jueves, marzo 15, 2012

“El Chapo” y su mítico papel mediático : Guillermo Fabela Quiñones



“El Chapo” y su mítico papel mediático
Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes


Cuando se convierte en política de Estado la persecución de un delincuente, por poderoso que sea, quiere decir que quien dirige ese Estado no tiene otro proyecto más relevante que ese. Tal es el caso de Felipe Calderón, quien parece estar obsesionado con la captura de Joaquín “El Chapo” Guzmán, como si de ello dependiera el fracaso o el éxito de su gestión gubernativa. Por eso se ha magnificado, a niveles míticos, a dicho capo del narcotráfico, quien debe ser el primer sorprendido del papel que se le ha dado en este sexenio, incluso al extremo de figurar en los listados de la revista “Forbes”.
Quizá no tenía nada que informar la Presidencia este fin de semana, motivo por el cual la PGR reveló que casi captura al líder del cártel de Sinaloa en Los Cabos, quien se escapó “por un pelito”. Si tal fue el caso, deja ver la ineficacia de las autoridades; si la información es inventada, muestra que aparte del maratón de inauguraciones del inquilino de Los Pinos, su “gobierno” ya no sabe cómo llenar los espacios en los medios, como si fuera un imperativo insoslayable tener que decir algo en torno al Ejecutivo federal.


Aunque quizá lo haya hecho la PGR con el fin de desviar la atención de la opinión pública del espectacular fracaso de Josefina Vázquez Mota en la reunión “masiva” del estadio del Cruz Azul. Nada más sensacionalista que referirse a “El Chapo”, a quien se ha hecho crecer como a ningún otro personaje del mundo del hampa en mucho tiempo. Esto, obviamente, con el fin de magnificar el hecho de su captura, vivo o muerto. Sería el “trofeo” que justificaría la “guerra” de Calderón, y también la entrega de la soberanía nacional al gobierno estadounidense.
Esto queda de manifiesto en las cada vez más recurrentes declaraciones de funcionarios de Washington, en las que se pone en evidencia una grave intromisión en los asuntos internos de nuestro país. El pasado martes, el general Charles Jacoby, jefe del Comando Norte del Ejército estadounidense, dijo ante los miembros del Comité de Servicios Armados del Senado, que aún hay mucho por hacer para ganar la batalla contra el narcotráfico en México, “estamos ansiosos de continuar otorgando el apoyo que ellos (el gobierno de Calderón) soliciten en esa lucha”, afirmó. ¿De qué ha servido entonces la llamada Iniciativa Mérida? La respuesta es simple: ha sido el “caballo de Troya” que permitió la entrada de la Casa Blanca en México sin ningún tipo de cortapisas o argucias leguleyas.
El militar aceptó en su intervención que “es muy prematuro” poder estimar si se está “ganando o perdiendo” la guerra contra el narcotráfico en nuestro país. Desde luego, tomar una determinación, en el sentido que sea, podría dar lugar a una tregua, o incluso retirar el “apoyo” en caso de que se aceptara que se triunfó sobre el escurridizo enemigo. Lo esencial es mantener viva la necesidad de la intervención estadounidense, aprovechando que al frente del Ejecutivo mexicano se encuentra un grupo absolutamente desvinculado del imperativo de salvaguardar la soberanía nacional.
Vale decir que si “El Chapo” no hubiera adquirido el tamaño mítico que se le ha dado en los medios, otra hubiera sido su suerte y ahora no sería el criminal más buscado del mundo. Sin embargo, su misma notoriedad lo hace ser un sujeto digno de la mayor protección por parte de las autoridades estadounidenses, quienes seguramente cuidarán que no sea Calderón quien se cuelgue las medallas de su posible captura, vivo o muerto.
El hecho significativo es que gracias a “El Chapo” se puede ocultar que “nunca en la historia de nuestro país se habían cometido tantos crímenes contra periodistas en un sexenio”, como apunta en el dictamen de la minuta en la que el Senado aprobó, por unanimidad, la reforma constitucional para llevar al fuero federal los delitos contra periodistas. En la sesión donde fue aprobada esta reforma, se informó que de 2002 a la fecha 66 periodistas han sido asesinados y 12 se encuentran desaparecidos, sin que la mayoría de estos casos hayan sido aclarados.
Se trata de un saldo negro que viene a enturbiar aún más una realidad harto dramática, que patentiza la urgencia de cambios profundos en el sistema político mexicano, no sólo los cosméticos que se dieron luego de la fallida alternancia que permitió al PAN disfrutar las mieles del poder. Se requiere una firme reforma del Estado, que sólo podrá lograr la fuerza política que tenga el consenso necesario, mediante un proceso electoral que no deje lugar a dudas ni mucho menos a resquemores por problemas postelectorales.
No lograr ese necesario consenso daría margen a conflictos que irían en ascenso, mucho más si la oligarquía se empeñara en evitar el triunfo de las corrientes democráticas y progresistas, las únicas capacitadas para llevar a cabo los cambios de fondo que reclama la sociedad, en un entorno de crisis estructural por el afán de los conservadores de obstaculizar el pleno desenvolvimiento de la democracia y la justicia social, lema que olvidó el PRI pero que ahora tiene más vigencia que nunca.

(guillermo.favela@hotmail.com)

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