viernes, diciembre 02, 2011

Mero candil de la calle : Guillermo Fabela Quiñones



Mero candil de la calle
Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes


Nunca como en la actualidad había sido tan certero el dicho que critica a quienes se afanan en quedar bien con los de afuera, sin importar el daño a los de casa. Esto viene a colación por la actitud asumida por el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, de poner mayor cuidado a sus tareas con relación al exterior, que a los problemas económicos y financieros internos. Tal énfasis fue subrayado ante la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, de visita en México, quien correspondió al servilismo de los funcionarios mexicanos alabando la “fortaleza” de la economía nacional.
Dijo Carstens que nuestro país, “como miembro del G-20, está más que dispuesto a impulsar un fortalecimiento financiero del FMI y a aportar recursos para dar un mayor alcance a las acciones del organismo”. Anunció que se enviará al Congreso una iniciativa para que se liberen los recursos necesarios, y así “México pueda cubrir el aumento en las cuotas con el organismo financiero”. Esto a pesar de que la pobreza en nuestro país aumentó en más de 2 millones de personas en el último año, de acuerdo con datos que acaba de dar a conocer la Cepal. Para Carstens esto es irrelevante, lo fundamental para él, una vez que México asuma la presidencia del G-20 (1 de diciembre), es lograr que los 184 países miembros del FMI aumenten sus aportaciones.


Es obvio el compromiso del desgobierno panista con el principal responsable de la debacle económica mundial. Cabe preguntar: ¿A cuenta de qué semejante compromiso cuando es angustiante la situación de una tercera parte de los habitantes de México, sumidos en extrema pobreza? No cabe otra respuesta que a cuenta de que sigamos atados totalmente a los designios de las súper potencias que se benefician con el actual estado de cosas en el mundo, aunque la humanidad corra riesgos extraordinarios, que ponen en peligro su futuro. Los actuales acontecimientos en buena parte de Europa, e incluso en Estados Unidos, son el más claro testimonio de lo lejos que han llegado los grandes potentados que mueven los hilos de la economía mundial.
Les tiene sin cuidado que aumente la pobreza en el mundo debido a sus políticas económicas de casino, que haya riesgos cada vez más evidentes de una nueva conflagración mundial, ante la voracidad de los monopolios trasnacionales que quieren seguir explotando los recursos de los países tercermundistas, sin que sus pueblos reciban un mínimo beneficio. Esto no es justificable ni bajo un punto de vista utilitarista, ni mucho menos ético ni humanista. Es comprensible que lo hagan los dirigentes de las súper potencias, pero que así actúen sus peones (como el desgobierno de Calderón) es intolerable.
A cambio de su actitud indigna, la máxima funcionaria del FMI no escatimó elogios para el gabinete económico: “No tenemos más que alabar y encomiar a México por la conducción de su política económica”, afirmó sin ruborizarse, a sabiendas de que estaba mintiendo. ¿Cómo elogiar algo que no existe, como es el caso con la supuesta solidez de la economía mexicana? Incluso los avances macroeconómicos están prendidos de alfileres, los cuales se sostienen gracias al apoyo político de los organismos financieros internacionales, como el que vino a brindar la señora Lagarde a cambio de que el gobierno mexicano siga tan obediente como lo ha sido desde que Miguel de la Madrid asumió la presidencia de la República en 1983.
Sin embargo, en las condiciones actuales del mundo no hay bases para mantener esa obediencia, so pena de que los alfileres se desprendan y todo el andamiaje macroeconómico se venga abajo, como así está sucediendo en Grecia y comienza a sentirse en casi todo el continente europeo. Es absolutamente irracional querer corregir una situación caótica impulsando las mismas acciones que dieron origen al caos, como así está sucediendo en la actualidad, por la terquedad de los súper potentados que mueven al mundo en que las cosas sigan igual que hace tres décadas, cuando el Consenso de Washington se universalizó.
Ese es el papel de la señora Lagarde, cuidar que no se salgan del redil las llamadas economías emergentes. Y en sus afanes llega a extremos absurdos, como lo demuestran sus declaraciones. ¡Se atreve a decir que “las políticas macroeconómicas y la fortaleza fiscal de la nación deben ser imitadas por otros mercados que se encuentran en problemas”! Debe pensar Calderón que si ha gastado ya más de 19 mil millones de pesos en propaganda gubernamental, sin los resultados que él hubiera esperado, qué más da gastar otro tanto más, pero en dólares, si ahora los resultados sí serían positivos. Al menos eso cabría esperar de una “publicista” de la magnitud de la directora gerente del principal organismo promotor de la debacle económica mundial.
(Una acotación: fui “jackeado” y quienes lo hicieron enviaron un correo en el que piden euros en mi nombre, dizque para ayudar a mi hija enferma en España. Obviamente esto es una vil mentira. Cambié el correo, que ahora es el siguiente):
Guillermo.favela@hotmail.com

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