lunes, diciembre 26, 2011

Entender el fondo es nuestra primera tarea : María Teresa Jardí



María Teresa Jardí
Entender el fondo es nuestra primera tarea



La incapacidad ubicada en la mente de los mexicanos para entender la necesidad de entrar al análisis del fondo de las diversas situaciones que nos agobian, al punto de no poder enfrentarlas, es el fondo de nuestro mayor problema. Porque está claro que sin entender el fondo, incluso los más cultos y los de buena fe se van a ir de bruces una y otra vez.
Tanto Javier Sicilia, como Andrés Manuel López Obrador, pidieron una tregua navideña. Que no se dio porque, como la crónica anunciaba, no está contemplado en los planes de los que tienen y buscan conservar el poder el dar treguas. Si Humberto Moreira hubiera respondido con la fuerza que la acusación en boca del conocido golpeador panista se daba por primera vez en el noticiero de Carmen Aristegui, habría parado el golpe, denunciando los intereses de quienes detrás de ese golpe se lanzaban, y sobre todo dando la cara de manera rauda, lo que a él le costó perder la presidencia del PRI y lo que a su hermano, si tampoco se pone las pilas de manera veloz, le va a costar la gubernatura. La Corona de España que, no vive su mejor momento, por cierto, igual está dando el ejemplo, que quizá, la lleve a conservar ese reinado que muchos españoles quieren que finalice con Juan Carlos. Al yerno se le investiga por enriquecimiento ilícito a cargo de negocios propios realizados usando de manera privilegiada su situación de marido de una princesa. La que también ya ha perdido los privilegios que el puesto trae consigo.


Y no se llega “haiga sido como haiga sido” al ejercicio que convierte a una persona en Presidente de su país. Lo que desde el punto de vista político se puede considerar como la culminación de la aspiración política de una persona en función de la prestación del más alto servicio al pueblo donde se nace y del que se es parte integrante. No se llega a pesar de las reconocidas “inconsistencias por los órganos electorales, sin que salte a la vista la ausencia de dignidad en la vida entera, de quien se puede presumir desde su “singular” llegada que es un individuo que va a estar dispuesto a dar el salto hasta acabar, incluso, convertido en un genocida.
Con los narcotraficantes, antes de Calderón, se podían y se iban, de hecho estableciendo las reglas, incluso por quienes combatían el delito como opción debida a la profesión elegida. Lo que se está haciendo en casi todos los lugares del planeta, donde apátridas, incluso, pero mucho más inteligentes y con mucha menos mala leche que Calderón, sin los resentimientos de quien llega y se sabe usurpador, los que no están dispuestos a pasar a la historia sólo como entreguistas al imperio que todo lo que toca en mierda lo convierte, al control de daños en el caso de la droga mantenida como mercancía clandestina, es a lo que sensatamente le han apostado y no a organizar una guerra asesina que a Calderón lo ha convertido en genocida.
El problema nunca fue, ni siquiera en el caso de los criminales organizados por fuera del poder, el de no combatir los delitos que esos criminales cometían. Los roles estaban más o menos claros y unos se arriesgaban y los otros amén de saber quiénes eran y cómo actuaban a manera de control si de casualidad se topaban, digamos, con un cargamento de droga, se los decomisaban y lo mismo hacían si se topaban de frente, por ejemplo, con un camión lleno de contrabando de prendas de ropa o recién robado al chófer para apoderase de la mercancía trasladada y si se podía hasta a “El Chapo” se dejaba preso. Lo que no quiere decir que no hubiera, desde siempre, policías y militares arreglados que se hacían de la vista gorda y, a cambio del pago convenido, permitían el traslado y hasta algunos se convertían en garantes del paso o en gatilleros cuidadores del traslado y si sus jefes, no arreglados, se enteraban, corrían los mismos riesgos que los otros, a los que en jefes también convertían en reos, de ser aprehendidos.
Y así iba aquí también funcionando la cosa hasta que llegaron los imperdonables (y aquí me refiero a ese afán que será, como la crónica anuncia, siempre traicionado) de Sicilia y de AMLO de creer que todos son perdonables o casi todos en el caso de Andrés Manuel y que todo debe perdonarse. Y no. Ni siquiera el amor es bueno cuando en obsesión se torna y a veces el odio es lo que saca adelante la pasión necesaria para cambiar las cosas. Hay cuestiones que no pueden ser perdonadas como el genocidio y el entreguismo, y tampoco deben ser olvidadas si no se quiere una y otra vez caer en lo mismo.

No hay comentarios.: