jueves, diciembre 29, 2011
Cómo educar a los gobernantes : María Teresa Jardí
María Teresa Jardí
Cómo educar a los gobernantes
La segunda receta sobre cómo educar a los hijos del Dr. Murueta es la relativa al juego y convivencia de los padres con los hijos. La interacción entre los padres y los hijos, a través del juego, es una de las formas de acercamiento afectivo más importantes. El juego entre padres e hijos favorece la confianza, la comprensión y el afecto mutuo, lo cual facilita la convivencia y el apoyo en otras esferas de la vida.
En las relaciones entre gobernados y gobernantes también debiera buscar el gobernante despertar, si no el afecto, el respeto de aquellos que le han dado el mandato. Aspirar a poder salir a la calle sin guaruras, caminar entre los vecinos, sentarse en un parque, entrar a una librería y, durante, y una vez acabado el mandato, recibir el saludo de los que, habiendo servido, quieran saludarle. Lo hizo Ruiz Cortines, a quien se podía encontrar en el café La Parroquia, en el puerto de Veracruz, tomando café como un “Don nadie”.
Seguida de la 3 que titula: Intimidad por diadas. Un niño, como un adulto, tendrá más motivación e interés en diferentes aspectos de la vida en la medida en que sienta confianza para compartir sus sentimientos, experiencias e ideas con personas cercanas.
Puede lograrse mayor profundidad en la comprensión y la confianza, a través de la charla y la convivencia entre solamente dos personas. Por ello, además de las convivencias y charlas familiares en las que participen varios integrantes de la familia, es importante que los padres procuren los espacios de convivencia diádica, es decir, entre 2 personas; lo que involucra tanto el espacio para la relación de pareja, como momentos en que la interacción es exclusiva y cercana de cada padre con cada uno de los hijos, así como entre hermanos. Esto promoverá una mayor cohesión y un ambiente más armonioso en toda la familia.
Aprender a escuchar, también es una asignatura pendiente de los que el mundo desgobiernan y en particular de los que en México ya hasta van llegando “haiga sido como haiga sido” obteniendo como único logro el de salir en genocidas convertidos.
4. ¿Premios? Casi no... más bien “aprecio espontáneo”. No es conveniente ofrecer continuamente premios a los niños a cambio de que ayuden en alguna actividad o logren una calificación en la escuela. Es mucho más conveniente dar caricias, palabras positivas, detalles y regalos de una manera “espontánea”, pero cercana en el tiempo a las acciones positivas. Eso sí, es conveniente que los padres y maestros estén atentos y valoren expresamente cada pequeño avance positivo de los niños, en lugar de atender principalmente a sus acciones negativas, como generalmente se acostumbra.
Gobernar bien no es un mérito. Servir bien es una obligación. Y esa asignatura aquí está con cero reprobada por todo aquel que llega, e incluso, por los que aspiran a llegar al Poder. Y tampoco es que la sociedad se esmere en aprobarla, aprendiendo a exigir como la forma de poner los candados que empiezan por el de quitar al que se elige, cuando se elige, y no se impone, porque cuando la sociedad exige, el impuesto no llega. Aprender a exigir el castigo del que abusa del puesto para el que ha sido elegido. Los Fox y los Calderón cuando la sociedad es capaz de poner los candados correspondientes, como dicta la lógica, avala la cultura y manda la educación, son impensables como gobernantes.
5.- Evitar el castigo, respeto mutuo. Se ha demostrado que el castigo, sea físico o verbal, únicamente produce consecuencias negativas y realmente no es efectivo para lograr algún cambio positivo. Es fundamental que los padres y maestros eviten castigar o regañar a los niños, pues estarán logrando lo opuesto de lo que pretenden. Si los castigan, ellos les perderán confianza, sentirán rencor, se volverán rebeldes o tímidos, inseguros, mentirosos, etc. Experimentos han demostrado que el efecto del castigo, leve o moderado, suele ser transitorio y luego es contraproducente. Cuando el castigo es muy severo puede hacer que una conducta desaparezca, pero deja una huella traumática en los niños que será difícil restaurar con psicoterapia. No obstante, es importante saber que el efecto traumatizante de los castigos disminuye cuando es mayor la proporción de afecto y reconocimiento positivo que se brinda a los niños.
La represión garantiza la violenta respuesta, más temprano que tarde, del pueblo harto de sufrir la injusticia.
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