viernes, octubre 08, 2010

Guillermo Fabela Quiñones : Hay momentos para gobernar

Apuntes
Hay momentos para gobernar
Por Guillermo Fabela Quiñones


Como era previsible, las declaraciones de Felipe Calderón ratificando el lema de la campaña del 2006, con el cual se logró infundir dudas en una parte del electorado, y en otra, la menos informada, se logró el objetivo buscado de crear temor sobre el abanderado del PRD, concitaron fuertes críticas contra el inquilino de Los Pinos, al considerar que no es conveniente alentar un más abierto divisionismo en la sociedad mexicana. Hasta correligionarios del mandatario mostraron su desacuerdo al señalar, como lo hizo Santiago Creel, que “hay momentos para competir y otros para coincidir y gobernar”. El presidente consejero del Instituto Federal Electoral (IFE), Leonardo Valdés Zurita, dijo a título personal no compartir las acusaciones de Calderón contra Andrés Manuel López Obrador.
Con su actitud beligerante, Calderón reeditó el episodio gracias al cual el peso político del tabasqueño creció en forma acelerada: el juicio de desafuero promovido por el entonces jefe del Ejecutivo, Vicente Fox. Cabe recordar que tal litigio innecesario posicionó a López Obrador como no lo hubiera conseguido nadie, ni siquiera Dick Morris y Antonio Solá, los autores de la malhadada frase de marras: que AMLO era “un peligro para México”. Y lo hace Calderón cuando una parte medular de su discurso político es un constante llamado a la unidad de los mexicanos. Sin importar que tal exhorto no tenga un asidero concreto, seguir sosteniendo un punto de vista propio de un momento determinado como fueron los comicios del 2012, demuestra una incongruencia lamentable.

En lo sucesivo, sus llamados a la unidad caerán en el vacío, pues en los hechos Calderón patentiza que no le interesa realmente tal cometido político. Cuando menos queda claro que sólo se trata de una postura demagógica, sin el menor interés en llevar a la práctica algo que no tiene ninguna posibilidad de hacerse realidad. México es ahora uno de los países más divididos de América Latina, lo que se refleja en una creciente inestabilidad política. Como bien señaló el consejero electoral, Marco Antonio Baños, “el presidente debería generar condiciones de gobernabilidad, y eso pasa por una sana relación con los actores políticos”. No lo hace porque nunca ha dejado de ser militante de su partido, ni mucho menos ha podido llevar la investidura presidencial sin el trauma que le significó llegar a Los Pinos de la manera en que lo hizo.
Sería recomendable, a pesar de su extemporaneidad, que cuando menos explicaran a los quince millones de mexicanos que dieron su voto a López Obrador, porqué lo consideraron en el 2006, e inclusive ahora, como un “peligro para México”. No pueden hacerlo porque no tenían ni tienen argumentos para sostener tal afirmación. Mucho menos cuando Calderón ha demostrado con hechos contundentes que él sí representa un riesgo enorme para los mexicanos, no sólo por haber sacudido el avispero que significa su “guerra” contra el crimen organizado, sino por los dramáticos descalabros en materia económica y social, que tienen al país en el filo de un precipicio sin salida, situación que explica la fuga de capitales sin parangón (51 mil millones de dólares hasta la fecha, mientras que el récord lo tenía José López Portillo con 40 mil millones de dólares).
En ningún otro sexenio la deuda pública se había elevado 10 puntos porcentuales como en la “administración” calderonista, ni la caída del salario de los trabajadores había sido tan estrepitosa generando una pobreza galopante, que significó 6 millones más de pobres el año pasado. Y aún así se mantiene el patético lema sexenal “Para vivir mejor”. Ahora ha quedado muy claro que la propaganda fascista del 2006 contra López Obrador no era más que palabras sin sustento. Como esa perorata televisiva de los últimos días de la campaña: “Mi política tiene un solo objetivo: crear empleos bien pagados, para que tú y tu familia vivan mejor, y para eso voy a hacer cuatro cosas. Primero, voy a reducir los impuestos para quienes trabajan, producen o generan empleos, y voy a simplificar su pago; segundo, voy a transparentar totalmente los impuestos que pagamos; tercero, voy a invertir mejor tu dinero, y cuarto, voy a garantizar la estabilidad económica para cuidar tu patrimonio”.
Han pasado cuatro años y jamás ha demostrado un mínimo intento por cumplir una sola de sus promesas de campaña. Pero en cambio sí ha demostrado un firme interés en aprovecharse del erario público para sufragar los extraordinarios gastos que significan el mantenimiento de la camarilla que encabeza, la más cara del mundo, y la más ineficiente. Lo que asombra es que todavía haya incautos que crean en las buenas intenciones de Calderón y su “gobierno”. De ahí la importancia de que el Congreso asuma su papel de contrapeso institucional para frenar los abusos del inquilino de Los Pinos, antes de que sea demasiado tarde.
(gmofavela2010@hotmail.com)

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