sábado, diciembre 31, 2011

María Tersa Jardí : Aprender a indignarnos



María Tersa Jardí
Aprender a indignarnos


Ante todo les deseo que, en la medida de lo posible sea 2012, para cada uno de ustedes, un año feliz, a pesar de que inicia con tan malas expectativas políticas. Pero, quizá, por eso, a final de cuentas finalice sin que se hayan cumplido sus negros pronósticos y peores augurios. En el pueblo se encuentra, en la sociedad compuesta por padres, abuelos, educadores, amigos, hombres y mujeres comunes y corrientes... la posibilidad, única, todo parece indicar, de empezar a construir ese otro mundo posible al que los capitales financieros, amos del mundo, le temen.
Amos del mundo, mientras, los muchos, no les digamos ¡Ya Basta!, indignados, haciéndolos retroceder en sus políticas de muerte. Y aquí la receta también es muy sencilla. Apaguemos la telebasura. Regresemos a los libros, volviendo a dar sentido a las bibliotecas y compartiendo de mano en mano los ya leídos, a manera de ir recuperando la capacidad de entender lo que detrás de muchas de nuestras desgracias se esconde.


La octava receta del Dr. Murueta habla de: Evitar la sobreprotección: delegar responsabilidades. La sobreprotección destruye la autoestima y la seguridad. Los padres sobreprotectores son ansiosos y se adelantan a tomar la iniciativa para resolver situaciones de los hijos, sin dar el tiempo razonable para que ellos se ocupen de lo que les corresponde. Esos padres no delegan en sus hijos responsabilidades en la medida que crecen, provocando que los niños no desarrollen habilidades y capacidades para manejar por sí mismo las situaciones. Paradójicamente, al ver cómo se vuelven irresponsables e inútiles, esos mismos padres les regañan y reclaman airadamente y con desesperación su falta de voluntad, de compromiso y de desarrollo, con lo cual destruyen aún más su autovaloración. Después de los reclamos, esos padres se encargan de resolver el problema, haciendo un círculo vicioso muy dañino. Para el fortalecimiento de la autoestima es básico el sentido de responsabilidad y percibirse como alguien útil y capaz de hacer. De allí la importancia de encargar a los niños determinadas responsabilidades adecuadas a sus capacidades.
Como entes sociales que somos, los ciudadanos no podemos estar libres de responsabilidades y para el pueblo en general la primera de sus obligaciones pasa por dejar de ser menores de edad, incluso para exigir, como adultos, los derechos, ganados a pulso a través de las luchas del pueblo que, pese a todo, subsiste negándose a renunciar a sus raíces. Las sociedades maduras ponen candados. Las responsabilidades entre gobernados y gobernantes deben ser compartidas justamente en términos del puesto que cada parte ocupa. Es responsabilidad ciudadana no tirar basura en la calle. Pero es responsabilidad gubernamental el proporcionar un excelente servicio de recogida. Se pueden cerrar los basureros cuando se ubicaron ya otros lugares para ponerla o cuando se logró el reciclaje de la misma. Pero el no hacerlo así trae las complicaciones que hoy viven varias delegaciones de la capital del país, convertidas en tiraderos, en aras de generar, el partido desgobernante con un usurpador como cabeza a nivel federal, el malestar que haga caer al PRD, para imponer al peor de los posibles, para seguir la limpia entreguista con la que al país el PAN desangra.
9. La mayéutica para el manejo de desacuerdos o acciones “negativas”. Comúnmente, los adultos hacen un monólogo frente a los niños para explicarles lo que deben hacer. Sócrates utilizaba la mayéutica para hacer razonar a su interlocutor mediante preguntas sistemáticas. Esta técnica es muy útil en la educación de los niños. Cuando un padre o maestro esté en desacuerdo con un niño, en lugar de castigarlo, reprimirlo, regañarlo o mostrarse indiferente, puede aplicar la mayéutica a través de cuatro preguntas guía para lograr una solución exitosa. Las preguntas deben ser expresadas de manera cordial y amigable.
Preguntas que entre gobernados y gobernante implican respuestas que sólo se dan cuando al que se interroga, como servidor público, al pueblo, que le otorga el poder y por eso lo manda, escucha.

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