busca de lsa vías al socialismo del siglo XXI. En esta situación de transformación constitucional, los poderes tradicionales han sido mermados, pero como se ve por lo ocurrido el jueves pasado, no han sido derrotados totalmente y mantienen vivos y expectantes sus anhelos de regresar al poder del que los separó la voluntad popular.

El gobierno ecuatoriano ha fustigado a la clase política tradicional, que durante muchos años usufructuó el poder y se opone a los cambios promovidos por la revolución ciudadana. Ahora, al parecer estos grupos intentaron “pasarle la factura” a Correa, y el tema de la ley que asimila al salario los bonos que gana la policía, no parece ser sino el pretexto para cumplir una decisión ya tomada en varios niveles de los desplazados del poder: destituir al presidente por la vía del golpe de Estado. Por fortuna, la inmediata movilización popular, así como por esta vez la decisión de las fuerzas armadas de mantener la institucionalidad, hicieron fracasar los planes golpistas de la reacción.

Ayer fue Honduras, ahora quisieron hacer lo mismo con Ecuador, ¿quién sigue? ¿Será Bolivia..., o Venezuela..., o cualquier otro país que se manifieste anticapitalista? Esperemos que no sea así, porque en este momento nadie puede sospechar cual será la respuesta de los pueblos que rechazan los desesperados intentos de la derecha golpista por violentar la voluntad popular empeñada en construir otro mundo posible justo, equitativo, democrático, es decir, cada vez más alejado de los valores y principios del capitalismo.

Sobre todo, en muchos sectores de la sociedad latinoamericana crece la convicción de que estamos no sólo en una época de cambios, sino también en un cambio de época marcado por la necesidad histórica de resolver la cada vez más clara dicotomía: socialismo o barbarie. Es la hora de los hornos, y los pueblos de América Latina tienen la palabra

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