domingo, marzo 11, 2012

El bipartidismo afianzará la crisis : Guillermo Fabela Quiñones



Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes
El bipartidismo afianzará la crisis


En la conmemoración del 83 aniversario de la fundación del Partido Revolucionario Institucional, su dirigente nacional, Pedro Joaquín Coldwell, llamó a “poner fin a la pesadilla de dolor, violencia, corrupción y pobreza que el panismo ha recetado al país a lo largo de estos años”. Desde luego tiene razón, urge salir de una realidad dantesca que de continuar tendría consecuencias fácilmente previsibles: ingobernabilidad irrefrenable, pobreza galopante, inseguridad pública y violencia a niveles nunca antes sufridos.
Sin embargo, es preciso puntualizar que el regreso del partido tricolor no sería el remedio a tan grave situación, porque no debemos olvidar que sigue siendo el mismo instituto político que permitió la dramática descomposición que hemos vivido desde hace más de tres décadas. No hay bases para suponer que su actuación al frente del aparato del Estado sería diferente a la que realizó hasta el año 2000, cuando se produjo una alternancia que resultó una cura peor que la enfermedad.


Su estrategia de campaña está orientada a hacer creer a los electores que es una opción diferente a la que representa el PAN. Así lo pretende dejar claro en su plataforma electoral y en los discursos de sus dirigentes. Con todo, nada hace ni siquiera suponer que fuera un partido distinto a lo que ha sido siempre, mucho menos al partido que abrió las puertas a los tecnócratas que dieron un “golpe de Estado” técnico en 1983 para hacerse del poder y defenestrar a los políticos tradicionales con el pretexto de un cambio generacional. Este relevo en la cúpula partidista, pronto se demostró que sólo se debió al interés de crear una nueva clase política, más afín a los intereses del recién inaugurado Consenso de Washington.
El PRI, a partir de entonces, actuó al servicio de grupos de poder de corte trasnacional, e hizo a un lado los principios, programas e ideología fundacionales, para llegar a colocarse incluso a la derecha del PAN doctrinario, como lo demostraron los hechos. Los priístas, dirigidos por la tecnocracia, encauzaron su labor de gobierno a favorecer un cambio estructural que propiciara una acelerada acumulación de la riqueza entre los amigos y los patrocinadores del modelo neoliberal, entre ellos extranjeros. No fueron los panistas quienes llevaron a cabo el desmantelamiento de la economía paraestatal, sino Miguel de la Madrid, y de manera brutal Carlos Salinas de Gortari, proceso que siguió su curso demoledor con Ernesto Zedillo.
¿Acaso alguien sabe que el PRI ha llevado a cabo una firme depuración de sus filas para retomar sus programas e ideología de sus fundadores? ¿No sigue siendo Salinas de Gortari uno de sus más prominentes ideólogos y el principal promotor de Enrique Peña Nieto? ¿Ya se nos olvidó que fue el ex presidente quien facilitó al gobierno estadounidense una más abierta injerencia en los asuntos de México con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que incluso en Canadá fue visto como absolutamente entregado a los intereses estadounidenses? ¿No se consolidaron con Salinas los monopolios en las telecomunicaciones?
Ciertamente, como afirmó Coldwell, el Ejecutivo federal “reduce su óptica a la represión armada y el resto de la agenda de México se ha postergado”. Pero el PRI en el poder nuevamente haría lo mismo, no tendría para dónde hacerse, porque llegaría maniatado por los mismos intereses que Felipe Calderón está salvaguardando. Esto puede afirmarse porque gracias al modelo puesto en vigor por la tecnocracia, se dio una imbricación de intereses entre los tecnócratas priístas y la elite panista. Son socios, para que se entienda mejor, que dejan de serlo sólo formalmente para dirimir controversias partidistas. En los asuntos fundamentales van de la mano, como lo ejemplifican objetivamente dos personajes paradigmáticos del nuevo tiempo mexicano: Carlos Salinas de Gortari y Diego Fernández de Cevallos.
Es preciso que la ciudadanía no se deje sorprender por la supuesta diferencia del PRI con el partido blanquiazul. Ambos partidos representan lo peor del sistema político nacional. Sus metas son idénticas, aunque difieran en los medios para alcanzarlas, y no contemplan beneficios para la sociedad mayoritaria. Está más que demostrado que su único interés es ejercer el poder con fines de lucro, además de garantizar a la oligarquía el disfrute de sus privilegios sin tener que afrontar problemas serios.
Sin embargo, seis años más con las mismas políticas públicas antidemocráticas y de clara orientación nazi-fascista, sólo llevarían al país a un caos generalizado. De ahí el imperativo de un verdadero cambio de modelo económico y social, que permita el paso del oxígeno a las instituciones, favorezca el cabal aprovechamiento de los recursos del Estado en beneficio de toda la sociedad, y sobre todo que amplíe los canales de participación a todos los agentes de la vida económica del país, para impulsar el empleo y la productividad. Sólo con verdadera democracia y justicia social será posible frenar la caída de la nación en la ingobernabilidad a la que nos están conduciendo priístas y panistas, como lo evidencian los hechos.

(guillermo.favela@hotmail.com)

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