miércoles, diciembre 28, 2011

Cómo educar a los niños : María Teresa Jardí



María Teresa Jardí
Cómo educar a los niños



La educación es la base, sin duda, de ese otro mundo posible que, al menos, intuimos la inmensa mayoría de los seres humanos que es posible construir y por eso es a la educación a la que todos deberíamos apostarle y nada mal estaría que el secretario de Educación del gobierno capitalino fuera el que supliera a Ebrard, en lugar de elegir como candidato al que más cuotas de votantes cautivos tenga. Uno de los dos que aspiran, apoyados por Ebrard, con posibilidades de obtener el triunfo, debería recibir también el apoyo de AMLO y, desde luego, una mejor señal sería el cambio de rumbo posible, el que el elegido fuera quien ha tenido en sus manos la Secretaría de Educación desempeñando bien la encomienda.
Hace unos días, en alguna otra de mis colaboraciones, les compartía algo expresado en una red que por el correo me llega. La más interesante, por cierto, me parece que también les decía. Algo les compartía, de lo compartido en ella por Edurado Murueta y les decía que me parecía que era maestro, dado lo que en general decía. Hoy empiezo por informales que es Doctor en Filosofía. Psicoterapeuta, profesor de tiempo completo de la UNAM Iztacala. presidente de la Asociación Mexicana de Alternativas en Psicología (AMAPSI), presidente de la Asociación Latinoamericana para la Formación y la Enseñanza de la Psicología (ALFEPSI), Premio mexicano de la Psicología 2006, integrante de la Coordinadora del Movimiento de Transformación Social (que es justamente la red que me llega), integrante del Consejo de Transformación Educativa (CTE), autor de varios libros y artículos científicos, autor del concepto de Sociedad del Afecto y autor de un trabajo, recién compartido a la red, sobre cómo educar a los niños, trabajo que divido en tres entregas, la de hoy, la de mañana y la del viernes, en las que quiero compartir con ustedes algunas de sus ideas.
El doctor Murueta señala que la forma en que piensa, siente y actúa una persona adulta depende, en mucho, de la manera como se haya relacionado con sus padres y maestros durante la infancia y la adolescencia, y que si cambiamos la manera de tratar a los niños de hoy estaremos construyendo un país mejor y una humanidad nueva, dando para lograrlo algunas sencillas recetas.


Estas últimas son también aplicables, pienso yo, a la relación entre gobernantes y gobernados, cuando lo que rige o cuando lo que se pretende que rija, en aras de la paz, tranquilidad y buena convivencia, es el pacto social firmado a partir de que unos otorgan a otros el mandato para que esos otros los sirvan a cambio de un generoso salario.
1.- Diálogo sí, imposición no. Algunos padres de familia y algunos maestros piensan que los niños deben obedecer por principio de autoridad, aunque no comprendan el porqué se les dan determinadas indicaciones. Si no obedecen se les castiga, a veces con golpes y otras con torturas. Estos padres y maestros no consideran importante atender y comprender los puntos de vista de los niños, piensan que no tienen capacidad. Algunos efectos de esto son: resentimiento, temor, inseguridad y nerviosismo, rebeldía, irracionalidad, apatía, timidez, mentiras frecuentes. En lugar de esa actitud impositiva, es conveniente intentar que los niños comprendan las razones que existen para hacer algo o dejar de hacerlo. Establecer el diálogo con ellos significa, fundamentalmente, escuchar con atención sus puntos de vista y tomarlos en cuenta para llegar a una conclusión aceptable. Un niño que es educado a través del diálogo desarrolla confianza en sí mismo y en los demás, aprende a razonar y a ser responsable.
Lo mismo sucede entre gobernados y gobernantes. Los gobernantes de hoy exigen por principio de autoridad la obediencia ciega, cuando es al revés la cosa. Por mandato constitucional la sociedad delega temporalmente el poder, a cambio del servicio que el gobernante debe prestar al pueblo, que a través de sus ciudadanos lo elige. Tarea no aprobada por la sociedad mexicana es aprender a exigir el rendimiento de cuentas a quienes elige o incluso a los que llegan “haiga sido como haiga sido” a puestos de gobierno. El principio de autoridad, con las razones de Estado, han dejado de ser justificante de las aberraciones que en su nombre cometieron dictadores asesinos que, incluso, a través de la literatura van siendo defenestrados. Y les vuelvo a recomendar que lean “El hombre que amaba a los perros”, de Leonardo Padura. Editorial Maxi TusQuets.

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